SABADO Ť 13 Ť ENERO Ť 2001
Ť Dolor y alivio ante el fallo judicial en el Reclusorio Oriente por el caso Cavallo
Unos 20 argenmex explotaron, como mil, en júbilo
Ť En Madrid, cena y vino de abogados de víctimas del ex marino, ahora extraditable
BLANCHE PETRICH
Casualidad o sentido de la oportunidad del juez Jesús Guadalupe Luna Altamirano, el fallo en el proceso de extradición del militar argentino Ricardo Miguel Cavallo se produjo en el momento en el que los principales noticieros radiofónicos del mediodía salían al aire y "abrían" su barra informativa en vivo desde el interior del juzgado sexto de distrito en materia de procesos penales.
En la explanada frente al Reclusorio Oriente, la camioneta de una televisora, con el radio a todo volumen, actuaba como un imán para un puñado de argentinos residentes en México que en esta fecha clave para su historia colectiva habían decidido suspender labores y simplemente estar ahí, testigos en la primera fila de los sucesos.
"Procede", dijo el juez Luna. Ahí afuera hubo segundos de pasmo. "ƑQué dijo? ƑQue sí o que no?" Por el aparato se escucharon gritos ahogados. Dentro de la pequeña sala donde se llevaba a cabo la audiencia, con Cavallo tras la barandilla de los acusados, Natalia Bruschtein no se pudo contener. El propósito de la pequeña comitiva de argenmex que fue admitida, como representante de los demás, en el interior del juzgado, era "portarse muy a la altura de las circunstancias". Pero el grito de la joven cineasta de 25 años, cuya vida fue marcada por la guerra sucia argentina, salió como un impulso sin control: "šGenocida!", gritó. Y Mariana Masetti, con su propia historia de dolor, la secundó: "šAsesino!".
Los de afuera las oyeron y al fin comprendieron. No eran más de veinte pero explotaron en un júbilo de mil voces. "šArgentina, genocidio nunca más!, šnunca más el olvido!". Las voces del radio pasaron a un segundo plano, un ruido acunando los abrazos y los recuerdos, el dolor y el alivio.
Los Bruschtein
La abuela de Natalia es nada menos y nada más que Laura Bonaparte, una de las fundadoras de "Las locas de la Plaza de Mayo". Su hija Noni fue fusilada por la dictadura junto con su marido. A su hijo Víctor -padre de Natalia, que presenta aquí en México como tesis de licenciatura de cine el video "Buscando a papá"- lo secuestraron con su pareja. Después a su hija Irene y su esposo. Luego a su propio ex marido, padre de sus hijos, Santiago. De él, se sospecha que fue cremado, junto con cinco cuerpos más, en una fogata humana. Seis desaparecidos en una familia. Sólo sobrevivió Luis, su hijo menor, periodista de Página 12, fundador, en México, del antiguo Unomásuno.
El hombre de hielo
Silvia Panebianco, uno de los pequeños motores que se encendieron en México para trabajar en favor de la extradición del ex marino argentino desde que se descubrió la verdadera identidad del ex director del Renave, pudo estar a pocos metros en el juzgado. Nunca lo había visto en persona. Sólo pudo mirarlo un instante. "Es que sentí algo horrible, como si con sólo verlo me pudiera congelar. Es un hombre de hielo".
Ella carga con el recuerdo de su hermano Julio, desaparecido a los 21 años en Buenos Aires. Hasta donde sabe, él no estuvo en la Escuela de Mecánica de la Armada sino en otro centro de detención ilegal, el Club Altético. Pero en la ESMA desapareció su mejor amigo. Sabe a ciencia cierta que la noche en que llegaron a casa de este joven a secuestrarlo, su esposa estaba sola con su bebé de cinco días de nacido. Cavallo, el hombre de hielo que ayer apenas apretó los puños al escuchar el fallo, comandaba la acción, esa noche, en Buenos Aires. Su gente tomó al bebé de los pies. Le pusieron una pistola en la nuca al pequeño. La mujer, 24 años después, aún padece trastornos sicológicos.
Esther Felipe, pedagoga, 23 años
En pleno mundial de futbol (Argentina 1978) un grupo de presos políticos sufrió el mortífero "traslado" (equivalente a fusilamiento) en el penal de La Perla, en Córdoba. Entre ellos estaban el periodista Luis Mónaco y la pedagoga Esther Felipe. Ambos tenían 23 años. A su bebé, Paula, los militares la olvidaron, tirada entre los escombros de su casa. Hoy ella es fundadora de HIJOS. Los restos de Esther, que impartía talleres entre las mujeres más pobres de su barrio, y de Luis, yacen aún bajo una plancha de cemento en esa dependencia militar. Pero Liliana Felipe, su hermana, la actriz y cantante argenmex, no supo de su destino sino seis años después.
Liliana, la del teatro satírico en El Hábito, la de los tangos y los boleros, es cabello rosa mexicano y ojos verdes inundados. "Es que empieza un nuevo siglo -solloza a las puertas del reclu-; es que tenemos tantas secuelas, tanto miedo, es que a mi generación nos cuesta creer que puedan sudecer cosas así, como la de hoy. Tal vez los chavos de HIJOS pueden creer, es que esto sí que nos da esperanza de un mundo mejor".
Es que -explica Jesusa Rodríguez a medio paso de distancia- ni el Popocatépetl explica la erupción de sentimientos de raíz tan honda.
Luz María Casal y El Flaco -su marido- vivieron para contarlo. Bueno, ella. El Flaco cayó en la guerra de la década siguiente, la de El Salvador. Militaban en el ERP, no tenían ni 25 años y eran piezas de caza para los milicos. Pasaban las noches en hoteles de paso o viajando en trenes y autobuses hasta que pudieron huir. Luz dedica su tiempo a la batalla de los derechos humanos. El Flaco cayó en Honduras, a manos de marines estadunidenses.
Martha de Cea es la manager del cantautor Oscar Chávez. También vive para contarlo. Nativa de Neuquén, en la Patagonia, era maestra de pedagogía en la Universidad de Comague. No enseñaba Karl Marx, apenas Paulo Freire, motivo suficiente para los genocidas. Fue secuestrada por militares en 1976. La gestión de un obispo -monseñor Renevas- la devolvió a la vida. La mitad de sus compañeros de generación no tuvieron esa suerte.
Justo un 12 de enero...
Pero en 1977, en una añosa y rica finca vinícola de Mendoza, se cometió uno de los famosos "crímenes económicos" de la dictadura militar argentina. Mariana Masetti, entonces de 11 años, hoy doctora en literatura por el Colmex, recuerda cómo ella y sus hermanos fueron encañonados por 20 hombres encapuchados, su padre y su abuelo secuestrados. Cuando la esposa trató de averiguar su paradero las amenazas de muerte fueron abrumadoras. Les advirtieron que en desapariciones políticas las cosas se ponían feas, pero cuando eran "económicas" -viles robos- la situación se ponía peor. Los secuestrados no duraban vivos.
La familia sospecha que Omar Masetti Pincolini y Victorio Cerrutti, padre y abuelo, fueron trasladados a la ESMA en Buenos Aires, que administraba Cavallo, y de ahí fueron "trasladados" en uno de aquellos terroríficos "vuelos de la muerte" en los que los presos eran arrojados, sedados pero vivos, a los mares del sur. Hoy la vieja finca "apropiada" por los militares de entonces, es un lujoso fraccionamiento ubicado entre las avenidas "Honor" y "Justicia".
Júbilo de abogados, en Madrid
Serían las dos o tres de la mañana en Madrid y Carlos Slepoy y Manuel Ollé, que representan a las víctimas en la causa del juez Baltasar Garzón contra Ricardo Miguel Cavallo, mantienen sus celulares encendidos. Hay cena y vino, se oye. Se celebra, dice Slepoy, un "júbilo interno", la llegada a un puerto. "México -dice Ollé, joven letrado español- está marcando un camino para abrir una vía de justicia contra los genocidas latinoamericanos".
Slepoy, algo mayor, argentino, en medio de un jolgorio que se escucha transoceánico, expresa: "Esta es una reparación de daño muy grande, para mucha gente. Se están consiguiendo objetivos que muchos pensaron inalcanzables."