Martes Ť 16 Ť enero Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
Bienvenidos a la "normalidad"
En unas cuantas semanas el país entró en una dinámica política de "normalidad", entendida como el espacio real en el que se desarrolla la vida pública con todos los límites e inercias que tiene nuestro sistema político hoy, y se han debilitado las expectativas de cambio. El sureste se ha ganado los titulares: el México indígena de Chiapas y el movimiento zapatista vuelven a cobrar relevancia y complejidad frente a las promesas negociadoras del gobierno federal; la negociación en Tabasco se impuso a la legalidad, como en los viejos tiempos; en Yucatán sigue la polarización entre el poder local, con sus notables modos caciquiles, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. ƑEsta será la normalidad democrática a la que aspiramos o simplemente se trata de la "normalidad" a la mexicana?
Ya se sabía que lo urgente se comería a lo importante. Cada escándalo que el PRI protagoniza para quedarse con una migaja del poder perdido llena la atención pública, y a estas alturas, quién se acuerda de la reforma del Estado, cuál alto funcionario ha mencionado la necesidad de hacer cambios institucionales, qué iniciativa sobre el tema se ha presentado en el Congreso. Sin embargo, todos los días sabemos de las negociaciones con el caso Tabasco, del desacato en Yucatán, de la próxima marcha de los zapatistas, o de la reforma fiscal, que intenta terminar con la tasa cero en el IVA.
Este gobierno tiene un rasgo importante: las fuertes expectativas de cambio que acompañan a cualquier alternancia histórica; quizá por ello hay un parámetro de comparación permanente con el pasado. Un conflicto ya no se puede negociar de la misma forma, porque el factor de la legalidad tiene que prevalecer sobre los intereses políticos de los actores. La supuesta solución al caso Tabasco hoy se ha complicado en dos ángulos: permanece una violación a la legalidad debido a que el gobernador interino no era elegible cuando se le designó, y porque los partidos de oposición, en su representación estatal, no aceptan su nombramiento. En la solución se quedó el hombre de Madrazo y el plazo para las elecciones extraordinarias se alargó de seis a once meses. En el otro expediente, Yucatán sigue metido en una crisis política, porque los intereses caciquiles impiden instalar la autoridad electoral legítima. Imaginemos que en las elecciones de Estados Unidos se hubiera desacatado la resolución de los tribunales; el litigio hubiera continuado y el país habría entrado en una etapa de inestabilidad. Esa es la diferencia entre un país con instituciones consolidadas y otro con instituciones en proceso de construcción. ƑEn México vamos a tener un Estado de derecho en serio o seguiremos posponiendo la aplicación de la ley por las presiones políticas de los actores? ƑTendremos un país dividido con franjas que seguirán controladas por la ley de la selva de Madrazo y Cervera, y otras que tendrán instituciones y legalidad? ƑLos caciques del PRI en Yucatán entrarán al orden democrático o seguirá el desacato?
El conflicto zapatista en Chiapas ya pasó de los 15 minutos iniciales y se encuentra en una disputa extraña: por una parte, hay acciones específicas, como el retiro de posiciones militares y haber enviado la iniciativa de los acuerdos de San Andrés al Congreso; por la otra, hay una competencia mediática entre el presidente Fox y el subcomandante Marcos sobre la marcha zapatista al Distrito Federal. El gobierno no debe olvidar que en este terreno los zapatistas son los maestros. Al mismo tiempo, hay un rejuego complicado de intereses, que van desde los militares, los duros adentro y afuera del Congreso, que ven con mucha reserva la aprobación de la ley sobre derechos indígenas, y el propio gobierno que ha empezado a agotar su estrategia y que ha perdido la iniciativa. Otra vez los detalles pueden imponerse sobre lo importante. Una posición inteligente del gobierno federal sería darle la bienvenida a la marcha y no poner obstáculos burocráticos; no es importante la cuestión del pasamontañas, sino crear un clima adecuado para negociar. De nueva cuenta en Chiapas la normalidad a la mexicana se puede imponer a una nueva normalidad democrática. El zapatismo representa una herida de pobreza y marginación del país con los grupos indígenas, que se tiene que empezar a saldar ya.
Esperemos que los intereses duros no se impongan otra vez e impidan la negociación.
En México tenemos que empezar a construir una normalidad democrática en la que todos los actores se conduzcan de acuerdo con las reglas pactadas. Seguir con las viejas inercias sólo debilitará las posibilidades de construir un nuevo orden político. Las promesas de la democracia necesitan resultados legales y legítimos. Chiapas, Tabasco y Yucatán esperan.