MARTES Ť 16 Ť ENERO Ť 2001
Ugo Pipitone
Clinton o los límites del éxito
En los momentos en que Estados Unidos vuelve a una tradición republicana que hace del mercado el centro obsesivo de toda posible virtud social y económica, vale la pena gastar algunas palabras sobre el paréntesis clintoniano a punto de cerrarse. En un país en que la población crece a un ritmo anual de 1 por ciento, el PIB creció, en el curso de los últimos ocho años, a una tasa superior a 3 por ciento. Dicho en síntesis: el periodo más prolongado de crecimiento en tiempo de paz de la historia de la Unión.
Durante la presidencia de Clinton ocurrieron algunas cosas cuya explicación está lejos de ser obvia. La primera estriba en el hecho que se crearon más de 20 millones de puestos de trabajo mientras el país recuperaba un dinamismo de la productividad que, algunos años atrás, parecía perdido para siempre. La segunda consiste en el hecho que mientras el Estado social interrumpía su lento desmantelamiento, las cuentas públicas superaron los déficit previos para alcanzar importantes superávit desde 1998. La pregunta obligada es también la más difícil de contestar: Ƒcuánta parte de estos indiscutibles éxitos clintonianos se debieron a las políticas de su administración y cuánta parte a una mezcla de circunstancias externas asociadas a la cautela de Alan Greenspan a la cabeza de la Reserva Federal y a la revolución de las tecnologías informáticas?
Desde mediados de la década pasada, Clinton tuvo que enfrentarse a un Congreso dominado por los republicanos y a una de las campañas de acoso puritano más vergonzosas de la historia de Estados Unidos. Sin embargo, y no obstante lo anterior, la Casa Blanca pudo alcanzar algunos objetivos importantes. Mencionemos dos. La finalización de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el paquete financiero de apoyo a México en 1995, y el conjunto de iniciativas para evitar que Microsoft consolidara una posición monopólica en el mercado informático.
Pocas dudas caben sobre el hecho de que Clinton ha sido el político más brillante de su generación. En el momento en que deja la Casa Blanca las encuestas de opinión le asignan un porcentaje de aprobación popular que en la historia de este siglo probablemente sólo alcanzó Franklin Delano Roosevelt. Y sin embargo quedan varios motivos de insatisfacción en referencia al ciclo clintoniano.
Aquí también pueden mencionarse dos ejemplos. En el frente interno, la fallida reforma del sistema sanitario y, en el frente internacional, la ausencia de iniciativas para emprender la reforma del sistema monetario y financiero internacional. Clinton gobernó pero no fue capaz de alentar en su propio país una corriente de opinión favorable a poner en el tapete la reflexión sobre el papel de Estados Unidos en un mundo recorrido por las transformaciones de la época.
La búsqueda de consensos en la franja central del electorado significó un achatamiento del espíritu reformador que de alguna manera el Partido Demócrata encarna, en varios de sus sectores, en la sociedad estadunidense. Gobernabilidad significó la renuncia a dar un alto perfil reformista a la política clintoniana. La dictadura de los grandes números (la "dictadura de la democracia") implicó estrechar los márgenes de una acción de gobierno más decidida en el terreno de la solidaridad, del laicismo y del cambio del papel internacional de Estados Unidos.
Y de esta manera, el ciclo demócrata en la política de Estados Unidos concluye sin que se haya caracterizado por proyectos ambiciosos capaces de poner el país frente a las grandes disyuntivas que le esperan en el futuro. ƑA quién achacar las culpas, a Clinton o a una sociedad que sigue cargando una poderosa inercia conservadora?
Tal vez el límite mayor de la presidencia de Clinton fue justamente su éxito. Más allá de toda forma de realismo ideológico, a uno le queda la nostalgia de los políticos capaces de aceptar la posibilidad de la propia derrota en nombre de proyectos capaces de hacer y decir cosas incómodas frente al espíritu de la época. Roosevelt fue un político de este tipo. Clinton, no.