MARTES Ť 16 Ť ENERO Ť 2001
 
Teresa del Conde
 
Notas sobre Carlos V

La exposición de San Ildefonso no es la itinerante Karel V, inaugurada en Gante con motivo del centenario; corresponde a los Austrias, en España principalmente. Carlos ?después de múltiples negociaciones entre pretendientes a los tronos? heredó, no de su padre Felipe El Hermoso, que había muerto en 1506, sino de su abuelo materno Fernando El Católico los reinos de Castilla y Aragón, y del paterno, Maximiliano, el Imperio de Los Habsburgo.

carlosVEn 1519 es ya emperador y al año siguiente, a sus 20 años, es coronado en Aquisgran (Aix la Chapelle), igual que Carlomagno, Emperador del Sacro Imperio Romano. Ninguno de los retratos que de él se exhiben coinciden entre sí en cuanto a fisonomía; la fidedigna está captada en el grabado de la Biblioteca Nacional de Madrid, atribuido a Hans Weiditz, que ostenta en el extremo inferior derecho el anagrama de Alberto Durero (1471-1528).

La imagen que ha servido para los carteles en nuestra ciudad, y al mismo tiempo de portada para el hermoso libro publicado, es un excelente cuadro flamenco ca. 1517-19, atribuido a un maestro que se especializó en la leyenda de santa Magdalena y que sin duda estuvo vinculado con la tía de Carlos: Margarita, hermana de su padre y regenta de los Países Bajos. La fisonomía del joven en esta bella pintura, que no necesariamente quiso ser retrato, es casi igual al rostro representado de su difunto padre: Felipe el hermoso, cosa que los eruditos pueden constatar examinando un díptico reproducido por Mondadori cuyo autor fue maestro de la Abadía de Affighem.

A la izquierda está Felipe, con facciones idénticas a las de la pintura que ha servido ahora de propaganda, y a la derecha su mujer, doña Juana La Loca. El tocado difiere, y el personaje en vez del cetro empuñado con la mano derecha sostiene con la izquierda una espada. La colocación del toisón de oro en las dos figuras es idéntica. En todas formas hay que tener en cuenta que un retrato, en esa o en otras épocas, no tiene por qué ser fidedigno, en muchos casos es sólo una evocación.

Carlos V ha sido descrito así: pálido, rubio, con el rostro alargado, ojos gris es claro, labio inferior abultado y partido, siempre medio entreabierto, algo prógnata: un habsburgo no tan típico como los del tiempo de Felipe IV, que filogenéticamente ven acentuadas varias de estas características.

Además del grabado antes mencionado, las imágenes más versímiles que existen de Carlos V cuando joven proceden de un libro de horas, de un tapiz en el que se le ve adolescente, cargando unas parihuelas junto con su hermano Fernando, protagonizando una procesión con la Virgen; a la derecha está arrodillada la Regenta, con quien los hermanos guardan cierto parecido. El tapiz está en Bélgica y también ha sido fotografiado por Mondadori. En el Louvre existe un retrato del siglo XVI, flamenco, con idéntica fisonomía.

Tiziano pintó varias veces a Carlos V, que como es bien sabido, en 1529 partió para Italia por mar con objeto de dirigirse a Bolonia, donde el Papa Clemente VII Medici acudió presto con objeto de coronarlo, porque así creyó que convenía a sus intereses.

Esta fastuosa ceremonia ocurrió en enero de 1530, o sea, tres años después del terrible Saqueo de Roma, en 1527. Carlos posó entonces para Tiziano y para el ParmigianinoŤ. Tiempo atrás, el anterior papa Medici, Leon X, ya había excomulgado a Martín Lutero, cosa que no sirvió para lograr el intento de reunificar la Iglesia, pues Lutero contaba con discípulos y patrocinadores acendrados. Otro personaje importantísimo de la época fue Melanchton, cuyo rostro ?igual que el de Lutero? conocemos bien, porque Cranach El Viejo (1472-1553) los retrató a ambos. Claro que no hubiera sido posible contar con los originales de esas obras para la exposición de San Ildefonso, pero esa parte importantísima del mundo de Carlos V quedó desleída, pese a su importancia primordial desde el ángulo histórico.

No es posible olvidar que Carlos convocó a la Dieta de Worms en su afán católico, a los 21 años, y que entonces recibió a Lutero, de 38, sentado en su trono. Pudo haber ganado la partida, pero fue radical y no menos lo fue Lutero, que se negó a retractarse de las 95 famosas tesis. Se recogió entonces una frase del emperador: "no será este frailecillo el que me haga perder la fe". La cosa es que no se trataba tanto de fe, cuanto de cuestiones llamémosles político-teológicas, y desde luego, de relaciones de poder. Nocejó en eso Carlos V. Su formidable retrato a caballo en la Batalla de Mühlberg, obra maestra de Tiziano en este género, conmemora una victoria contra los protestantes y es lógico que no pueda ni deba salir de El Prado. Pero hasta donde sé, hay por lo menos dos copias. (Continuará.)

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Ť La imagen corresponde al retrato alegórico pintado por el Parmigianino durante la estancia del emperador en Bologna. (Colección privada Nueva York.)