Jose Agustín Ramírez
Regresa a México Sting. Así es, fans de
La Policía (caray, que feo sonó eso), vuelve el ex comandante
de ese megaexitoso operativo llamado The Police, el trío de rock
que cautivó a un público millonario en la década de
los ochenta, con excelentes ritmos de reggae lunar. Después de terminar
con esa banda, ha logrado mantenerse a flote con ocasionales destellos
de imaginación, pero desgraciadamente ya no alcanza el nivel de
efectividad que lucían los antiguos mensajes embotellados de Sting,
también conocido como el aguijón, o el piquete, el colmillo
y la mordida, y cuyo verdadero nombre es Gordon Matthew Sumner.
Es inglés y nació ni más ni menos
que un 2 de octubre, pero del 51. Sin embargo, aunque como solista ya no
ha sido tan consistente, siempre consigue buenos resultados en ventas y
popularidad, al mismo tiempo que ha enriquecido su carrera como actor hollywoodense,
que inició desde sus tiempos como tira, e incluye películas
como Quadrophenia (1979), musicalizada por The Who, o la cienciaficcionera
Dune, ese experimento fatal del maestro David Lynch, así
como otras menos interesantes. También trabajó en un montaje
de Berthol Brecht: La ópera de los tres centavos.
Pero es innegable que lo mejor en la obra de Sting está en sus días con The Police y sus discos. La cumbre es el Synchonicity (1986), que contenía cuatro canciones que alcanzaron los máximos niveles de audiencia y les dieron fama mundial, entre ellas el único número 1 que ha conseguido en las listas de éxito gringas e inglesas: Every breath you take, una buena balada romántica, que de tanto oírse, se convirtió en un himno para la generación yuppie-light.
La música de Police era una mezcla de un pop sencillo con ritmos exóticos y su mercadotecnia se reducía a posar con sus lindas caras y su cabello teñido de rubio. La voz aguda del cantante y líder Sting se nivelaba con el reggae blanco, que se fue enriqueciendo, o tal vez diluyendo, entre influencias de funk, minimalismo, tradiciones árabes, hindús y africanas. Hoy en día, su descenso parece tan evidente como incontenible, aunque sus admiradores afirmen que este cantante y compositor es uno de los más talentosos de su generación.
La nota es que sus viajes internacionales no pasan de un turismo musical burgués, con referencias históricas y literarias tan frías como sus divagaciones jazzísticas, todo lo cual ha sepultado, al parecer para siempre, la económica calidad de Police.
Claro que esto no significa que no logre subir a los primeros lugares de ventas, al contrario, entre más se afresa, más se le reconoce en el mundo de la gente bonita. Por ejemplo, obtuvo dos discos de platino y recibió un grammy con la rola Fields of gold del disco The Summoners tales (1993). Luego obtuvo otro número 1 con All for Love, cuyo éxito compartió con otros dos roqueros antisépticos, caducos y comerciales: Rod Stewart y Bryan Adams. La rola apareció en el soundtrack de la película Los tres mosqueteros, y era una cursilería sorprendente, pero logró enamorar a un mar de corazones rosados.
Ya entre sus últimos destellos de suerte, le abrió conciertos al Gratefull Dead, en su última gira. Hoy en día ya no queda mucho del estilo y la energía que lo hicieron famoso, y se le recuerda más por su infatigable devoción a los asuntos de Amnistía Internacional y Greenpeace, defendiendo la ecología y los derechos humanos como todo un mosqueperro, al grado de financiar la creación de la Rainforest Fundation, cuya misión es salvar las selvas brasileñas.
Quizá por está eterna solidaridad con los jodidos, es que Sting no sólo ha vendido antes como solista, sino desde sus tiempos como jefazo de Police. Y ahora regresa, los días 30, 31 y 1, a las 8:30, en el Auditorio Nacional, como parte de su gira Brand New Day, con la que espera satisfacer a sus fieles rocker-tropicalosos fans. Pero la neta ya está tan grave que quiere que el concierto se lo abra Shakira, y en la próxima premiación de los Grammys, ya ni lo consideran entre los nominados del rock, sino que compite en la categoría del pop, contra mariquitas como Ricky Martin, y se me hace que hasta va a perder.
Yo, la neta, no le creo demasiado desde que falló en resolver el peor crimen de su carrera, cuando era comandante de los polis: atrapar al sicópata que le propuso uno de los nombres más horrendos para una banda en la historia del rock. En fin, la luz de Sting no acaba de extinguirse, pero me temo que ya no es la de una estrella, sino un corto circuito en los faros de esta patrulla modelo 83. Pero bueno, usted sabrá. Si quiere lléguele, es ideal para nostálgicos y defensores de la ballena gris .