EL VESUBIO
Los testimonios de Diance C. Austin y Elena Alfaro, ambas
detenidas y torturadas durante la dictadura militar en Argentina, sirvieron
de fundamento para que la organización Coalición Contra la
Impunidad solicitara ayer a la fiscalía de Nuremberg dictar una
orden internacional de detención contra los miembros de la antigua
junta militar argentina, por el asesinato en 1977 de la argentino-alemana
Elisabeth Kaesemann.
Los relatos de las atrocidades --violaciones, descargas
eléctricas, golpes, quemaduras, etc.-- que sufrieron Austin y Alfaro
durante su trágica estancia en el centro de detención clandestino
El Vesubio, son simple y llanamente terribles.
Desgraciadamente, las leyes de amnistía vigentes
en Argentina que indultan a los a los militares de alto rango y otorgan
impunidad a la mayoría de los acusados, limitan la posibilidad de
juzgar los crímenes cometidos en tiempos de la dictadura en el país
sudamericano. La única posibilidad, como lo sostiene la coalición,
es buscar que se haga justicia en los países de origen de las víctimas.
La descripción que hacen del centro de tortura
El Vesubio; este lugar de celdas húmedas, neones, gritos de sufrimiento,
cuerpos transcurridos, torturadores asalariados que se dividen las faenas,
de camiones que entran con víctimas y salen con cadáveres;
trae a la memoria el documental-ficción Garage Olimpo, del director
argentino Marco Bechis, exhibido en la reciente Muestra Internacional de
Cine.
El desvelo que este filme hace de toda la estructura de
represión castrense en Argentina (1976-1983), se puede leer en las
dolorosas declaraciones de estas dos mujeres.
La búsqueda de justicia por parte de las víctimas
de este régimen nada tiene que ver con ese afán de perdonar
y olvidar impuesto por Raúl Alfonsín y Carlos Menem en sus
respectivos momentos. No, buscar que se haga justicia no sacia la sed de
venganza, sino que sienta los precedentes para que estas atrocidades nunca
se vuelvan a cometer.
Además, las ONG de mayor peso en el mundo advierten
con fina actualidad: un gobierno que no procura reslover las violaciones
a los derechos humanos, aunque estas hayan sido consumadas en el pasado,
comete en sí --por la simple omisión-- una grave violación
a los derechos humanos.
Este saco le sienta bien al gobierno chileno que busca
hacer justicia en el caso Pinochet, y al mexicano que no ha hecho nada
en el caso de la matanza de Acteal --por mencionar sólo uno. Por
el bien de todos, que se haga justicia. |