MAR DE HISTORIAS
La huida del rey
Ť Cristina Pacheco Ť
Estela advierte la expresión desconfiada de las mujeres que pasan frente al paradero. Lo convirtió en observatorio desde el mediodía, está dispuesta a permanecer allí hasta que Aureliano salga de la casa verde. Conoce a su marido y sabe que no soporta el encierro.
La intolerancia de Aureliano proviene de su niñez. Cuando su hijo Efrén descuida sus estudios, él le describe los sinsabores de aquella etapa de su vida: "A tu edad yo me pasaba las horas pesando carbón. Nunca tuve un juguete, ni paseos, ni nada. En las noches descansaba encima de los costales, pero no dormía. Se me iban las horas soñando con que entraba a la escuela. Gracias a Dios realicé mi ilusión en ti, pero no sabes aprovecharla".
Las confesiones de Aureliano, siempre envueltas en olor a cerveza, terminaban -recuerda Estela- en arranques de amor hacia Efrén: "ƑSabes qué, hijo? Quiero para ti lo mejor. Me cae que vas a ser algo grande, pero sólo si estudias; si no, terminarás como yo: trabajando un día aquí, otro allá, sin que nadie me tome en cuenta". En aquellos momentos Estela lo rescataba siempre de su autodesprecio: "Te equivocas. Para tu hijo y para mí eres el mejor hombre del mundo". Entonces se arrojaban uno en brazos del otro sin importarles la mirada atónita de Efrén.
El recuerdo de aquellos momentos vuelve aún más inexplicable para Estela el comportamiento de su marido: el 10 de enero salió de la casa y no ha vuelto ni ha dado señales de vida. Ayer por fin tuvo noticias suyas gracias a su compadre Eulogio. Al principio se concretó a entregarle un billete de quinientos pesos: "Se lo manda aquél". Estela rechazó el dinero: "Lo único que me importa es saber dónde está. šDígamelo!" "No puedo. Me pidió que no le dijera".
Eulogio se mantuvo fiel a su promesa hasta que Estela le refirió las torturas de Efrén: "No come, pasa la noche esperando que vuelva su padre. Apenas hoy conseguí que fuera a la escuela porque le prometí que su papá regresaría mañana. ƑLe parece justo que una criatura de siete años tenga estos sufrimientos?" Eulogio no alteró su neutralidad: "Mire, comadre, no quiero meterme en sus cosas porque voy a salir raspado. Usté sabrá por qué fue el pleito. Lo único que le digo es que el Aureliano está pensando en irse".
Estela se impacientó: "šMira, qué bonito! Tenemos un problema y vez de arreglarlo se le ocurre largarse. Pero ni crea que se lo voy a permitir sin que me oiga. ƑDónde está Aureliano?" Su energía venció la resistencia de Eulogio: "En casa de mi prima Clotilde. Si va a buscarlo, no se le ocurra decirle que yo le di el pitazo". Eulogio se fue sin decir más.
A Olivia, su vecina, Estela le pidió que recogiera a Efrén en la escuela y lo alojara en su casa mientras ella arreglaba un asunto. No fue necesario decir más. En la vecindad todos habían presenciado su lucha por impedir que Aureliano se llevara la patineta que Efrén había desenvuelto al amanecer del 6 de enero.
II
Estela abandona su observatorio cuando ve abrirse la puerta de la casa verde. La ilusión de encontrar a Aureliano se esfuma: quien ha salido es un joven. Va a su encuentro: "ƑEstá Aureliano?" Por el gesto con que la observa, ella comprende que el joven fue aleccionado para guardar silencio. Confirma su sospecha al ver que se aleja corriendo para alcanzar un microbús. Sin embargo, no se da por vencida y se dirige al portón.
Llama en tres ocasiones. Nadie responde. Entonces retrocede y mira hacia las ventanas. En una de ellas se descorre una cortina: "Aureliano, sé que estás ahí. Baja, tenemos que hablar". La falta de respuesta la irrita: "Te advierto que no voy a moverme y ya me conoces: si digo una cosa la cumplo".
Estela adivina a su espalda las miradas curiosas. Finge no darles importancia y mantiene la cabeza en alto. Va a apoyarse en la pared cuando se abre el portón. Es Aureliano: "ƑPor qué haces tanto escándalo? ƑQuieres que todo el mundo se entere de nuestros problemas?" Estela toma unos segundos para disimular las emociones del reencuentro: "šMira quién habla! Después de lo que hiciste, no sé cómo tienes cara para decirme eso".
Desconcertado por la reclamación de su mujer, Aureliano se pone a la defensiva: "ƑCómo diste conmigo?" Ella sonríe misteriosa, dando tiempo a que él saque sus conclusiones: "Pinche Eulogio. Me las va a pagar". Desvía la mirada. En la acera de enfrente adivina, tras las ventanas, a los indiscretos. Se hace a un lado: "Pásale".
En otras circunstancias Estela se hubiera detenido a mitad del patio para mirar los aretillos y las piñanonas. Ahora lo único que le importa es hablar en privado con Aureliano. "ƑHay alguien?" El responde con voz temblorosa: "No. Todos se fueron a la chamba". "ƑY el que salió" "Es Beto. Le pedí que me llevara un encargo a Pantitlán. ƑPor qué?" A estela no se le ocurre una respuesta.
Entran en la casa desierta. Estela se turba al darse cuenta de que la proximidad de su esposo la excita después de tantos días de separación. Para ocultarlo se fija en la carpeta que adorna una mecedora: "šqué preciosidad!" El comentario exaspera a Aureliano: "Déjate de pendejadas y dime a qué viniste. Si es por dinero..." Nervioso, se mete la mano a los bolsillos.
Estela se arroja sobre él y lo obliga a suspender la búsqueda: "Déjalo, tú lo necesitas más para largarte". Aureliano da un puñetazo en el aire: "El cabrón de Eulogio también te fue con ese chisme". Estela mueve la cabeza con desconsuelo: "No puedo creer que te estés portando así..." "ƑCómo?"
El asombro de Estela se transforma en sonrisa y después en una carcajada histérica: "ƑNo lo sabes? Pues qué inocente. Mejor, así no te enteras de que tu hijo está sufriendo como loco desde que te largaste de la casa. ƑPor qué?" Aureliano da media vuelta para rehuir la mirada inquisitiva de Estela y llega hasta la ventana: "En lugar de ayudarme te pusiste en contra mía y mi hijo lo vio. ƑTe imaginas lo que estará pensando? Mínimo, que soy un desgraciado".
Estela da un golpe en la mesa: "Si lo piensa, no será por mi culpa". Aureliano grita: "Entonces por la mía, Ƒno?" Ella duda antes de contestarle: "Por la forma en que hiciste las cosas. Hubiera sido mucho mejor que hablaras con él. Efrén es muy inteligente y, aunque no lo creas, muy maduro". "ƑA los siete años? Pero si es un chavito", murmura Aureliano esforzándose por frenar el llanto.
Estela se acerca a su marido: "Precisamente por eso le dolió tanto ver que te llevabas su patineta. Acuérdate de la ilusión que tenía de que se la trajeran los Reyes Magos: cómo andaba de feliz dando vueltas por toda la casa. Luego de repente, sin decirle nada, le quitas su juguete".
Esas palabras hacen retroceder a Aureliano: "šYa cállate! Me acuerdo muy bien de lo que sucedió, de cómo me insultabas". "Pues si tienes tan buena memoria recordarás también que te reclamé porque te negaste a devolverme la patineta mientras mi hijo se deshacía en llanto. Soy su madre y no quiero que sufra".
"Te dije que te callaras", repite Aureliano, amenazante. Estela no cede: "No te tengo miedo ni voy a darte gusto diciéndote que todo estuvo muy bien. Aunque me mates voy a repetirte mil veces que debiste hablar con Efrén. ƑSabes lo que piensa? Que te llevaste su patineta para regalársela a otro hijo que tienes por ahí". "ƑLo pensó él o lo pensaste tú?" Sin esperar la respuesta Aureliano se arroja sobre Estela.
Ella intenta luchar pero él la somete enseguida. Cuando la ve tranquila le pregunta: "ƑDeveras se te ocurrió eso?" Estela asiente. Aureliano le acaricia el rostro: "Si te digo lo que hice con la patineta, Ƒme vas a seguir queriendo?... La empeñé. No me quedaba ni un centavo. Me dio vergüenza decírselo al niño. Le hice creer que se la quitaba molesto por el ruido. No quería confesarle que su padre no es rey mago sino un pobre diablo".