DOMINGO Ť 21 Ť ENERO Ť 2001

Ť Podría ser considerado un crítico social serio

Corso ayudó a abrir el camino a las feministas: Ann Douglas

Ť Una novela y 13 poemarios, parte de su legado literario

Ť Genet le pareció un burgués farsante, dice La Vanguardia

MONICA MATEOS-VEGA

Trece libros de poesía, dos obras de teatro, una novela y decenas de colaboraciones en revistas conforman el legado literario de Gregory Corso, el beatnik menos político que Allen Ginsberg, menos carismático que Jack Kerouac, menos legendario que William Bourroughs, pero, en opinión del diario The New York Times, "el más escandaloso de todos ellos".
allencorso
A propósito del fallecimiento -el miércoles- del poeta, el periódico La Vanguardia de Barcelona recordó los orígenes de Corso: "Nació encima de una funeraria, hijo de una adolescente italiana y de un joven trotamundos que le abandonó en un orfanato para enrolarse en la Marina. Criado en las calles de Nueva York, tránsfuga de una decena de familias adoptivas, a los 13 años aprendió en las celdas de castigo de un reformatorio la anatomía de la locura y de los apestados de la sociedad. Llegó a la poesía por la vía del delito".

En prisión, el lugar preferido de Corso era la biblioteca, en donde halló "a otros malditos" como él: Christopher Marlowe y Arthur Rimbaud. Cuando salió libre, "a los veinte años, solía ir por los peores garitos de Nueva York con un fajo de poemas bajo el brazo que recitaba con voz vibrante. Ginsberg lo descubrió en un bar lésbico, el Pony Stable del Greenwich Village, y de manera inmediata lo incorporó al grupo".

The New York Times añade: "Engañoso especialista en lectura de poemas, Corso deleitaba a sus admiradores y molestaba aún más a sus críticos al mascullar frente a un micrófono pensamientos desconectados como: 'Zapatos fritos', 'La vida es un Club Rotario' y 'Escribo por el ojo de Dios'.

"Podría, incluso, considerársele un crítico social serio que examinó una institución como el matrimonio", dice Ann Douglas, profesora de estudios americanos de la Universidad de Columbia.

Las líneas de su poema "Marriage", por ejemplo, son perversas y optimistas. El poeta inicia preguntando juguetonamente: "¿Debo casarme? ¿Debo ser bueno?", y concluye constructivamente: "Ah, como  bien sé que una mujer fue posible, al igual que yo fui posible, entonces el matrimonio sería posible."

Agrega Douglas: "Los trabajos de Corso ayudaron a abrir el camino de las feministas de la primera generación. Las mujeres conocieron a Corso y a los otros beats y se dijeron que si esos hombres podían ser libres fuera de los ceñidos roles de género ?el matrimonio, el trabajo en una empresa?, ¿por qué ellas no?"

Durante su "viaje iniciático" a Europa, explica La Vanguardia, "Corso no se dejó deslumbrar por el viejo malditismo europeo. Genet, el otro gran literato delincuente, le pareció un 'burgués, farsante y con cara de púgil'; escandalizó a Picasso y no logró intimar con Duchamp ni con Michaux, admirando a distancia al maldito entre malditos, Céline. Los europeos no entendieron el gamberrismo escatológico, la sexualidad salvaje y la ostentación del consumo de drogas de los beatniks. 'Se han olvidado de Rimbaud', escribió Corso a Ginsberg".

El diario catalán informa que en 1954, los estudiantes de Harvard impulsaron la publicación del primer libro de Corso, "pero su verdadera irrupción en el mundo literario fue en 1956, cuando Ferlinghetti le publicó Gasoline en la editorial City Light de San Francisco.

"Más barriobajero y con más sentido del humor que el resto de los beatniks ?incluidos Gary Snider o Charles Olson?, sus versos directos, narrativos, casi conversacionales, salpicados de onomatopeyas, son más documentos de una época que verdadera literatura."

En los últimos años Corso continuaba escribiendo, dando clases y ofreciendo lecturas. Le sobreviven su segunda esposa, Belle Carpenter, sus hijas Sheri (con quien vivía en Minneapolis), Miranda, Cybelle, dos hijos, Max y Nile, su madre Margaret Davita, un hermano, Joe Corso, siete nietos y un bisnieto.