TUMBANDO CAÑA
Calle 54, el libro
ERNESTO MARQUEZ
Nat Chediak, uno de los grandes animadores de la cultura cubana en Estados Unidos y autor del Diccionario de Jazz Latino, fue el encargado de la minuta diaria, vuelta ensayo literario, de la filmación del "musical" Calle 54, en tanto que el fotógrafo Jordi Socías, del registro fotográfico. Ambos trabajos fueron compendiados en un elegante libro editado y distribuido para su comercialización por el Departamento de Ediciones y Publicaciones de la Fundación Autor de la Sociedad General de Autores de España (SGAE).
Chediak partió del criterio del observador silencioso.
El fue el primero en presentarse en los estudios del Sony Music de Manhattan,
incluso antes de comenzar la filmación. "Siendo el primer largometraje
dedicado al jazz latino en 50 años de existencia no deseaba perderme
ningún detalle de tal acontecimiento".
Puntual y atento, Chediak describe palmo a palmo acciones,
ambientes, climas, tensiones, expectativas, preparativos, ajustes y anécdotas.
Es decir, todo lo sucedido en dos semanas de intensas actividades en ese
espacio de la Calle 54.
Por él nos enteramos que el actor Dani Aiello, quien trabajara con Trueba en Two much, fue uno de los más entusiastas espectadores en la filmación; que Marc Johnson, quien fuera bajista de Bill Evans, es el actual esposo de la bella Eliane Elias; que en la intervención del pianista Chano Domínguez el equipo de filmación y grabación interrumpía su quehacer para aplaudir cada escena o secuencia; de la confesión de Larry Willis, pianista del Fort Apache Band de Jerry González, quien dijo llevar 15 años con la banda y poder contar con los dedos de la mano las veces que han ensayado música; de la decepción discográfica de Gato Barbieri, una variante de guaguancó llamada guarapachangeo, inventiva del gran Orlando Puntillita Ríos, basada en la improvisación del conguero ?en este caso Patato Valdés? y la ritmática de los tambores batá; del frío encuentro entre Chucho Valdés y su padre Bebo al cual no veía desde que abandonó Cuba para radicar en Suecia y que sólo el efecto de la música logró un intercambio de afectos: "Este es el producto suyo", le dijo Chucho a Bebo y éste le devolvió un "muchas gracias. Usted dice unas palabras con las que que me hace honor"; que Caridad Amaro, el tema que interpreta Chucho Valdés en la película, es el nombre de su abuela paterna o que Deyanis, la hija menor de Chucho, ganó hace poco un concurso de piano en Italia, otorgándole una beca en el conservatorio de Milán... y así.
Las fotos
El disfrute que le proporcionara a Fernando Trueba haber realizado el filme Calle 54 trasciende en cada una de las imágenes registradas por Jordi Socías.
El fotógrafo, integrante imprescindible de ese equipo de aventureros que acompañaron al cineasta madrileño por alrededor de dos semanas en la filmación, en los Estudios de la Sony Music, supo captar aquella atmósfera irrepetible que se produjo en ese "concierto para las cámaras" que organizara Trueba en marzo: el cablerío de los equipos de sonido; la expectativa del primer día de rodaje, pletórico de inquietud, ante la llegada de la bella Eliane Elias; las manos de Paquito de Rivera en su saxo; la silueta de la sensual Eliane en el escenario; la alegría hecha baile con el taconeo de Tomasito el bailaor, que acompaña a Chano; el contrabajista Javier Colina en su momento de inspiración cigarrillo en boca; los dedos remendados del conguero Jerry González en reposo sobre una trompeta que toca como los más cabrones beboperos; el teclado que parece a punto de explotar ante el detonador de las manos del dominicano Michel Camilo y las de éste junto a las manazas jóvenes y adultas de Chucho y Bebo Valdés; la compenetración y el recogimiento saxista del Gato Barbieri (pensar que Brando y María Schneider bailaron un Ultimo tango en París, compuesto por este rosarino de chambergo y gafas oscuras); el gesto reflexivo y la risa de Bebo; el encuentro a piano solo con su hijo Chucho; la foto posada de ese rencuentro; el gesto sabio y elocuente de Chico O'Farril dirigiendo su big band; la orquestota en pleno; el emocionante encuentro Bebo-Cachao; las tomas al sonriente Tito Puente frente a su Golden Latin Jazz o en su restaurante-museo del bajo Manhattan, y, finalmente, la soledad de las tumbadoras y los micrófonos en los escasos minutos de inactividad.
Un gran trabajo el de Socías, que se las ingenió para, en medio de las setenta personas que entre técnicos, músicos y colados merodeaban por ahí, lograr este excepcional registro.