martes Ť 23 Ť enero Ť 2001

José Blanco

Bush y la inefable incertidumbre

En uno de sus apotegmas, Bush sentenció recientemente: "He recibido buenas opiniones en el pasado. Y también he recibido buenas opiniones en el futuro". Cualquiera cosa que el mandatario 43 de la nación vecina hubiere querido significar con su enredo verbal, es un hecho que el futuro inmediato de la economía de Estados Unidos es incierto, pero lo es más aún el futuro de la política estadunidense, tanto respecto de los ciudadanos de ese país, como en su relación con el resto del mundo.

Dijo Bush en otro de sus embrollos: "He hablado con Vicente Fox, el nuevo presidente de México... lo conozco... para que nos envíe gas y petróleo a Estados Unidos y así no tengamos que depender del petróleo extranjero". El chiste involuntario resulta también ominoso e incierto para los mexicanos. Es probable que esa expresión atolondrada sea señal funesta de ignorancia inexcusable respecto a nosotros, su segundo socio comercial y, probablemente, una señal alarmante más de su ignorancia mayor respecto de las naciones y culturas del resto del mundo. En este espacio hemos recordado cómo a la pregunta Ƒqué opina usted del primer ministro de Pakistán?, Bush respondió: What's that? No es extraño que, a pregunta de un periodista, haya respondido: "Creo que si uno sabe lo que cree, le facilita responder las preguntas... No, no puedo responder su pregunta".

No sólo se trata de una cabeza por lo menos sorprendente para manejar los asuntos del país más poderoso y muchos de los asuntos del mundo. Se trata también de un presidente que, con esa cabeza, debe resolver una división política aún inexplorada en el conjunto de la sociedad estadunidense, expresada hoy en la partición en dos mitades de la Cámara de Representantes. Si Ronald Reagan contó con el apoyo de los demócratas conservadores para impulsar el desastre de la reaganomics, hoy esa opción no está a la vista. Con un triunfo electoral que no lo fue y una tan precaria legitimidad política, Bush requerirá de una complicadísima colaboración entre los legisladores y el Ejecutivo: de ello parece depender la marcha de los asuntos nacionales y una gran parte de los problemas del mundo. Con esa falta de legitimación política se topará el presidente una y otra vez, en el Congreso, frente a la sociedad civil y en su relación con los otros Estados del planeta. La política mundial se abre a un grave espacio de mayor incertidumbre, pese a las políticas de Estado.

La economía estadunidense encara vacilaciones, pero se halla en carriles más claros. Sin duda enfrenta problemas y jaloneos de corto plazo, pero los rieles de largo plazo parecen firmes. En el inicio de este siglo, tensiones en el Medio Oriente, quiebras corporativas (como la de Xerox), pronósticos de menores ganancias, aumentos del precio de los energéticos, cancelación de créditos bancarios para el consumo y un mercado de acciones muy volátil, constituyen los nubarrones más visibles. Sin embargo, Alan Greenspan, el mago, está actuando con rapidez y, además, apenas esta semana los informes de Microsoft, Sun Microsystems o Nortel, abrieron nuevamente expectativas de ganancias.

Greenspan había advertido desde hace varios meses sobre la inflación de los valores de las empresas que cotizan bajo el índice Nasdaq, y ahora los mercados financieros y accionarios están corrigiendo y alineando esos valores a la realidad económica de las empresas de alta tecnología. En ellas se sustenta y se sustentará aún más en el próximo futuro la llamada nueva economía. Sin duda en el largo plazo el espacio de la nueva economía continuará creciendo pero, en tanto, los precios de los valores de estas empresas durante algún tiempo seguramente continuarán mostrando inestabilidad extrema.

No hay recesión económica en Estados Unidos (no hay tasas negativas de crecimiento del producto interno), hay una desaceleración que, sin embargo, la OCDE recientemente ubicaba en un 3.5 por ciento de crecimiento del producto para ese país en 2001; inferior sin duda al ritmo reciente de esa economía pero, en todo caso, para esa economía, un alto crecimiento. Sin embargo, es muy probable que la OCDE revise esa previsión y la ubique debajo del 3 - 2.5 por ciento. Al menos para el primer semestre del año.

México verá afectado su sector dinámico de las exportaciones (especialmente la rama automotriz), y las tasas de desempleo se ampliarán probablemente con mucha rapidez. Ocasión para insistir en revisar nuestra estrategia internacional para el crecimiento. Es claro que el crecimiento futuro no puede basarse en el mercado interno, porque lo impediría el déficit comercial con el exterior, pero es claro también que este mercado debe pasar ya a jugar un papel mucho más activo a través de una nueva política de sustitución de importaciones. Como dijo G. W. Bush, "si no triunfamos, corremos el riesgo de fallar".