martes Ť 23 Ť enero Ť 2001
Albero Aziz Nassif
Una guerra de muchas posiciones
La inauguración de los nuevos tiempos democráticos ha sido recibida por una apabullante guerra de posiciones que en las primeras semanas del sexenio de alternancia tiene al país lleno de focos rojos. Son herencias de un viejo régimen que se hundió en la corrupción y la impunidad. Como dice el dicho, no es lo fuerte, sino lo tupido.
Después de haber pasado la primera prueba, la del presupuesto, cuyo resultado fue positivo como operación política entre los poderes, se iniciaron los conflictos electorales de Tabasco y Yucatán; y para no perder el ritmo empezó la siguiente fase: el enfrentamiento con el crimen organizado. Son muchas batallas al mismo tiempo, el gobierno está a prueba. Así ha sido prácticamente en todos los procesos de alternancia en los estados, y el nuevo gobierno federal no es una excepción, sino un examen amplificado, porque todos los intereses quieren salvaguardar sus posiciones.
Hay una respuesta violenta del crimen organizado; el priísmo caciquil tensa la cuerda en Yucatán y busca sabotear las próximas elecciones de mayo, y en Tabasco gana tiempo y posiciones para preparar el siguiente asalto; el conflicto chiapaneco y la marcha zapatista se convierten en un termómetro para dirimir posiciones entre la izquierda y la derecha. Y como en los pronósticos deportivos, más lo que se acumule en las próximas horas y días.
Los intereses del narcotráfico dan muestras de una violencia que genera una gran descomposición en algunas regiones del territorio nacional. En unos cuantos días, atentan contra el gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, después de que se pone en marcha una estrategia de endurecimiento de la Procuraduría General de la República en contra del crimen organizado; se realizan operativos de la Policía Federal Preventiva en Tijuana; aparecen regalos bomba, siniestro en uno de los cuales pierde la vida un menor; asesinan a siete personas en Oaxaca durante una operación de compraventa de cocaína, y para rematar, el mismo día se fuga de la cárcel de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco, El Chapo Guzmán, cabeza del cártel de Sinaloa, estado que en palabras de su gobernador ha perdido la batalla en contra de la violencia criminal; esta fuga expresa la condición de vulnerabilidad que tienen las cárceles en México.
A este cuadro se puede agregar, sólo como ilustración del momento por el que atravesamos, la desaceleración de la economía en Estados Unidos, que va a complicar las metas de crecimiento en Méxio; el abultamiento de la pobreza, que crece y todavía no se define una estrategia para atacarla; el panorama desastroso de la ecología nacional por la alta contaminación de ríos y la tala excesiva de bosques.
Frente a panoramas tan saturados es importante jerarquizar. No todos los problemas y desafíos tienen la misma gravedad o la misma urgencia. Para el presidente Fox está claro que el narco va a profundizar sus ataques y sus desplantes, al mismo tiempo que el gobierno anuncia que la lucha contra el crimen organizado seguirá. En otras palabras, estamos en una guerra, que no es nueva, pero que ha entrado a una etapa de agudización. El Estado mexicano y sus instituciones de impartición de justicia serán sometidas a una fuerte presión en estos días. Se trata de un problema muy complicado que se agrava por los niveles de corrupción en los cuerpos policiacos y en las estructuras de seguridad. Ningún preso se había podido fugar de los penales de alta seguridad, por eso el mismo secretario de Gobernación, Santiago Creel, reconoce que el enemigo todavía está adentro de la casa.
Esta guerra tiene muchas posiciones y la incipiente democracia mexicana enfrenta una difícil prueba. Se necesita reconstruir las instituciones y la dinámica política. Será una lucha fatigosa y compleja, y no se sabe si la sociedad y el gobierno están dispuestos a pagar los altos costos. Para cualquier gobierno resulta muy desgastante actuar simultáneamente en muchos frentes conflictivos. Un exceso de demandas y problemas genera inestabilidad, sobre todo cuando no hay resultados a la vista. Al mismo tiempo, no hay que perder de vista que los éxitos y las respuestas, aunque sean parciales, incrementan el capital político del gobierno. Para ello es necesario que la sociedad tenga información confiable, que se le tome en cuenta para las decisiones, porque sólo así se podrán generar compromisos vinculantes que soporten los costos de esta guerra de posiciones. Para empezar a resolver el clima de violencia y de inseguridad no sólo basta más policía y un contundente combate a la corrupción, sino también un diálogo permanente con la sociedad. Sólo así se pueden enfrentar los desafíos de gobernabilidad que plantea el crimen organizado.