MARTES Ť 23 Ť ENERO Ť 2001
Teresa del Conde
La exposición Carlos V /II
Aunque a mi juicio la gran muestra de San Ildefonso debió haberse centrado en Carlos V, eso no cancela las bondades de algunas de las piezas que se exhiben temáticamente en rubros, como es la moda vigente en las grandes exposiciones de todo el mundo. Eso tiene ventajas y desventajas porque "se obliga" a las piezas a inscribirse en el guión temático a modo de ilustraciones, cosa que suele conspirar con sus respectivas pertinencias estéticas. Eso resultó bien cuando se propuso destacar la individual de un artista, v.gr. en la muestra Diego Rivera, Arte y Revolución, pero en las grandes colectivas -sobre todo si están demasiado nutridas en un género en lo particular- las obras pueden sentirse pasmadas, pese a que se encuentren en contexto. Otro punto a tener en cuenta es que las divisiones permiten incluir obras de segunda y de tercera que resultan had hoc para ejemplificar tal o cual cosa. Es inevitable que así suceda, pero sería conveniente ir ideando otro tipo de guiones.
Pueden suceder cosas inusitadas, por ejemplo, no sabe que hay ciertas obras de El Greco y al toparse con ella le entra la duda: Ƒes, o no es? El Retrato de Don Rodrigo de Arce aparece en la cédula de la exposición que comento como si fuera del Theotokopulos, pero evidentemente no es, es de un seguidor cercano o bien se trata de una copia de época y no buena. Tampoco el otro Greco que se exhibe es del todo atribuible al candiota, más parece obra de taller. En el apartado de retratos hay anónimos interesantes, entre los que está una atribución a Juan Careño de Miranda, con ecos velazqueños. Es un cuadro tieso si se compara con el retrato del Bufón Francisco Bazán, que sí es de Careño (ca.1684). Como anónimo estupendo, el que se lleva la palma es el retrato de Francisco de Quevedo, que siendo del siglo XVII me recordó bastante a nuestro desaparecido Alberto Gironella. Los dos Hércules de Zurbarán, que pertenecen a una serie realizada por encargo, son horribles, pues a Zurbarán no se le daban este tipo de temas, en cambio su Inmaculada concepción niña está entre las contadas obras maestras de la exposición (ca. 1635-40). El cuadro de Antonio Arras que representa a Carlos V con Felipe II (1639) me pareció un ultraje para los dos, sobre todo recordando las varias pinturas que de ambos hizo el Tiziano. Este doble retrato póstumo del padre con el hijo nada tiene que ver con los tizianos, es de formato grande, pero pretencioso y hasta grotesco. No así el Felipe II de Pantoka de la Cruz, copia de Antonio Moro, que cumple bien su cometido.
La bella Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y madre de Felipe II está en una semblanza de Sofonisba Anguinsola que devuelve invertido el precioso cuadro de Tiziano, que también fue póstumo, pues Leonor murió en 1535.
Entre las obras tridimensionales hay unas muy curiosas, que atraen por su función tanto como por su factura. El Busto Relicario de Santa Pantaria por Pedro Laimeson es de plata repujada (excepto el cuello y el rostro), lleva joyas y la fisonomía no podría ser más española, parece una infanta con sus joyas. Yo nada sabía de esta santa, pero pertenece a la legión de las 11 mil compañeras de Santa Ursula, que fueron ejecutadas por ser vírgenes, de allí derivó el dicho popular: ƑPero hubo alguna vez 11 mil vírgenes? La pieza es de mediados del siglo XVI. Otra obra sumamente especial es la representación pictórica del cenotafio de Felipe II en la Basílica del Escorial por Pantoja de la Cruz. Todo aquel que lo haya visto lo recuerda y por eso es interesante observar la versión bidimensional, que seguramente le fue comisionada al pintor en vista de la importancia que cobró la pieza del maligno, pero muy apto escultor Leoni, a quien se debe tanto ese grupo funerario (del lado de la Epístola) como el de Carlos V. En términos generales, todas las piezas volumétricas son muy buenas, para mi gusto destaca una deliciosa Misa de San Gregorio (ca. 1550), apretujada, achaparrada, estofada y policroma. Se debe a un maestro neerlandés y proviene de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada. Entre los rubros divisorios, merece especial atención y cuidado el de las Imágenes de América en la España de los Austrias. Requiere, creo, visita particularizada por parte de los visitantes debido a la delicadeza e importancia de las obras ahora exhibidas.