JUEVES Ť 25 Ť ENERO Ť 2001

Ť En el libre mercado, las ganancias se privatizan y los costos se socializan: Chomsky

Clinton utilizó como ningún otro presidente en 20 años, la fuerza militar de EU en el exterior

Ť Irrefutable, el poderío económico, político y militar de esta nación, dice Samuel Berger

Ť Sin la existencia de un enemigo fuerte, el presupuesto castrense llegó a 311 mil mdd

JIM CASON Y DAVID BROOKS/III Y ULTIMA CORRESPONSALES

Washington, 24 de enero. "Al dejar su puesto el presidente Clinton, Estados Unidos, por cualquier medida, es el poder militar, económico y político irrefutable del mundo", dijo la semana pasada Samuel Berger, asesor de Seguridad Nacional del ahora ex mandatario, al terminar la administración demócrata en la Casa Blanca.

Al cerrar el capítulo de Clinton, Berger y otros han subrayado el legado de este gobierno en el ámbito internacional y le atribuyen la autoría de la nueva política de la globalización en el mundo de la posguerra fría.

Aunque el ámbito económico fue el principal teatro de operación de la política exterior, el militar y político también fueron claves. Según el analista William Hartung, del World Policy Institute, el gobierno de Clinton utilizó la fuerza militar "en el exterior más frecuentemente que cualquier otro presidente estadunidense en las últimas dos décadas, incluyendo a Ronald Reagan".

El aparato militar se fortaleció más, incluso sin la justificación de la existencia de otro superpoder enemigo. El presupuesto militar llegó a 311 mil millones, más de siete veces el gasto militar de las próximas siete potencias militares del mundo combinadas, señala Hartung. En 1999, de las entregas de armas a nivel mundial, 54 por ciento correspondió a Estados Unidos, más que el total combinado de todos los otros mercaderes de armas del mundo.

Durante estos ocho años, Clinton mantuvo la política bélica contra Irak, país donde hasta hoy cazas estadunidenses realizan casi en forma cotidiana bombardeos. Durante este periodo, las sanciones económicas contra Irak promovidas por Estados Unidos han contribuido a la muerte de un millón de civiles de ese país, incluyendo cálculos de hasta 4 mil 500 niños cada mes.

Esta como otras acciones bélicas, muchas ellas definidas como "intervenciones humanitarias", desde Haití a los Balcanes, al norte de Africa, seguirán generando debates sobre el uso de la fuerza militar y sus costos humanos.

Mientras Clinton buscó presentarse como "actor por la paz" en conflictos como los de Irlanda, Medio Oriente, Etiopía y Eritrea, entre otros, la contribución militar a través de armas, asistencia, capacitación militar y los costos humanos del lado armado de la llamada "guerra contra la droga", deberán ser evaluados antes de calificar al presidente saliente como una paloma de la paz.

Un componente reciente de su política exterior también tendrá que ser incorporado al legado de Clinton: el Plan Colombia. Sus consecuencias y su éxito o fracaso (si es que éste continúa bajo la nueva presidencia de Bush), formarán parte del currículo del ex habitante de la Casa Blanca.

ƑAlgo nuevo?

Para Noam Chomsky, el llamado "triunfo de la democracia y el libre mercado" anunciado por el gobierno de Clinton después de la guerra fría, no marca un cambio fundamental en la política estadunidense, más bien intensifica el sempiterno objetivo del Estado estadunidense: mantener la hegemonía mundial de los intereses empresariales. CITIZEN_CLINTON

Queda claro, señala Chomsky, que el sistema de "libre mercado" no tiene nada que ver con "libertad", sino más bien es sólo un sistema en el que "las ganancias son privatizadas, pero los costos y los riesgos son socializados".

Chomsky cita al venerado politólogo de Harvard University, Samuel Huntington, quien establece que Estados Unidos tiene que mantener su "primacía internacional" para el beneficio del mundo, ya que es el único país en el planeta cuya "identidad nacional es definida por una serie de valores políticos y económicos universales". Estos son "libertad, democracia, igualdad, propiedad privada y mercados", y deben ser promovidos por este país para el bien del mundo.

Con ello, Chomsky indica que poco ha cambiado en las premisas fundamentales de este país, y que la presidencia Clinton se debe evaluar en este contexto. Cita a uno de los principales autores de la Constitución, James Madison, quien durante los debates sobre la definición legal de esta república argumentó que existían "dos objetos cardinales de gobierno... los derechos de las personas y los derechos de la propiedad", y defendió que estos últimos tendrían que ser la prioridad, ya que siempre estarán amenazados por la voluntad de la mayoría. Madison sostuvo que se tendrían que establecer equilibrios del poder para "proteger la minoría de la opulencia contra la mayoría".

El legado de Clinton, en su actuación en el escenario mundial, no ha cambiado mucho esta intención.

La prueba de lo anterior es que, según las cifras del Banco Mundial, además de las críticas de los países subdesarrollados al proteccionismo y reglas desiguales impuestas por los más ricos -y los millones que se han manifestado contra esta versión de "globalización" por todo el mundo (desde Londres, Seattle, Washington, Praga, etcétera)-, esa minoría opulenta a nivel mundial es hoy más opulenta y protegida que nunca.