JUEVES Ť 25 Ť ENERO Ť 2001

Ť Eliminan legisladores "el fuero absoluto"

Pierden calidad de intocables los ex presidentes rusos

Ť Boris Yeltsin y sus hijas podrían enfrentar un juicio

Ť Silencio de Putin sobre su ex asesor detenido en EU

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 24 de enero. Aunque el procedimiento no deja de ser complejo, a partir de hoy Boris Yeltsin, como en principio y a futuro cualquier otro ex presidente de este país, puede ser sometido a juicio, por lo cual pierde la condición de intocable que mediante decreto le había concedido su sucesor, el actual mandatario ruso, Vladimir Putin.

Los diputados de la Duma, por amplia mayoría, aprobaron una ley sobre las garantías a los ex presidentes de Rusia, que elimina el fuero absoluto y establece que cualquier ex jefe de Estado puede ser juzgado, en caso de haber cometido "delitos graves" durante su gestión o después de dejar el cargo.

Para ello, es necesario que la procuraduría general inicie una averiguación previa y solicite al Parlamento desaforar al ex presidente, solicitud que procedería de ser apoyada por ambas cámaras, en una plazo máximo de tres meses.

La inmunidad que había otorgado Putin a Yeltsin se extendía también a los miembros de su familia, algo nada despreciable para Tatiana y Elena, sus dos hijas, cuya reputación dista de ser intachable y ha sido severamente cuestionada por la prensa local que las involucra en sonados casos de corrupción como el de Pavel Borodin, detenido la semana pasada en Nueva York.

Ahora, la nueva ley precisa que por miembros de la familia de un ex presidente se consideran "el cónyuge, los hijos independientemente de su edad y otros parientes cercanos, que viven con él y comparten gastos de manutención". Habrá que ver, se preguntan muchos bromistas aquí, si mañana se produce una mudanza intempestiva a la casa de Yeltsin de las hijas con sus respectivos consortes y proles.

La situación del ex presidente, sin embargo, no está como para bromas y, si bien es muy difícil que la actual procuraduría inicie un proceso en contra suya o de sus hijas, la aplicación selectiva de la justicia que se practica en Rusia apunta a que la tranquilidad de Yeltsin depende exclusivamente del Kremlin.

En este sentido, y aunque a la larga podrían afectarlo a él mismo, las restricciones al fuero de Yeltsin benefician a Putin, que adquiere con la nueva ley un poderoso instrumento para contener eventuales presiones de su antiguo jefe en relación con espinosos casos como el ya mencionado de Borodin.

En lo que no parece fortuito, los diputados aprobaron la ley poco después de la reunión de Putin con el líder de la fracción oficialista Unidad, Boris Grislov, segunda fuerza en la Cámara baja que aseguró la mayoría necesaria con los votos de por sí seguros, al menos en este tema, de la bancada comunista.

Con un Yeltsin teóricamente vulnerable, será más fácil para Putin afrontar el difícil caso Borodin. Hasta el momento, el presidente no ha pronunciado palabra alguna en defensa del funcionario encarcelado en Estados Unidos, asumiendo una actitud que sugiere que Putin no quiere comprometerse públicamente con un colaborador de confianza que podría acabar extraditado a Suiza, incluso de conseguir este jueves libertad condicional bajo fianza.

Por lo pronto, en una decisión que habla por sí misma, Putin propuso hoy a su homólogo belaruso, Aleksandr Lukashenko, nombrar a un interino como secretario de Estado de la Unión entre Rusia y Belarusia, dando por sentado que pasará un largo rato antes de que Borodin pueda volver a desempeñar sus funciones, en el supuesto de que algún día pudiera hacerlo.

Lukashenko no tuvo más remedio que aceptarlo, pretextando que la propuesta de designar secretario de Estado es prerrogativa de Rusia. Al mismo tiempo, suspendió ayer intempestivamente su visita a Moscú, sin entrevistarse con Putin, alegando que el presidente de Kirguizia haría una escala en Minsk y había solicitado reunirse con él.

Aparentemente, el malestar de Lukashenko tiene su origen no sólo en el silencio que guarda Putin, mientras él se lanzó al ruedo de las justificaciones de Borodin y lo mínimo que podría esperar es que su colega ruso hiciera lo propio.

Lukashenko decidió regresar a Minsk, poco después de que Serguei Ivanov, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia y brazo derecho de Putin, declaró que había que ver el caso Borodin como un asunto legal y no político.