JUEVES Ť 25 Ť ENERO Ť 2001

Jean Meyer

šCuba sí!.. šno!

Cuando el presidente Putin realiza en Cuba la primera visita oficial de un jefe de Estado moscovita desde hace once, doce años, es una novedad, y cuando pretende reanudar la cadena de los tiempos no sólo está en su derecho, sino que tiene toda la razón. Cuando Fidel Castro usa dicha visita para sus fines políticos no tiene menos derecho, ni menos razón, pero no ofrece ninguna novedad; al contrario, parece que el tiempo se ha parado en La Habana, incluso que va para atrás. Extraña máquina para viajar hacia el pasado, la que armó el comandante.

Fidel no aceptó la perestroika que Gorbachov intentó venderle; felizmente para él, Cuba no estaba tan cerca de Moscú como Berlin-Pankow, así Fidel pudo escapar al beso de la muerte que el buen Misha dio a su homólogo el petrificado Honecker quien, después de una breve estancia en la cárcel post soviética, se fue a morir en exilio en Chile. Por lo mismo Fidel sigue como siempre, en su pose pétrea, frente a la historia, afirmando que ella le hace lo que el viento a...

A sus 75 años, con más de la mitad en el timón, Fidel proclama que la revolución socialista ha llegado para quedarse y que no pactará nunca, ni en lo más mínimo, con el FMI, el mercado y la farsa de la democracia burguesa. Si denuncia sin tregua el bloqueo económico aplicado por Estados Unidos, no desea para nada que desaparezca porque paga unos dividendos políticos bastante jugosos. Por lo mismo le conviene la victoria de George Bush y de ninguna manera la de un ambiguo demócrata que hubiera sido capaz de levantar el embargo como había sido favorable al regreso del niño Elián.

En diciembre pasado Fidel inauguró una estatua de John Lennon, transformado milagrosamente en ícono revolucionario; probablemente eso fue una idea de Abel Prieto, su ministro de Cultura, quien exalta a Los Beatles en su novela recién lanzada en Madrid, El vuelo del gato. El mismo Prieto no duda en decir que "si existe un criterio aperturista en Cuba, viene del propio Fidel", y que en la isla no hay censura: "Publicar a Zoé Valdés sería sencillamente un pecado imperdonable. Yo, a eso no lo llamo censura". Luego tachó a Cabrera Infante y a Gastón Vaquero de "criaturas abominables, pero grandes escritores"; ni modo "y la memoria nos recuerda el repugnante, el intolerable itinerario político de muchos grandes escritores". Veremos dentro de algunos años cuál habrá sido el itinerario del escritor Prieto.

En los mismos días, Fidel recordó en la Cumbre Iberoamericana, cuando se negó a condenar el terrorismo etarra, su vieja simpatía por la guerra contra el "imperialismo". No en vano sigue prefiriendo su battle-dress a cualquier otro ropaje (lo entiendo, es más cómodo que el traje-corbata); no en vano ha dirigido a Cuba durante varios decenios de guerra, desde 1959 hasta el fin de la guerra de Angola. Llevó primero la guerra a toda América Latina, incluso indirecta y en episodios a México; luego con la Tricontinental se entusiasmó para todos los frentes que se abrían: Africa, Vietnam, Palestina, Líbano, Irlanda, País Vasco. Luego, como Legión Extranjera (negra) de la URSS, operó de manera decisiva en Somalia, Etiopía y Angola. Pocos países, en el siglo XX han vivido un periodo bélico tan largo, involucrando tantos hombres, proporcionalmente al número de habitantes. Esos años coincidieron con el apogeo de la prosperidad cubano-soviética.

Luego vino la salida de las tropas cubanas de Angola y la caída de la URSS, con lo cual Fidel, por primera vez tiene que enfrentar una situación para la cual el hombre de todas las batallas, el hombre en battle-dress, está mal preparado: la paz. Estados Unidos nunca entendió que hacerle la guerra, directa o indirectamente, era hacerle un gran favor. Cortar las comunicaciones telefónicas entre la isla y Estados Unidos es para Fidel una manera de recalentar esa guerra que justifica todos los fracasos, explica todas las crisis económica, social y políticas. En un país-cuartel, reinando una disciplina militar, todos los problemas pueden administrarse de una u otra manera.

[email protected]