CASO STANLEY: EL FALLO Y LAS DUDAS
En
los más de 18 meses transcurridos desde el asesinato del conductor
televisivo Francisco Stanley --y de Juan Manuel de Jesús Núñez,
un vendedor de seguros que pasaba por el lugar del crimen-- hasta el fin
del primer episodio judicial del caso, que culminó ayer con la absolución
de los acusados por parte del juez 55 penal, Rafael Santa Ana Solano, el
hecho criminal y las investigaciones que le siguieron provocaron la polarización
de la opinión pública y de la clase política, se ramificaron
en nuevas disputas y procesos legales y dieron lugar a la exhibición
de numerosas situaciones irregulares que distan de haber sido esclarecidas.
Ciertamente, en tanto no se llegue al fin de las secuelas
judiciales en torno al homicidio, el fallo dictado ayer por el juez Santa
Ana Solano otorga la formal condición de inocentes a Mario Rodríguez
Bezares, Paola Durante Ochoa, Erasmo Pérez Garnica, El Cholo, Rosendo
Martínez, Jorge García y Luis Amezcua Contreras. Corresponde
ahora a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal
(PGJDF) decidir si presenta un recurso de apelación ante el Tribunal
Superior de Justicia de la capital, instancia que, en ese caso, podrá
ratificar el fallo del juez 55 o revocarlo y declarar culpables a los coacusados.
En esa perspectiva, y si la procuraduría capitalina
opta por recurrir a la instancia superior de justicia, la resolución
absolutoria emitida ayer seguirá enmarcada, como ha ocurrido en
todos los episodios anteriores de este complejo caso, en la intensa polémica
pública en la que, de una u otra forma, han participado el ex procurador
capitalino Samuel del Villar, el ombudsman capitalino, Luis de la Barreda,
varios directivos de Tv Azteca --para la cual trabajaban Stanley y Rodríguez
Bezares-- y diversos funcionarios federales del pasado gobierno.
Aunque la sentencia referida haya sido formulada y emitida
conforme a derecho --y, como lo dijo el procurador capitalino, Bernardo
Bátiz, no hay motivos para suponer lo contrario--, en el curso de
las pesquisas y del proceso legal salieron a la luz datos incómodos:
la descomunal fortuna del conductor asesinado y su adicción a la
cocaína, compartida por su patiño --ambos, cabe recordar,
salían a cuadro con el lema "Di no a las drogas"--; asimismo, la
investigación exhibió la comisión de posibles actos
delictivos en el ámbito del Poder Ejecutivo federal --y hasta ahora
no esclarecidos a plenitud--, como la expedición, por parte de la
Secretaría de Gobernación, de credenciales apócrifas
que acreditaban a Stanley y a Rodríguez Bezares como empleados de
esa institución y las conductas de Miguel Angel Yunes Linares, ex
coordinador de Asesores de esa misma secretaría, acusado por la
PGJDF de falsear declaraciones y divulgar indebidamente documentos confidenciales.
Mención aparte merece el nunca esclarecido papel de Luis Gabriel
Valencia --conocido como el cocinero del narcotraficante Amezcua Contreras--,
quien pasó de ser un testigo clave de la parte acusadora a defensor
de la inocencia de los inculpados. Los bruscos cambios de versión
de Valencia, así como sus declaraciones contradictorias sobre las
supuestas presiones, apremios y amenazas de que fue objeto para que sostuviera
una u otra posición, constituyen el más claro ejemplo de
los enigmas que persisten en el caso y hacen pensar que, independientemente
de que la sentencia absolutoria emitida ayer haya sido formulada conforme
a derecho, el proceso legal en su conjunto pudo ser desvirtuado por intereses
tan poderosos como inconfesables, que deben ser investigados en el marco
de las nuevas actitudes gubernamentales contra la delincuencia organizada.
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