LOS MEROLICOS DE DAVOS
Mientras
la policía suiza baja de los trenes, al azar, a los "portadores
de caras" (es decir, a los jóvenes barbudos o cabelludos y sin corbata
y, por lo tanto, sospechosos de no ser conservadores), en la tribuna de
Davos disputan un raro concurso los oradores de los países, las
trasnacionales y las organizaciones que --como el Banco Mundial-- ejercen
la llamada "gobernancia" mundial (horrible neologismo pero aun más
atroz semirrealidad). Es verdad que, en política, "sólo un
idiota cree en las palabras", pero en el caso de que todavía alguien
cometa esa ingenuidad, al escuchar los discursos oficiales llegaría
a la conclusión de que en Davos se está realizando un cónclave
de socialistas y "globalifóbicos" que se distancian lo más
posible de la política real del capital financiero internacional.
Los elogios del presidente suizo, por ejemplo, a Carlos
Marx o las exhortaciones oficiales a combatir la pobreza que las instituciones
y trasnacionales allí presentes provocan y promueven por intermedio
de los gobiernos "globalifílicos", son un ejemplo resplandeciente
del doble discurso de orwelliana memoria, o "neolingua", donde lo que se
dice no tiene nada que ver con el significado real de las plabras y menos
aun con la intención de quien habla. Al mismo tiempo, son un ejemplo
de manual de la utilización de la hipocresía con el apoyo
de los medios masivos de comunicación, combinando los instrumentos
religiosos de dominación secular (que hablaban de caridad para mantener
en calma a las víctimas de los señores de vidas y haciendas)
con los métodos del experto nazi en comunicación, Goebbels,
quien sostenía que una mentira puede llegar a ser creída
si se le repite constantemente.
Los banqueros aparecen así preocupados por la pobreza
mundial, y los gobiernos por los efectos sociales de la política
del Fondo Monetario Internacional que aplican al pie de la letra, y tanto
unos como otros gorjean hermosas palabras sobre la solidaridad en el mismo
momento en que, como en Francia (que no tiene, sin embargo, uno de los
gobiernos más conservadores), se intenta alargar la edad para las
jubilaciones y regalar a las compañías de seguros los ahorros
de toda la vida de los trabajadores ancianos.
Los discursos de quienes condenan, en las palabras, las
políticas que aplican y fomentan, y que son el resultado de la filosofía
sobre la primacía absoluta del mercado y de las ganancias por sobre
todas las demás consideraciones, reflejan, además, una conciencia
aguda sobre la impopularidad de su línea económica-social
y el temor al crecimiento de las protestas mundiales contra la misma. En
ese sentido, la veleta de los discursos parece marcar una gran sensibilidad
ante los nuevos vientos que soplan o soplarán, sobre todo en el
caso de que el crecimiento cero de la economía estadunidense provoque
reacciones sociales en los países industrializados y, particularmente,
en los emergentes. Muchos se curan entonces en salud, otros toman distancia
de sus mentores y miran hacia otro lado, diciendo "yo no tengo nada que
ver con esta política abominable" mientras siguen ejecutándola,
otros, por último, buscan la cuadratura del círculo, o sea
mantener una opción neoliberal pero sin pobreza, sin desocupación,
con menores desigualdades sociales y hasta con democracia. La confusión
reina en Davos, pero eso no es nada positivo.
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