DOMINGO Ť 28 Ť ENERO Ť 2001

Miguel León-Portilla

Chiapas, el diálogo necesario

Es cierto que ya ha habido diálogo entre el EZLN y el gobierno federal. Sólo que ese diálogo por mucho tiempo resultó inútil, precisamente porque el gobierno del presidente Ernesto Zedillo se rehusó a enviar al Congreso los acuerdos suscritos en San Andrés Larráinzar. Se pensó que esos acuerdos, de convertirse en fundamento de reformas constitucionales y en la formulación de otras leyes, traerían consigo la fragmentación del país. Con ese y otros argumentos durante cuatro años quedó cerrado el diálogo.

Ahora la situación es otra. En el Congreso hay tres propuestas legislativas. Una es la que envió el anterior gobierno, modificando sustancialmente los acuerdos de San Andrés. Otra, presentada hace algún tiempo por el Partido Acción Nacional, también se aleja de los dichos acuerdos. Finalmente, la tercera propuesta, enviada por el presidente Vicente Fox, tiene como base lo acordado en San Andrés según la formulación de la Cocopa, es decir, la Comisión de Concordia y Pacificación, integrada por miembros del Congreso. A esta última, por cierto, habrá que añadirle el tema de la educación, que en el artículo tercero constitucional debe dar cabida a lo concerniente a la formación de los niños y jóvenes indígenas con el fomento de sus lenguas y valores culturales.

Otros hechos, muy significativos dentro de la nueva situación, son la instalación de un nuevo gobierno estatal en Chiapas, dispuesto a escuchar las demandas indígenas. También el hecho de la anunciada venida a México de Marcos y varios representantes de los indígenas afiliados al EZLN. Y, desde luego, son también otro hecho importante las declaraciones y los deseos de participación expresados -en pro o en contra de los acuerdos y de la mencionada venida- por distintos grupos de la sociedad civil y por determinadas personas.

Como signos muy positivos en lo que está ocurriendo recordaré que un estudioso de estirpe náhuatl, el licenciado Marcos Matías Alonso ha sido nombrado director del Instituto Nacional Indigenista, y una dama de origen ñahñú (otomí), la maestra Xóchitl Gálvez, es titular de la Oficina de Desarrollo de los Pueblos Indígenas, muy cercana a la Presidencia de la República.

Diríamos que este es el escenario y estos son actores que se perfilan en lo que va a ocurrir. Un pregunta clave parece desprenderse de todo ello: Ƒse producirá el diálogo que todos deseamos, es decir, el que conduzca a expresiones de consenso en las que las demandas indígenas encuentren las respuestas que por años y siglos se les han rehusado?

No reiteraré aquí los puntos centrales de esas demandas. En última instancia se resumen en el derecho a una presencia plena de los pueblos indígenas en un proyecto de nación para México y en el establecimiento de un nuevo marco jurídico que hagan posible su consiguiente participación en la vida del país, en el disfrute de sus recursos y con el respeto a sus lenguas y diferencias culturales.

Para lograr esto, el diálogo será necesario. ƑDiálogo entre quiénes? Si de verdad queremos democracia, el diálogo necesario debe darse entre cuantos se interesan por el ser y destino de los pueblos indígenas, la raíz más honda de nuestro ser nacional.

Desde luego que más que nadie deberán participar en el diálogo los representantes de los pueblos indígenas y quienes deberán escuchar sus demandas para darles respuesta, reformando lo que haya que reformar en el orden jurídico y legislando de nueva cuenta en todo lo que se requiera.

Una posibilidad será que el Congreso, en periodo extraordinario de sesiones si fuere menester, dialogue con los indígenas en ocasión de su próxima visita. Entonces podrán analizarse, punto por punto, los desatendidos acuerdos. En el diálogo -obviamente llevado a cabo con normas que habrá que establecer para proceder con orden- podrán participar también los asistentes que lo soliciten, en especial los representantes de diversos grupos indígenas.

El diálogo necesario será entonces realidad. Transmitido por televisión, el país podrá seguirlo de cerca. El Congreso, los indígenas y, en fin, todos los participantes dedicarán al mismo cuanto tiempo se requiera. El país todo y también muchos hombres y mujeres en el ancho mundo estarán atentos a lo que allí se debata. Es el destino de los pueblos indígenas y de la nación entera lo que está en juego; el de las gentes que, a pesar de todos los pesares, se han mantenido de pie, preservando sus lenguas y diferencias culturales. Si el diálogo necesario se realiza y llega a buen término, muchos en el mundo tendrán en él un ejemplo de democracia y justicia. México habrá reconocido al fin la riqueza más grande de su propio ser: la sinfonía viviente de sus muchas lenguas y de sus variadas formas de creatividad cultural.