DOMINGO Ť 28 Ť ENERO Ť 2001

Ť Pequeño de cuatro años, con severa afectación neurológica por mala atención

Caso de parálisis cerebral, por negligencia médica

Ť El niño nació en parto normal, pero con una hiperbilirrubinemia que no fue detectada

Ť Los responsables, exonerados de la reparación del daño; la madre pide apoyo para atenderlo

ANGELES CRUZ

Gamaliel no se sienta solo, tampoco sostiene su cabeza y es incapaz de moverse por sí mismo. Sólo come papillas, no sabe masticar. Usa pañal y si está acostado tiene que ser bocabajo; de otra manera se asusta y empieza a gritar. Requiere atención personalizada, las 24 horas del día, por la parálisis cerebral que padece a consecuencia de una hiperbilirrubinemia, mal atendida en sus primeros días de nacido.

La Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) dictaminó que se trata de negligencia médica e incluso existe sentencia penal condenatoria en contra de los dos médicos responsables. El juez absolvió a los responsables de la reparación del daño, por lo que después de cuatro años, el pequeño sigue esperando que alguna autoridad responda a las peticiones que por todos lados ha presentado su madre -trabajadora del Metro- para ser indemnizada y obtener los aparatos de rehabilitación y prótesis que por lo menos le permitan mejorar su calidad de vida.

El 2 de septiembre de 1996, la señora Ivonne Palacios Mosqueda culminó su segundo embarazo con una operación cesárea realizada en el hospital Santa Elena. De acuerdo con los reportes médicos, el niño Gamaliel nació sin complicaciones, de manera completamente normal. Al segundo día madre e hijo fueron dados de alta, pero el bebé tenía un color amarillo al que los médicos no le dieron ninguna importancia y únicamente le recomendaron a la madre que le diera "baños de sol".

Una semana después, el color amarillo de la piel, e incluso de los ojos, fue más intenso. En una nueva revisión médica en la Clínica Taxqueña del Sistema de Transporte Colectivo (Metro), la doctora Irma Escorcia Uribe recomendó "continuar con los baños de sol" y, de persistir el problema, en la siguiente visita (un mes después) le practicarían a Gamaliel algunos estudios clínicos para determinar el problema.

Apenas habían pasado cinco días cuando el niño dejó de comer y tuvo vómito. Fue internado de urgencia en el hospital Santa Elena, donde después de practicarle las pruebas de laboratorio, empezó con convulsiones y pasó al área de terapia intensiva. Los médicos determinaron que requería de un "cambio de sangre". Después, el doctor Antonio Lavalle Villalobos, jefe de pediatría de los Servicios Médicos del STC, dijo a la madre que en realidad su hijo requería una transfusión sanguínea.

El 24 de septiembre salió de terapia intensiva. Para entonces Gamaliel ya tenía movimientos involuntarios de las manos, la mirada perdida, temblor en la barbilla. Un neurólogo del nosocomio informó a los padres que el niño tenía "alto riesgo de secuelas neurológicas" y que tendría problemas motores. Nada más.

Ivonne Palacios, madre del niño, jamás fue informada de que en realidad Gamaliel sufriría de parálisis cerebral durante toda su vida. "Me confié a lo que ellos me dijeron, que simplemente se tardaría más en ser un niño normal. Que no se sentaría a la misma edad que todos los bebés y que tal vez se tardaría para poder hablar".

Sin embargo, las diferencias fueron abismales. El bebé ya no comía del pecho materno, como sí lo hacía cuando recién nacido, y con el tiempo la madre se percató de que tampoco reaccionaba a las voces y parecía no ver. Según los médicos que lo atendieron en el Santa Elena, el nivel del daño neurológico podría conocerse con precisión hasta que tuviera dos años de edad y únicamente recomendaron iniciar terapias de rehabilitación.

Mientras Ivonne relata su historia, el pequeño Gamaliel permanece tranquilo en los brazos de su madre. De repente voltea, observa fijamente y sonríe. Hasta ahora no ha podido iniciar una rehabilitación formal porque los lugares de atención están lejos de su domicilio y en horarios inaccesibles para sus padres. Además, por sus bajas defensas, cuando el menor sale a la calle se enferma de las vías respiratorias con mucha facilidad.

En mayo de 1997, lvonne acudió a la Conamed a presentar una queja por negligencia médica. El personal de esa institución le recomendó buscar el apoyo del sindicato y también le informaron que la comisión tenía "un poder moral y no jurídico para intervenir en estos casos". Con ese comentario, "yo decidí que no me servía para nada ese poder moral. Mi hijo necesita que le hagan justicia y le ayuden, porque toda su vida tendrá que cubrir grandes necesidades", señala la señora.

Después de múltiples gestiones ante el Sindicato de Trabajadores del STC, Ivonne se entrevistó con funcionarios de la dependencia, pero al final le dijeron que el STC no podía responsabilizarse de lo que le pasaba a Gamaliel y que sólo si existiera una orden judicial "que condene al STC para resarcir o pagar los daños, se procederá en consecuencia".

Los servicios médicos que recibieron Ivonne y su hijo Gamaliel son responsabilidad del STC, donde ella labora. El hospital presta sus instalaciones y los médicos son contratados por la dependencia de gobierno. Toda la supervisión de esta prestación está a cargo de un funcionario del Metro, el doctor Lavalle Villalobos.

Para Ivonne no hay duda: el STC-Metro tiene que ayudarla.

En junio de 1997 presentó denuncia penal en contra de los doctores Escorcia Uribe y Lavalle Villalobos. Dos años después, el juez vigésimo tercero de lo penal dictaminó que Escorcia Villalobos incurrió en el delito de lesiones culposas por responsabilidad profesional y le impuso una pena de un año 9 meses de prisión y suspensión laboral por seis meses 22 días. Fue absuelta de la reparación del daño.

En noviembre del 2000, el mismo juzgado sentenció a Lavalle Villalobos a dos años un día de prisión y suspensión de cinco años un día en el ejercicio de su profesión. Igualmente fue absuelto de la reparación del daño.

En el desarrollo de la investigación, el juez solicitó un dictamen técnico a la Conamed, el cual afirma que hubo negligencia médica: la doctora Escorcia no realizó los estudios paraclínicos para investigar el origen de la ictericia (color amarillo), mientras que Lavalle Villalobos "debió otorgar el tratamiento de exsanguineotransfusión al paciente, inmediatamente después de conocer los resultados de laboratorio clínico tal y como lo establecen los protocolos en manejo de hiperbilirrubinemia para evitar mayor daño neurológico y disminuir el riesgo de más secuelas, lo cual queda plenamente comprobado".

El siguiente paso de la familia Vergara Palacios fue el inicio de la demanda civil contra el STC-Metro, en diciembre de 1999. A la fecha el trámite está en curso, pero "nuestra situación ya es insostenible", afirma Ivonne, y explica que necesita dedicarse de tiempo completo a la rehabilitación de Gamaliel y retomar las terapias que le ayuden a desarrollar algunas capacidades motoras, como comer y hablar.

Mientras, Gamaliel sigue ahí, sin moverse, esperando.