En tanto se le juntaba la clientela, convocaba, acá en corto, a sus ayudantes, ''órale hijo, no dejes que se nos vengan encima'' y ya con los incautos casi sobre su puesto, clamaba ''amuletos fablicados pol mi''.
Turistas y citadinos fueron llegando para la celebración del rito anual. En tanto la disputa por una mesa en la media docena de restaurantes era ferrea, también se requería de la virtud de Job para sentarse a comer y ya con el apetito más que abierto parecía transcurrir otro año para ser atendido.
Aquellos que todavía tienen la costumbre de ir de compras al Centro se toparon este sábado con el espectáculo multicolor y acrobático de la feligresía oriental, los practicantes del wu shu con sus eléctricos movimientos que resultan harto arriesgados cuando manejan el látigo de nueve segmentos metálicos que en la punta llevan un dardo.
El público disfrutó y festejó sin importar apretujones. Ya compraban medallas para atraer el amor, alejar la envidia y allegarse buena suerte, que se paraba a mirar las gimnásticas evoluciones de los que manejan a los coloridos leones, los más chicos del sur y los más grandes del norte.
Ya con el dragón en pleno baile, la pirotecnia china se hizo presente y una blanca cascada iluminó profusamente la calle que dejó ver en una manta, signo de los tiempos en contraste con esta milenaria celebración: kungfu.com.mx