Punto de partida, la desregulación del sector eléctrico
La crisis energética en California
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 28 de enero. Apagones, choques por falta de semáforos, elevadores atorados por horas, incertidumbre en las empresas y hogares, una crisis política y la declaración del estado de emergencia oficial. Todo esto no estaría fuera de lo normal en muchos países pobres del Tercer Mundo, pero durante los últimos diez días ha sido el caso en la séptima economía del mundo y el corazón de la tecnología de punta del planeta: California.
Como en cualquier crisis, todos culpan a los demás. Los políticos, a las empresas de electricidad; las empresas, a los políticos y a los ambientalistas; los consumidores, a las empresas y a los políticos juntos; los expertos del sector privado, a la falta de fe en el mercado libre; los defensores de los consumidores y el medio ambiente, a la avaricia de las empresas y al mercado libre. El debate ha llegado a tales alturas que un legislador estatal de California ya propuso la estatización de todas las plantas hidroeléctricas del estado.
Pero las consecuencias de esta crisis y su manejo tendrán un impacto nacional y hasta internacional. Por el momento, el experimento de "desregular" o privatizar el sector eléctrico en este país ha obligado a por lo menos otros cuatro estados a reconsiderar su intención de implementar alguna versión del modelo de California.
ƑPero cómo fue posible que estallara una crisis de esta magnitud en el estado más grande y rico de Estados Unidos, una tan grande que hasta amenaza dejar sin imagen a varios televisores este fin de semana durante uno de los actos nacionales más esperados: el Supertazón de futbol americano?
La respuesta simple a una situa- ción bastante compleja es que este fue un caso donde se manifestaron las consecuencias del llamado "mercado libre" sobre recursos públicos: las ganancias fueron privatizadas y los costos socializados.
La desregulación del sector eléctrico en California, iniciada en 1996, transformó un sistema en el que unos cuantos monopolios, estrictamente regulados por el gobierno estatal, suministraban casi toda la electricidad con ganancias garantizadas pero limitadas, a uno en el que decenas de empresas privadas supuestamente competían entre sí para ofrecer electricidad con ganancias sin límite y con menor injerencia estatal y sin subsidios públicos.
Las ganancias en los primeros cuatro años del experimento han sido enormes. Esta semana, investigadores de la organización de defensa del consumidor Public Citizen revelaron que las siete empresas más grandes del sector eléctrico obtuvieron ganancias sin precedente de 4.5 miles de millones de dólares desde abril de 2000 hasta finales de ese año (57 por ciento más de lo que obtuvieron en el mismo periodo durante 1999).
Las dos grandes empresas privadas de servicios públicos antes reguladas por el estado también lucraron en las etapas iniciales de la desregulación. El diario Los Angeles Times reportó esta semana que Southern California Edison y Pacific Gas & Electric ganaron, cada una, unos 10 mil millones de dólares en ingresos después de los costos de procurar energía, sólo en los dos primeros años de la desregulación.
Gran parte de estas ganancias se trasladaron a los accionistas, y ahora son estas mismas empresas las que este mes alertan que están al borde de la bancarrota, y que necesitan pasarle la cuenta al público, tanto para resolver su deuda como para pagar los costos astronómicos de comprar electricidad al mayoreo de otros surtidores.
Según la explicación oficial, la crisis comenzó en California precisamente por el gran crecimiento económico que ha gozado el estado -6 por ciento en 2000, 1.5 por ciento más que la tasa nacional-, lo cual elevó más de lo previsto los niveles de consumo de electricidad. Esto obligó a las empresas a buscar fuentes adicionales de suministro y, gracias al "mercado libre", los precios de energía que compran estas empresas de otras fuentes se dispararon al mismo tiempo. Pero el acuerdo de la desregulación del sector estableció un precio límite que estas empresas podían cobrar al consumidor.
Con los precios, cada día más elevados, que tenían que pagar las empresas por la compra al mayoreo de electricidad y su obligación de vender a un precio límite, dejó de ser negocio, se reportaron fuertes pérdidas y ahora se advierte que las empresas están al borde de la bancarrota, mientras California sufre su décimo día de emergencia energética oficial.
"Uno tiene una economía de primer mundo que de pronto se desploma a un ambiente económico de tercer mundo", comentó al New York Times Jack Kyser, economista en jefe de la Corporación de Desarrollo económico del condado de Los Angeles.
Pero la explicación oficial de la crisis oculta ciertos aspectos de la misma. Aquí hay más que sólo un problema de oferta y demanda y de política de precios. La iniciativa de "desregularizar" el sector -esto es, permitir que operara dentro del esquema del libre mercado- se justificó como algo que resultaría en más competencia, mejores precios al consumidor y menor injerencia y subsidio del estado. Pero los precios al consumidor son estratosféricos, y el estado, de alguna manera, tendrá que buscar la forma de rescatar al sector eléctrico con fondos públicos para resolver esta crisis.
Entre las causas centrales del fracaso, señalan críticos, está la avaricia. Gregory Palast, fundador del Grupo de Reforma de las Empresas de Servicios Públicos en Gran Bretaña (el modelo de desregulación de California fue inspirado por el de Gran Bretaña), declaró: "los apagones de California son un caso simple de avaricia empresarial descontrolada, algo predecible y que se pronosticó". Agregó que "la llamada desregulación es una mentira; es simplemente trasladar la regulación por parte de agencias de un gobierno democrático a un círculo no electo de manipuladores del mercado".
Otro aparente mito en torno a la crisis actual es que los límites de precios fueron impuestos para beneficio de los consumidores. En realidad, ese precio fijado no fue un "techo", sino un "piso", algo solicitado por las propias empresas para garantizar, cuando los precios de la electricidad estaban bajos, ingresos (y un nivel de ganancias) mínimos. Las empresas que ahora se quejan de que el modelo las está obligando a la bancarrota hoy, fue el mismo que generó ganancias sin precedente de miles de millones en los últimos cuatro años. Una de esa empresas trasladó 9.6 mil millones de dólares a su empresa matriz, que se distribuyó a accionistas, en vez de invertirlo en nuevas plantas para poder satisfacer el consumo a futuro.
Otro mito en la versión oficial sobre la crisis es que el incremento inesperado de consumo fue un factor clave en esta crisis, pero según Public Citizen, los niveles de consumo no son mayores a los de hace un año.
Y es interesante que los californianos no parecen aceptar las explicaciones oficiales. Según la Encuesta Field, realizada en California, casi seis de cada 10 residentes sospechan que la crisis es más una maniobra de las empresas para elevar tarifas que una falta de electricidad provocada por una creciente demanda e insuficiente generación energética.
Para los campeones de la desregulación -o la introducción del mercado libre al rubro de los servicios públicos básicos-, esta crisis es un grave revés con implicaciones nacionales. Se reporta que cuatro estados están revaluando o suspendiendo sus iniciativas para promover este modelo. Para los defensores del modelo, como la revista The Economist, el Wall Street Journal y numerosos economistas y analistas, el modelo no tiene nada de malo, sino que la forma en que se aplicó fue errónea.
"Si el suministro de electricidad fuera un monopolio natural, sería correcto preocuparse de que la desregulación podría ir demasiado lejos, al costo del consumidor. El hecho es que no es un monopolio natural", opina The Economist. Señala que con la posibilidad de las micro plantas de generación eléctrica, la producción local y la reducción de precios de los consumidores empresariales se beneficia a todos. Argumenta que el error de California fue no aplicar la reforma de una forma pura y completa.
Sin embargo, existe un oasis en la crisis de California. La ciudad más grande de la entidad, Los Angeles, no ha sufrido los efectos de la crisis. Resulta que tampoco es partícipe en el gran experimento con el mercado libre. Los Angeles funciona con una empresa de luz pública, cuyo dueño es la propia municipalidad.