MIERCOLES Ť 31 Ť ENERO Ť 2001

Ť El filósofo inaugura una serie de conferencias en El Colegio Nacional

Democracia plena, hasta que el pueblo consiga un poder real, dice Luis Villoro

Ť Ante el liberalismo excluyente plantea voltear la mirada hacia la comunidad y el republicanismo

MARIA RIVERA

La búsqueda de la democracia no se agota en la obtención de procedimientos electorales transparentes, ni se puede llamar plena hasta que el pueblo consiga un poder real, en el que nadie pueda ser excluido. Esa fue una de las conclusiones del doctor Luis Villoro, en la conferencia con que se inauguró el ciclo Perspectivas de la Democracia en México, en El Colegio Nacional. Durante cinco jornadas, algunos de los más importantes intelectuales reflexionarán sobre el significado y las posibilidades de esta forma de gobierno, invitando a los ciudadanos a una discusión racional y argumentada sobre la realidad política del país.

Después de saludar el primer paso de México para "desterrar prácticas autoritarias y corruptas" conseguido el 2 de julio pasado, el filósofo llamó a una reflexión serena sobre el contenido de la democracia de corte liberal que se ha impuesto a escala planetaria, ante la paradoja que ha generado: "Decididos a asegurar la libertad de todos, han provocado, sin embargo, la exclusión de muchos". Ante esta visión del mundo, Villoro propuso explorar la posibilidad de una democracia comunitaria, en la que se unirían los valores de las democracias comunitarias tradicionales con los de la república moderna.

Advierte que esta versión correspondería a una situación histórica novedosa porque si bien el republicanismo anterior estuvo ligado a la construcción de los estados nacionales, el nuevo tendría que tomar en cuenta la crisis actual del Estado-Nación moderno, ante la globalización por un lado, y la renovación de las reivindicaciones de autonomía de los pueblos que lo componen, por el otro.

Al finalizar el siglo xx la mayoría de las naciones ha aceptado la democracia representativa de corte liberal como la única opción de gobierno, expuso el investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM ante una audiencia mayoritariamente estudiantil. Ante la derrota de los regímenes totalitarios, los países desarrollados PLANTON _EZLN buscaron asegurar la libertad política de sus ciudadanos contra la sujeción de los individuos al poder absoluto del Estado. Esta reacción también repercutió en América Latina, que salía de la barbarie de los regímenes militares y procuraba deshacerse del Estado asistencial populista. Sólo que en los últimos años ha empezado a cuestionarse al liberalismo como la única opción de gobierno al evidenciarse las injusticias que conlleva.

"La protección de las libertades individuales, a la vez que reconoce la dignidad básica de las personas, conduce a la exclusión de los menos aptos", argumenta el filósofo. Todos los ciudadanos son iguales entre sí, pese a sus diferentes situaciones materiales y culturales, así hombres y mujeres quedan uniformados desde el punto de vista político. El Estado-Nación es concebido como un ámbito homogéneo, donde no cuentan las diferentes identidades culturales ni las desigualdades sociales. Las diferencias se colocan en el ámbito privado. Y en la esfera pública, la democracia representativa remplaza el poder real del ciudadano por el de un grupo de funcionarios que lo sustituye, "gracias al procedimiento de tomar al ciudadano como un número cuantificable".

Esta democracia requiere, para ser operativa, de grupos excluidos de las decisiones políticas, y a los que no opinan como el denominador común, se les considera "extremistas". Pero también son marginados quienes no pueden hacer valer sus derechos en la competencia: los inmigrantes y los abandonados socialmente. En los países subdesarrollados la zona de exclusión es mucho más amplia y en ella se encuentran los que pertenecen a tradiciones culturales diferentes, los iletrados, los ignorantes de sus derechos políticos, quienes no se reconocen en ningún partido político.

Todas estas injusticias, enfatizó, han provocado el surgimiento de voces alternativas. Algunas de éstas provienen de la tradición cultural occidental, pero otras aparecen en pueblos que fueron colonizados por Europa. Esta crítica de la democracia liberal ha adquirido diferentes modalidades en América Latina, algunos han optado por modelos guerrilleros, y otros -donde está incluido el movimiento neozapatista- no pugnan por una subversión de la democracia representativa, sino por su realización plena, buscando eliminar la exclusión de los desiguales.

Estos movimientos están ligados a la restauración de formas de vida originarias, que comprenden formas de gobierno que se les podría llamar democracias comunitarias. Según este ideal, el poder último reside en la asamblea, en la que tras una discusión se deciden por consenso los asuntos importantes. Admite que esto sólo es posible en comunidades pequeñas donde es posible la comunicación entre sí. Pero las sociedades complejas también pueden tomar algunos de estos valores, uniéndolos a los que provienen del republicanismo -que difiere del liberalismo en un punto central: no admite la neutralidad del Estado ante el bien común. El Estado se compromete con valores comunes y busca promoverlos.

Las características que tendría esta alternativa, dijo, revalorarizaría las formas de vida y las instituciones comunitarias y al reconocer a la comunidad como la base de la democracia implicaría una difusión radical del poder político, de la cima a la base del Estado. El poder político se acercaría al pueblo real, impidiendo el dominio de los espacios locales por caciques y sectas partidistas. Los efectos nocivos de la democracia representativa podrían ser limitados por procedimientos provenientes de la democracia directa. Las funciones del Estado quedarían reducidas a funciones específicas, a los asuntos que compitieran a la unión de todas las instancias inferiores de gobierno. Frente al Estado-Nación homogéneo, cuyo poder centralizado dominaba los poderes locales, se tendría un Estado plural que derivara su poder del reconocimiento y la cooperación de las diferencias, que promueva el bien común, sin posibilidad de ser neutral, comprometido con valores que rebasan los intereses de cualquier entidad local. En resumen: sería un Estado plural y justo.

La aportación de las sociedades indígenas -que se niegan la exclusión y en las que todos tienen su lugar y son objeto de consideración- a la discusión democrática es de carácter ético, concluyó: su mera presencia es un llamado de atención hacia los valores prevalecientes. "Dicen: cuidado, la sociedad individualista, egoísta y excluyente en que viven no es la única posible. Hay otras formas, tengan el valor de emprenderlas".