JUEVES Ť Ť FEBRERO Ť 2001

La nueva Ley de Extranjería desata odio contra migrantes


Xenofobia en España

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 31 de enero. George Vacaletu, un senegalés de 36 años, llegó hace ocho meses a España en una de esas pequeñas embarcaciones de madera llamadas patera, que cada día transportan a decenas de personas con un único afán: cruzar el Estrecho de Gibraltar y llegar a España donde, dicen ellos, "hay mucho trabajo en los campos de cultivo".

Vacaletu trabajó algunos meses, pero la entrada en vigor de la nueva Ley de Extranjería, aprobada con la mayoría absoluta con que cuenta en el Congreso el Partido Popular, al que pertenece el presidente conservador José María Aznar, lo tiene postrado desde 11 días en una huelga de hambre que comparte con otros 800 inmigrantes en iglesias de Barcelona y Melilla.

Vacaletu ya empieza a sufrir los efectos del ayuno: las fuerzas flaquean, es difícil conciliar el sueño y el cuerpo ya no responde con la misma agilidad a las órdenes del cerebro. Pero su protesta, ha dicho, pretende llevarla hasta las últimas consecuencias: "Antes muerto que regresar a mi país", fue su consigna.

Estas protestas coinciden con la visita a Ecuador del ministro español del Interior, Jaime Mayor Oreja, uno de los más entusiastas impulsores de la nueva Ley de Extranjería, quien se ha topado en Quito con movilizaciones y protestas por la nueva política migratoria española. El martes se anunció que Mayor Oreja y el canciller ecuatoriano, Heinz Moeller, firmarían un acuerdo en el que ambas naciones se comprometerían a luchar contra la inmigración ilegal, el tráfico de trabajadores y la falsificación de documentos.

Hoy se anunció que esta parte del convenio está acordada, pero no así el destino que tendrán aproximadamente 75 mil inmigrantes ecuatorianos ilegales en España, diferendo que, según fuentes oficiales, sería solucionado "de un momento a otro". Las fuentes dijeron que por "motivos de seguridad" no se informaría del estado de las negociaciones sobre este punto.

Con el documento, Madrid prevé reservar a los ecuatorianos 30 por ciento del cupo de inmigrantes que el gobierno aprobará anualmente, que es de unas 40 mil personas. El acuerdo niega a los migrantes el derecho de asociación y manifestación, una vez que sean aceptados para trabajar en España.

Madrid pretende firmar acuerdos casi idénticos con Marruecos y Polonia.

El senegalés Vacaletu, según explicó un compañero suyo, "ha sufrido la miseria y la violencia del Africa subsahariana. Por eso el terror que le da pensar en el regreso". Su familia está allá en condiciones dramáticas, con la única esperanza de que Vacaletu encuentre trabajo en España.

La respuesta del gobierno a esta protesta se hizo patente ayer: "Es un chantaje social inaceptable y la administración aplica y aplicará los mismos criterios legales en todos los casos, independientemente de que hayan participado o no en los encierros", dijo la representante del Ministerio del Interior en Cataluña, Julia García Valdecasas. De estos "chantajistas", al menos uno, un paquistaní de 47 años, fue ingresado ayer en un hospital con tuberculosis.

Vacaletu, al igual que el resto de los 800 migrantes que están en huelga de hambre, pertenecen a la lista negra que generó la nueva Ley de Extranjería, y que en el cálculo más prudente sitúa en 160 mil a los ecuatorianos, paquistaníes, peruanos, indios, colombianos, nigerianos, dominicanos y migrantes de otras nacionalidades, quienes se encuentran bajo amenaza de una expulsión inminente.

A cambio, el gobierno de Aznar ha llegado a ofrecer pagar el pasaje de avión que los lleve de regreso a su tierra para ahí tratar de conseguir uno de los ansiados y siempre escasos permisos de trabajo que les permitan regresar a España.

Igual que los 200 argelinos que decidieron hoy iniciar en Melilla una huelga de hambre en sus propias casas, que son en realidad viviendas sin agua potable, drenaje y luz eléctrica. El gobierno local, también del PP, se limitó a señalar que la huelga de hambre "sólo la hacen de cara a la prensa, pero no creemos que vayan a dejar de comer".

Mustafa El-Merbet es un magrebí marroquí que llegó a España, también en patera hace diez años. Su vocación es la música y la poesía, pero "la vida del inmigrante es adversa", por lo que sus inquietudes artísticas han sido sustituidas por todo tipo de empleos: vendedor de cigarrillos en el metro, albañil, agricultor y chofer. Pero la vida de Mustafa tomó otro cariz cuando se erigió en uno de los fundadores de la Asociación de Trabajadores de Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME).

Merbet explicó en un pulcro español a La Jornada su diagnóstico sobre la situación actual de los migrantes en España: "A nosotros, por citar un ejemplo, ya nos han señalado con algunas pintas que aparecieron esta mañana en las oficinas de la organización, con frases como 'Moros, fuera' o 'Moros, hijos de puta, iros de aquí no os queremos'. Entras a los bares, a las cafeterías y notas que la sociedad española está engrescada y diciendo frases como 'vamos a tener que salir los españoles para que vengan los extranjeros'. šDe ninguna manera! España no es Francia, la gente se equivoca, las cosas hay que plantearlas de otra forma, porque lo que más temo es la reacción de la sociedad, que desde mi punto de vista, está acelerando la creación de un partido de corte fascista y atentados a todo lo que huela a inmigrantes. Ya verás cuando empiecen los cocteles molotov, ya verás", alertó.

Mustafa sí ve, sin embargo, una descomposición clara en los últimos meses: "El patio se está poniendo bastante feo y hay que entender que la mayoría absoluta que tiene el Partido Popular es gracias a esta sociedad, que ha votado a favor de la reforma de ley. Este es el ambiente más enrarecido que hemos visto en muchos años, que además tiene otro problema: el rechazo a los musulmanes. Por ataques racistas, este verano hemos enterrado a tres marroquíes. Eran inmigrantes jóvenes, y cuando condenamos estos asesinatos nos quedamos solos. Nadie se sumó a nuestro dolor".

Javier Fresneda, vicepresidente de la asociación hispanoecuatoriana Rummiñahui, explicó que sólo en cuanto a la población ecuatoriana en España hay alrededor de 120 mil personas que se encuentran ante la disyuntiva "perversa" de la nueva ley de extranjería: o la expulsión o la clandestinidad, pues cabe recordar que la nueva normativa despoja de cualquier tipo de derecho civil a los inmigrantes.

"Ha habido inspecciones laborales, que han provocado que los empleadores, ante el miedo de recibir multas por contratar inmigrantes sin papeles, los despiden de sus trabajos. En ciudades como Totana (Murcia), el último mes los ecuatorianos han trabajado muy pocos días, lo que ha provocado que muchos ya no tengan casa y empiecen a padecer hambre, por lo que ya iniciamos una campaña para pedir ayuda alimentaria".

Amnesia

La situación ya está empezando a ser "muy dramática", explicó Fresneda, porque "el gobierno se ha pasado un año entero bombardeando a la población con mensajes del tipo: 'viene la invasión de los inmigrantes', y es un mensaje que ha calado en la sociedad, aunque creo que se les está volviendo en contra, pues a que nadie le gusta ver sufrir a otro".

La situación, ya no sólo de los 160 mil migrantes que podrían ser expulsados de España hoy mismo bajo el amparo de la ley, sino de los "extranjeros" en general, está condicionada a eso que algunos humanistas llaman "amnesia". Una palabra que sustentan al citar reiteradamente una verdad histórica: España ha sido pródiga en emigraciones, cifrada hoy día en mas de 2 millones de españoles que tienen su residencia en otros países.

El catedrático en derecho internacional de la Universidad Autónoma de Madrid, Augusto Zamora, apeló en un artículo publicado en el diario El Mundo a la "memoria" del pasado: "Es difícil no recordar, en momentos en que entra en vigor la nueva Ley de Extranjería, algunos episodios acaecidos en la España de la guerra y la miseria, cuando los republicanos huían de los campos de concentración y el paredón del franquismo. México se abrió de par en par.

"Medio millón de republicanos fueron acogidos sin más papeles que su derrota. Hasta el fin del régimen del general Franco, México mantendrá la ficción del Gobierno Republicano en el exilio y acogerá decenas de miles de hambrientos llegados de la pobre y oprimida España".

Zamora agrega: "Nadie, en España, puede esgrimir una Ley de Extranjería latinoamericana condenando a los emigrantes españoles a la precariedad. Nadie, una invitación pagada por algún gobierno para que regresaran a su tierra natal".