DECISION HISTORICA
La
decisión de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE)
de conceder la extradición a España del argentino Ricardo
Miguel Cavallo, alias Miguel Angel o Sérpico, quien fue aceptado
por el gobierno de Zedillo como director del malogrado Registro Nacional
de Vehículos y sobre quien pesan cargos de genocidio, tortura y
terrorismo, es una medida sin precedente que honra a México y contribuye
a fortalecer la vigencia universal de los derechos humanos y la legalidad
internacional. Es, además, un triunfo de la memoria de las víctimas
sobre la impunidad de los poderes dictatoriales, como lo ha sido la larga
batalla judicial --iniciada en España, proseguida en Inglaterra,
y que actualmente se dirime en Chile-- para castigar conforme a derecho
a Augusto Pinochet por las innumerables atrocidades que cometieron él
y los militares golpistas bajo su mando.
Ciertamente, Cavallo dispone de un plazo legal para promover
un juicio de amparo contra la resolución de la cancillería,
pero sus posibilidades de ganarlo no son muchas, habida cuenta de que tanto
el Poder Judicial, en primera instancia, como el Ejecutivo, por medio de
la SRE, han reconocido la pertinencia de la causa iniciada por el juez
español Baltasar Garzón contra el acusado, y han considerado
suficientemente fundamentada la solicitud de extradición del presunto
multiasesino, torturador y secuestrador que operó, en los años
setenta y ochenta, en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma)
de Buenos Aires. A este respecto, resulta ejemplar y aleccionador el trato
decoroso que el ex militar argentino recibe en México y el que disponga,
aquí, de todas las garantías y derechos que le otorga la
ley, a diferencia de lo que él y sus superiores hicieron a miles
de argentinos y ciudadanos de otras nacionalidades: degradarlos, secuestrarlos,
lesionarlos, torturarlos, asesinarlos y desaparecerlos, robarles a sus
hijos y saquear sus domicilios, sin siquiera un remedo de formalidad legal
y a contrapelo de los valores éticos y humanos más elementales.
En otro sentido, la luz verde a la extradición
de Cavallo obliga a preguntarse, una vez más, las razones por las
cuales las máximas autoridades federales del sexenio pasado dieron
su visto bueno a un sujeto con tales antecedentes para que ocupara un cargo
tan delicado como la dirección general del Renave. Tanto si se trató
de ignorancia e ineptitud, como si hubo conocimiento --y ocultamiento al
público-- de las responsabilidades que se atribuyen al inculpado,
resulta moralmente necesario que el actual gobierno investigue a fondo
las condiciones en las que se desarrolló la turbia historia de ese
engendro tecnocrático que polarizó al país, generó
innumerables problemas y dejó un saldo de dos muertos, además
de un descrédito institucional sin precedente. El esclarecimiento
de esos hechos --y de las otras historias oscuras del pasado-- es una asignatura
pendiente ineludible para el Ejecutivo que encabeza Vicente Fox.
Al margen de ello, cabe hacer votos por que el proceso
de extradición a España de Ricardo Miguel Cavallo siga su
curso sin contratiempos y que el presunto criminal sea llevado ante el
juez Garzón para que responda a las múltiples acusaciones
en su contra. La decisión anunciada ayer por la SRE es un paso fundamental
en esta vía; es, también, un dato de esperanza sobre la vigencia
internacional de los derechos humanos, un gesto de desagravio a la memoria
de las víctimas de la dictadura militar argentina y un motivo de
alivio para los sobrevivientes de la atrocidad y para todas las personas
de buena voluntad que desean un mundo sin asesinos y torturadores, sin
autoritarismos genocidas, tumbas anónimas ni desaparecidos políticos.
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