domingo Ť 4 Ť febrero Ť 2001

Antonio Gershenson

Refundación

Voy a referirme a la refundación de un partido de izquierda en lo general, aunque el término se ha usado en relación con el principal instituto político de la izquierda actual, el PRD. Y voy a referirme a un aspecto específico: qué estructura puede permitir que un partido de izquierda elabore, desarrolle e impulse una política acorde con las necesidades de avance del México actual.

Dado que hablamos de partidos que participan en las elecciones, y no como una tarea más, sino como una tarea decisiva, es explicable el que se hayan estructurado conforme a las divisiones territoriales que se emplean en estos procesos, y que se basan en el lugar de residencia de cada ciudadano. Sin embargo, también es obvio que los tiempos en los que no hay elecciones, y que son la mayoría, también reclaman la participación política de partidos y ciudadanos. Difícilmente se podrá dar esa participación sin considerar los problemas, los movimientos, los sucesos que se están dando en nuestra vida, no sólo en el lugar en el que cada quien vive, sino en los centros de trabajo, de estudio, en los órganos legislativos, en las decisiones de gobierno en los niveles local, estatal y federal, por poner sólo algunos ejemplos importantes.

Por lo menos uno de los antecedentes de la izquierda partidaria mexicana, el PSUM, tuvo una doble estructura de organización y discusión. Surgido en un momento en el que tenían un cierto peso los movimientos sindicales democráticos estructurados en el plano nacional, ese partido aceptaba que sus miembros se organizaran, según el criterio de cada quien, por el lugar de trabajo (o estudio) o por el lugar de residencia. Y si los organismos se formaban por lugar de trabajo, estos organismos se agrupaban generalmente por la rama de actividad en la que se desenvolvían. Eso permitía que los miembros de ese partido en la UNAM, en el sindicalismo universitario, en la rama educativa, discutieran, trazaran y aplicaran puntos de vista comunes. Eso no fue posible, por ejemplo, con los miembros del PRD en la UNAM durante la pasada huelga.

En la pasada campaña electoral de Cuauhtémoc Cárdenas se llevaron a cabo foros sobre diversos temas. Un ejemplo es el referente a la industria eléctrica. A pesar de lo polémico del tema, entre los participantes hubo un grado de acuerdo que no se había visto antes. Además, se apuntaba a avanzar hacia alternativas comunes, viables y acordes con la realidad del país. Sin embargo, esto no se ha visto en épocas no electorales. No hay medios permanentes de discusión, elaboración e impulso de posiciones comunes. De haberlos, los parlamentarios de izquierda podrían jugar un mejor papel, por citar un caso. Y miembros de los dos grandes sindicatos electricistas, del sector eléctrico en general, podrían elaborar alternativas en los diferentes planos.

De hecho, esa necesidad se confirma con la convergencia de grupos democráticos, por ejemplo, Pemex. Y es que en casos como los dos últimos aquí citados, la simple defensa de la fuente de trabajo lleva rápidamente al terreno de la política, empezando por la eléctrica, petrolera y energética.

Lo anterior no ignora que debe haber una clara diferencia entre la organización social, incluida la sindical, y la organización política. La organización social aspira a agrupar a todos los integrantes del grupo social de que se trate, independientemente de sus preferencias o no preferencias partidarias. La organización política agrupa a ciudadanos con ideas políticas afines. Tampoco se trata de que los organismos sociales sean "correas de transmisión" de directivas partidarias, pues eso los desnaturaliza. Pero nada de esto niega la necesidad de que los miembros de un partido de izquierda tengan el derecho de organizarse por su lugar de trabajo, o de actividad principal en general. Deben tener representación como cualquier organismo partidario, y poder llevar sus puntos de vista a los organismos partidarios de todos los niveles que tengan que ver con lo que se va a plantear.