LUNES Ť 5 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Miembros del jurado analizan la literatura en AL

Genial, el cuento ganador del Premio Casa de las Américas

Ť El ensayo en español goza de buena salud: Gabriel Vargas

Ť Hay preocupación por las obras de teatro competidoras

RENATO RAVELO ENVIADO

La Habana. Aquí circulan vientos de pensamiento que quizá no cabrían en otro lado, se deduce de las impresiones de los jurados de la versión 42 del Premio Casa de las Américas, celebrada este año, en la capital cubana.

Compitieron textos experimentales, que buscan la vanguardia; otros repiten recursos ya probados. Se presentaron ensayos comprometidos con el pensamiento pausado y profundo, pero también panfletarios que, suponen, encontrarán eco positivo.

Dante Medina, el mexicano ganador en la categoría de cuento, al principio desconcertó al jurado. "Parecía naif", dice el escritor ecuatoriano Javier Vásconez, "pero en realidad era un truco que terminas por descubrir, y caes en la cuenta que es genial".

En teatro, el venezolano Rodolfo Santana expuso: "La dramaturgia tiene problemas endémicos, de coherencia, desde hace tiempo".

En el género ensayístico, el filósofo mexicano Gabriel Vargas declara "en buen estado de salud" el pensamiento latinoamericano, si bien reconoce que hace falta darle mayor impulso al premio en México.

En cuanto a literatura, la española Belén Gopegui relata que dos novelas llegaron a la final y la que ganó de alguna manera recupera la enseñanza de Gabriel García Márquez. Su favorita era la otra, aunque tenía el problema de ser muy corta, "de cortos vuelos, pero una vez que la leíste no la olvidas".

Teatro

La mesa era sobre texto y representación, el tránsito de uno a otra. Frank Disla, de la República Dominicana, narró una anécdota sobre la representación de una obra de su hermano mayor, en la que no hubo divorcio entre ambos.

Ramiro Osorio, de Colombia, manifestó sus experiencias y la necesidad de entender el teatro como un todo, no sólo un texto. Edda de los Ríos, de Paraguay, aprovechó para ilustrar la relación histórica con los textos teatrales en guaraní, y Carlos Díaz, de Cuba, estaba a punto de sorprender al auditorio con un fragmento de su montaje María Antonieta o la maldita circunstancia del agua por todos lados.

El venezolano Santana puso el dedo en la llaga: "Existe una preocupación genuina por esas 60, 80 personas dotadas de talento que envían obras, determinadas por una falta de instrumentación. No es la ausencia de talento lo que dificulta, es la falta de concreción. Son problemas que tenemos que enfrentar".

"Sesenta por ciento de las obras carece de investigación. Es decir, dramaturgos que no saben investigar el proceso, el tema, el paisaje gráfico. Obras empíricas, cuya anécdota transita por paisajes irrelevantes."

Santana, también jurado, abundó: "Vemos obras donde el paisaje escénico está descalabrado, no hay una coherencia. Se carece de una armonía, de una sintonía plástica en ese espacio en el que se tiene pensado mover los personajes que van a decir textos, que denotan que la persona que los hizo tiene un gran talento, pero no ha pensado de manera visual operativa".

Ejemplificó: "No es posible que el dramaturgo pida de repente una manada de caballos, o que aparezca un barco del tamaño del Titanic. Hay una pérdida de la grafía del nervio de la historia, ese pequeño acontecimiento que nos va a tocar la imaginación como espectadores. Hay una saturación de tópicos, de lugares comunes de la experiencia humana. Creo que es necesario que a través de instituciones como Casas de las Américas se promueva el acercamiento a lo visual, la búsqueda en la investigación".

En esta área ganó El escorpión y la comadreja, del uruguayo Walter Acosta, si bien se le dio una mención a la obra cubana Historia de una foto, pieza que, trascendió, aborda de manera divertida el problema del jineterismo en la isla.

Cuento

Javier Vásconez se desempeña como editor en Ecuador. Es autor de La sombra del apostador (1999, Alfaguara), así como de tres libros de cuento y otras dos novelas (El secreto y El viajero de Praga). Asegura que no leyó a Medina como editor, sino escritor y que estuvo muerto de risa: "Es un libro virtuoso, brillantemente escrito, a veces cruel, que describe el abirragamiento de las ciudades".

Como en la obra de Jorge Ibargüengoitia, quien ganó en 1964 el premio de novela con Los relámpagos de agosto, el libro de Medina contiene humor ácido, declara Vásconez, "con esa capacidad que tienen ustedes los mexicanos, encuentro algo de Becket.

"En general, el nivel alto alcanzado en los concursantes me hace pensar en que el cuento es el género de América Latina. El libro al que se le dio una mención, Noche de luna clara, del uruguayo Gabriel Schulz, son experimentaciones precisas y transparentes. En cuanto al género, creo que se puede dividir en dos, el que llamo el estilo ecologista, con la nostalgia del paraíso perdido, y el que denominaría urbano".

Sylvia Iparraguirre, escritora argentina autora del libro de cuentos Probables lluvias por la noche, dice del género: "En realidad hay una tendencia notable, que la veo también en Argentina, un país esencialmente de cuentistas. No sé si se está novelizando el cuento o cuentizando la novela. Ha habido muchísimos libros de cuento en el que el personaje es el mismo. Ya no son cuentos temáticamente separados, con personajes únicos y separados. Es como que el personaje del narrador se va trasladando de uno a otro".

Ensayo

Para el filosofo Gabriel Vargas, los resultados en este premio, en el que ganaron dos ensayistas en lengua portuguesa (tanto en la categoría en español como en la que abarca todos los libros en ese idioma), no es un signo de que en ese género Latinoamerica esté decaída. En este rubro llegó a ganar un libro fundamental: Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.

Asegura: "No se puede tomar este concurso como una prueba de cómo está el ensayo en español. Para eso más bien habría que hacer una análisis de las revistas, de los periódicos, de los libros en que se ha publicado. En realidad, el español goza de muy buena salud.

"Por ejemplo, no hubo muchos ensayos que se mandaran sobre México porque ha perdido difusión. Mandaron por ejemplo ensayos sobre Chiapas, pero éstos no superaban lo que ya se ha publicado en México".

Destaca: "Hemos recomendado uno de los ensayos para su publicación. Lo que me parece muy notable es la forma honesta, libre, de acordar por parte de los jurados. No hubo presupuesto teórico, ideológico ni temático, sino una discusión de muy alto nivel que se fue cambiando. Vale la pena que se difunda mas el premio".

Señaló: "Hubo muchos ensayos, por ejemplo, sobre la violencia en Colombia. Sin embargo, falta el gran ensayo que nos permita entender y conocer la situación, no solamente ahí, sino donde ha habido una violencia que parece no terminar.

"No hubo constantes en el grueso de los trabajos porque se trataba del tema histórico, así que incluso llegó un ensayo notable sobre los toros, pero que desgraciadamente no se podía premiar por falta de una reflexión teórica detrás. Se cubrieron muchos temas, los más diversos y agudos. El que ganó es una crítica al nuevo conservadurismo y un análisis actual de cómo se desarrolla la hegemonía en Estados Unidos."

Literatura

Belén Gopegui, escritora madrileña, estudió derecho pero ha desarrollado su vida profesional en la literatura. Publicó su primera novela en 1993, a los 20 años, La escala de los mapas, y en 1998 fue finalista en el Premio Nacional de Narrativa con la novela La conquista del aire, que recientemente se llevó a pantalla con el título Las razones de mis amigos.

Sobre Siempre es posible verlos pasar, del colombiano Leonardo Peña Calderón, dice: "Es una obra que estaría en la tradición de Cien años de soledad, pero de alguna forma recoge el paso del tiempo y es más moderna. Como que se ha aprendido de Cien años de soledad y el autor hace un diseño en el que importa menos lo fantástico, sino en todo caso qué es lo que pasa con esas familias, por qué son así: es la crónica de algo que se extingue, de una familia infértil".

La dificultad, señala, se presentó "más que nada porque los miembros del jurado no teníamos criterios comunes. A cada uno nos interesaba determinado tipo de literatura diferente. Nos fue costando encontrar un tema común, pero al final lo encontramos. Creo que todo el mundo ha quedado contento".

Sobre esa base, se le pregunta sobre su favorita, en el supuesto que como escritora española se resistiera a premiar una secuela de Cien años de soledad.

"A mí me gustaba mucho la que recibió una mención, El día del otro, novela argentina. Lo que pasa es que es de ambición muy medida. No es una gran novela, incluso por el tamaño, es una novela muy cortita, pero es una novela que una vez leída no se te olvida."