LUNES Ť 5 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Los dos talentos abrieron con su música el programa Al Aire Libre, del ICCM

De Reynoso a Compay, de Coyuca a Siboney: ritmo de tierra caliente

Ť Por don Juan, considerado El Paganini de nuestro país, habló su violín, el sábado Ť La tarde del domingo fue del cubano, quien puso a bailar son a miles hasta que la llovizna llegó

JAIME WHALEY

compay-segundo Dos ancianos -y el calificativo no es denostativo, sino un homenaje a todo lo que el vocablo puede encerrar de generosidad, talento, vivencias- tomaron por asalto el entarimado de los espectáculos del Zócalo capitalino y ahí se dispusieron a desgranar su arte en uno de los puntos en común que ambos tienen: la música.

Don Juan Reynoso Portillo, el primero, y don Francisco Repilado, el segundo, se adueñaron de la amplia plancha cívica para poner en marcha con tronío la serie correspondiente al 2001 de actividades del programa Al Aire Libre, que auspicia el Instituto de Cultura de la Ciudad de México (ICCM).

Uno de Guerrero, aquí, de tierra propia, de Santo Domingo, municipio de Coyuca, y el otro de Oriente -para más precisión de Siboney-, allá en Cuba, pero al que se ha adoptado por afinidad -Ƒde él con nosotros o de nosotros con él?-. Sea cual fuera la razón, el caso es que él se siente aquí en casa y aquí se le ve como de casa.

Así, el Zócalo se convirtió en zona de son. El uno encendió los ánimos cuando ya el frío vientecillo de la noche sabatina castigaba a la concurrencia que en buen número se dio cita. El otro puso a bailar a la masa por cien minutos la tarde dominical y se retiró cuando una ligera llovizna de este febrero loco así lo ordenó.

El uno ataviado con blanca vestimenta que remata un rojo paliacate anudado al cuello y una nívea cabellera que aplaca un sombrero alón. El otro, vestido con traje de casimir gris y un sombrero corto, de palma, que trabajosamente encierra el pelo crespo, apenas entrecano. Ambos subieron al escenario con paso cansino, pues el otro punto en común que tienen es el de los años. El uno carga 89 de ellos y el otro nada más 93.

Don Juan ha sido reconocido en muchísimas ocasiones y fue el recipiendario del Premio Nacional de Artes y Ciencias en 1997, en la modalidad de folclor; en el medio es conocido como El Paganini de la Tierra Caliente. Don Francisco ha recibido, que se sepa, múltiples reconocimientos también y a últimas fechas disfruta de una bien ganada fama, gracias al rescate de la música tradicional de su país, y es conocido como Compay Segundo.

Las peticiones por parte del público para ambos, en sus días y a sus horas, los abrumaron. El pañuelo era la demanda generalizada para don Juan, y Chan chan para don Compay. Los solicitantes fueron complacidos cabalmente, y en retribución los intérpretes escucharon una sonorísima salva de aplausos.

Don Juan fue parco a la hora de las declaraciones. Por él habló su violín. Con el arco rasga el alma del instrumento, las cuerdas, desde que tenía 7 años de edad y en ese fluir melodioso lo mismo emanan sones instrumentales que coplas picosas.

Don Compay a la hora de hablar es imparable, como lo es a la hora de actuar. "Si por él fuera estaría ahí parao hasta tres horas", explica Basilio, uno de sus tantos hijos, "pero no el mayor", pues éste, Ramón, tiene 67 años y vive en La Habana. Basilio, por si esto importara, tiene apenas 57.

"šCoño! Tremenda impresión; nos sentimos felices", admite Benito Suárez, el guitarrista de compañía de Compay, luego de las extenuantes 16 interpretaciones que se dieron y que remató un gigantesco coro, de los miles ahí reunidos, con la Guantanamera de encore.

Compay, resguardado en el habilitado camerino, y con un Montecristo entre sus dedos, atina a decir que la música de su país ha recobrado su popularidad mundial en mucho gracias al turismo que hay en Cuba, y explica que entonó una canción de Agustín Lara (Enamorada) como reconocimiento al Mexiquito que él conoció, allá en los cuarenta, cuando no se perdía en las calles y se iba de la de Ayuntamiento, en donde estaba la XEW, luego de su programa nocturno, a la de Valladolid, "frente al Toreo de la Condesa, que me cuentan ya no existe más", en donde estaba El Retirito, lugar de trova y bohemia.

Recorrido musical

En la velada sabatina se tocó desde el son jarocho, que abrió el largo programa, interpretado por el conjunto Tierra Blanca, hasta de nueva cuenta caer en los sones de Veracruz, ahora a cargo del Chuchumbé. Se libró un recorrido musical que pasó por tierras michoacanas, hidalguenses, guerrerenses, guanajuatenses -que de son de actualidad-, tamaulipecas y potosinas.

El son, en esta modalidad, abarca una buena parte del territorio nacional. Las cuerdas, coplas y zapateados -como por ahí se escuchó decir a los entendidos en estos menesteres- se estrechan y entrelazan en los terrenos que van desde las huastecas hasta la Tierra Caliente.

El resto de los soneros que actuó incluyó a Los Hidalguenses, Los Purépechas de Charapan, Los Camperos de Valles y Los Leones de la sierra de Xichú.