Lunes en la Ciencia, 5 de febrero del 2001



Complejidad cognitiva

Juan Soto Ramírez

ƑAlguna vez le ha sucedido que mientras hace algo se acuerda de otra cosa que tenía pendiente y abandona la primera actividad para dedicarse a la segunda o a la tercera? ƑTambién le ha ocurrido que mientras lee un texto, por ejemplo el presente, se pone a pensar en otras cosas que no están relacionadas con él (pagar la renta, comer o que ya se hizo tarde para algo)? ƑAcaso al percibir una fragancia no se ha acordado de alguna persona o situación en particular, así vaya en el metro o esté en una junta de trabajo? Bueno, esto es posible gracias a que la cognición es compleja. Y al decir esto sólo decimos que no opera bajo principios, leyes o fórmulas simples. ƑQué extraña relación guardarían el olor a mercado y la infancia?

complejidad Sin embargo, para seguir adelante tenemos que renunciar a la simplicidad psicológica y tratar de entender que la mente es una metáfora. Y la metáfora es un símbolo. Y un símbolo es algo que está en lugar de otra cosa. Los procesos mentales, esos que no están en el cerebro (porque un conjunto de neuronas maniobrando de manera complicada no hacen la mente), operan metafóricamente en diversos ámbitos. Las siguientes metáforas, las cuales en algún sentido todos hemos utilizado, ayudarán a clarificar esto: te llevo en mi mente, no he podido sacarme esa idea desde hace tiempo, mi mente siempre viaja hacia ti, etcétera. La mente opera en el lenguaje, pero también en su contraparte: las imágenes.

Las personas no sueñan con palabras sino con imágenes, pero para describir sus sueños necesitan del lenguaje. Y es obvio que palabras y lenguaje no son la misma cosa. Las palabras son como las neuronas, sin interactuar complejamente no pueden liberar los procesos emergentes que hacen posible el lenguaje o la mente. Es decir, uno piensa con el lenguaje y con las imágenes y no con el cerebro. Lo caótico de la vida aparece en la complejidad de las imágenes que se presentan en un sueño o en la dificultad de explicar algo. Por ello se tienen tantos tropiezos al soñar y hablar o al relatar un sueño o al soñar despierto.

ƑSaben nuestros pensamientos que son nuestros? No, pero entonces Ƒcómo llegamos a la conclusión de que esos pensamientos que atraviesan por nuestra cabeza sí son nuestros? La respuesta no es nada simple, ni siquiera habría el espacio suficiente aquí para demostrarlo. Sin embargo, el hecho de que atraviesen nuestra cabeza, los hace nuestros. Porque enfatizamos en expropiar las experiencias del dominio común para contar con algo en nuestros acervos. No obstante, es más complejo. La persona que dice: se me ha ocurrido algo Ƒes capaz de vislumbrar el proceso mental que le ha llevado a ello? La respuesta es no, porque la complejidad cognitiva no se ve, tampoco se puede medir y poner en fases, tal como lo ha pretendido la mayoría de los numerosos estudios de corte experimental que se han producido en los últimos 20 años. Y se dice esto porque el mundo mental es invisible. Uno puede ver imágenes, pero no el recuerdo o la memoria o lo que sea que se le ocurra al ávido lector. Quienes se han encargado de los mapas mentales, conceptuales o cognitivos lo saben bien, pero esto también va para ellos: no pensamos en árboles, nodos o ramificaciones. Hay que recordar que el observador es un productor de realidades y el psicólogo, visto como observador, es un productor de realidades psicológicas que muchas veces él no es capaz de comprender. Quienes afirman que la mente es un sistema complejo también se han equivocado, porque la miran como un conjunto limitado cuando sus límites no son precisos, sino imprecisos.

En síntesis, a las personas les duele la cabeza, no la mente, porque las metáforas no pueden doler como una parte del cuerpo. Y la mente es una metáfora con todo y su complejidad.

El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma MetropolitanaųIztapalapa.

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