martes Ť 6 Ť febrero Ť 2001

José Blanco

Posibilidad del acuerdo

La situación concreta en relación con el conflicto de Chiapas está generando las más variadas percepciones. Hay quienes miran una gran confusión y no mucho más. Por mi parte percibo la conformación de una atmósfera social y política crecientemente positiva, aún frágil, a favor de un acuerdo inicial. Algunas señales indican que la desconfianza mutua entre los actores principales parece descender. Es un hecho: sin ese clima general difícilmente puede avanzar nada.

Si Marcos y el EZLN aceptan el contacto informal y "discreto" expuesto por don Luis H. Alvarez, así como el intercambio previo que el Congreso les ha propuesto, es probable que las cosas se aceleren en una dirección benéfica para un encuentro productivo y en mejor estado de ánimo de las partes, cuando hayan de entrevistarse con el arduo tema de la ley Cocopa.

Ambas, la del Ejecutivo a través de Alvarez y la del Congreso, son propuestas sensatas, prudentes y discretas; no se advierte en ellas nada que pueda resultar abusivo en ningún sentido aun para la hiperestesia ezetaelenita. En la última acción de retiro de un contingente del Ejército fue montada --programada o espontáneamente-- una provocación que, si para el EZLN y simpatizantes pudiere resultar una expresión social muy explicable, al mismo tiempo pudo ser una tragedia y pudo haberse dado al traste con todo si el estrés pánico que se advertía a flor de piel en los soldados hubiera sido rebasado y reflejado en un dedo índice que se retrotrae sobre un gatillo. Llegar a unos acuerdos mínimos sobre la salida de nuevos contingentes es necesario. Ello en nada cambia la posición del EZLN respecto a la supresión de los siete emplazamientos militares que ha exigido. Es, de otra parte, la única forma de que el retiro militar no se vuelva una pura guerra mediática de palabra contra palabra.

Muchos pasos, en cambio, se ganarán en materia de confianza mutua si el EZ acepta esa aproximación. De paso, el EZLN debiera asumir, cabalmente, que no es un movimiento absolutamente digno de crédito por definición, frente a todo mundo. Si el gobierno debe ganarse la confianza frente al EZLN, éste se la tiene que ganar igualmente frente al gobierno, si para los insurgentes el asunto es de veras la paz en Chiapas, la nueva legislación indígena y la incorporación de las comunidades indias al desarrollo.

La definición del EZLN y simpatizantes, según la cual el gobierno de Zedillo quería mantener la guerra y a los indígenas en la marginación es, a mi juicio, un señalamiento falso que para un sector de la sociedad y de la esfera política no hizo sino generar desconfianza sobre los verdaderos propósitos del EZLN. Zedillo planteó, ciertamente de manera tardía, inoportuna y torpe, un conjunto de negativas sobre algunos aspectos de los acuerdos de San Andrés; pero la tardanza, la inoportunidad y la torpeza nada tienen que ver con el contenido genuino de preocupación del gobierno de Zedillo por la correcta construcción jurídica de la nación y del funcionamiento de la sociedad. No digo que la de Zedillo era necesariamente la posición jurídicamente correcta; digo que ésa era su posición. Las "observaciones" del Ejecutivo no fueron nunca puestas en una mesa adecuada al problema; fueron descalificadas como traición a los acuerdos de San Andrés, con el argumento de que ya firmaste y ahora cumples, sean las que sean las consecuencias (que Zedillo advertía en algunos aspectos como contrarias al interés nacional).

La reunión del EZLN con la Cocopa, previa a la entrevista con el Congreso, es indispensable. Resultan obvias de toda obviedad las fuertes tensiones existentes al interior del Congreso generadas por el envío de Fox de la ley Cocopa. Es igualmente evidente la pluralidad de posiciones en la instancia legislativa sobre el contenido del proyecto de ley. El Congreso es la representación nacional y la máxima autoridad legislativa de este país, y el EZLN debe dar mínimas muestras de que como tal lo toma. Es altamente conveniente una agenda y unos arreglos sobre la entrevista formal a fin de incluir las máximas garantías de avance por las partes y trabajar por disminuir las desconfianzas. Es claro que el avance de la nueva legislación no puede partir de la definición del EZLN de "gobierno ya firmaste, si tienes palabra simplemente cúmplela", porque entonces no tendría sentido la marcha zapatista al Distrito Federal a exponer nada. Cómo serán evaluadas y zanjadas las diferencias, será una dura prueba para todos. Pero el Congreso no puede perder de vista que hoy por hoy en este país la posibilidad de la incorporación de los excluidos pasa por la aprobación y promulgación de una legislación que comience a reconocer la real estructura multicultural de la nación.