MARTES Ť 6 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Imperan dos Estados en la isla de Venus; sólo uno es reconocido por la ONU

Chipre está dividida por la tierra de nadie

Ť La invasión militar impide a Turquía entrar a la Unión Europea

GUILLERMO ALMEYRA

De retorno de Nicosia. Chipre, la isla donde nació Venus, según la mitología griega, es una pequeña prolongación de Europa situada a pocas decenas de kilómetros de la península de Anatolia, en el Asia Menor, que constituye la parte mayor y principal de Turquía. La isla de Afrodita está hoy dividida por una tierra de nadie, controlada por un contingente de la ONU que separa la parte norte (alrededor de un tercio del total de la extensión isleña) de la sur, que es lo que queda de la República de Chipre.

Incluso la capital, Nicosia, está dividida por zanjas, alambradas y puestos militares y, desde la unificación de Berlín, es hoy la única ciudad capital que todavía está bajo dos soberanías (una legítima y la otra del facto).

En efecto, hace más de un cuarto de siglo que el gobierno turco ocupó las ciudades más florecientes y las mejores tierras de la isla, al igual que el centro de su capital, tomando como pretexto el golpe militar en Grecia de los coroneles fascistas griegos y la sublevación, en Chipre mismo, de los secuaces de aquellos contra el gobierno republicano presidido por el arzobispo Makarios.

Como resultado de la ocupación militar turca, más de 200 mil grecochipriotas tuvieron que refugiarse en la parte sur, perdiendo casas, trabajos y haberes, y la invasión dejó como saldo miles de muertos y desaparecidos, de los cuales nada se sabe hasta la fecha, pues las autoridades militares ocupantes se niegan a informar.

Desde entonces funcionan en una pequeña isla mediterránea dos Estados, uno -la República de Chipre-, legítimo y reconocido por Naciones Unidas, y el otro, ficticio y sólo reconocido por Turquía. Este último lleva el nombre de la República Turca del Norte de Chipre. En La República de Chipre viven actualmente más de 700 mil personas, mayoritariamente grecochipriotas de religión ortodoxa, aunque hay también fuertes minorías de otro origen y con las más diversas religiones (desde musulmanes bengalíes o paquistaníes, o incluso turcochipriotas, hasta católicos, protestantes o maronistas). En ella funcionan las mezquitas y los templos de diversos tipos, a diferencia de la zona ocupada por los invasores en la que la única religión presente es la islámica, y en la que los grecochipriotas son sólo 428 y, al igual que los 165 maronitas, no pueden moverse libremente fuera de sus enclaves.

En el año 1570, vivían en la isla alrededor de un cuarto de millón de turcochipriotas -buena parte de ellos, campesinos griegos ortodoxos o católicos que se islamizaron cuando Turquía tomó la isla de manos de los genoveses y los venecianos y de la débil monarquía local que de ellos dependía para su defensa. En las aldeas, durante siglos, convivieron mezclados y en paz los campesinos grecochipriotas con los turcochipriotas, muy poco practicantes del islam, pues también bebían el excelente vino tinto perfeccionado por los cruzados franceses. Sólo la perfidia del ocupante inglés, que sustituyó a fines del siglo XIX al Imperio Otomano en el control de la isla, hizo surgir la división entre las comunidades en los años 1950 al utilizar a los turcochipriotas para las tareas represivas.

Hoy, de los turcochipriotas presentes en la isla, cuando la invasión del ejército de Ankara, sólo quedan menos de 80 mil, pues los demás emigraron. Esos ciudadanos a quienes el ejército turco venía supuestamente a defender de los fascistas grecochipriotas (que efectivamente les asesinaban, tal como asesinaban, incluso en mayor proporción, a los izquierdistas grecochipriotas), fueron remplazados por colonos de Asia Menor, con otras costumbres y, sobre todo, por casi 80 mil soldados turcos provenientes de Anatolia.

Las casas y tierras que fueron de los grecochipriotas y de los turcochipriotas emigrados están hoy en manos de los colonos y sus anteriores propietarios (en el caso de los grecochipriotas). Con nostalgia y amargura, ven de lejos, con binóculos, el territorio del cual fueron arrancados por la violencia y, a veces, su pobre ropa tendida y sus muebles que de pudren al sol, abandonados, desde hace más de un cuarto de siglo.

Turquía no ha cesado en su actitud belicosa, y el secretario general de Naciones Unidas, en su informe sobre la operación de la ONU en Chipre, distribuido el 1o. de diciembre de 2000, se queja de las continuas provocaciones turcas, de las violaciones aéreas de la zona de amortiguación creada por los cascos azules, de las continuas violaciones por naves turcas de abastecimiento militar a las aguas griegas o neutrales y del corte del tránsito a las fuerzas de Naciones Unidas por parte de las tropas turcas.

La sociedad civil y la paz

Sin embargo, la actitud de las tropas turcas no es compartida por los turcochipriotas. Una visita a la parte de Nicosia, ocupada por invasores, muestra el predominio de los soldados, para los cuales funcionan los kioscos que ostentan sus carteles y tarjetas postales belicosas, donde una bota turca claveteada aplasta al enemigo mientras ondea la roja bandera con la media luna. En octubre de 2000, más de cuarenta organizaciones sociales y sindicales organizaron una huelga general contra el gobierno derechista de la seudo República del Norte, exigiendo que Turquía retire las tropas.

Los turcochipriotas, en efecto, ven que los grecochipriotas disfrutan de un nivel de vida cinco veces superior, que la República de Chipre cuadruplica su población, gracias a un intenso turismo que no va a la parte ocupada y que la invasión militar turca impide a Turquía entrar en la Unión Europea -pues ésta condiciona las negociaciones con Ankara a una solución pacífica en Chipre- y, por lo tanto, condena la parte norte de Chipre, bajo ocupación militar, a ser una simple colonia, sin acceso a Europa y a las ventajas del comercio. Las mujeres turcochipriotas, que participaron en la huelga, ven las libertades y oportunidades culturales de que disfrutan sus pares grecochipriotas y desean conquistarlas.

Ese espíritu en la sociedad civil de ambas comunidades -en las que, por supuesto, no faltan sin embargo fascistas y racistas, por suerte minoritarios- se ha manifestado en septiembre pasado en un festival de comprensión mutua, que contó en Nicosia, en la tierra de nadie, con destacados cantantes de ambas comunidades y un importante público juvenil. En la celebración común, en octubre, del Día de las Naciones Unidas, hubo actividades que reunieron a decenas de miles de personas de una y otra parte, a pesar de que desde hace más de 26 años nadie se habla con su vecino "de la otra parte" ni lo conoce de cerca.

Buena parte de los turcochipriotas son partidarios de reconstruir el Estado existente antes de la invasión, formado por ambas comunidades, con amplia autonomía y derechos especiales para la minoría turcochipriota, aunque la derecha de esa comunidad y Ankara exigen la formación en la isla de dos Estados separados, confederados.

Los cascos azules, con un fuerte contingente argentino, tratan de ayudar a tejer esos sentimientos favorables a la paz: en un restaurante de la zona ocupada, un trabajador que cuidaba su mechaui, tan parecido al taco al pastor, al oir hablar en español preguntó y afirmó admirativamente "ƑArghentinos? šMaradona! ƑBuda barió!". El abc del porteño básico, transmitido sin duda por un soldado fanático del futbol.