MARTES Ť 6 Ť FEBRERO Ť 2001
ITACATE
Cristina Barros y Marco Buenrostro
La mesa del emperador
SE PRESENTA en el Colegio de San Ildefonso la exposición El mundo de Carlos V. En ella se exhiben varios aspectos de la España desde fines de la Edad Media hasta el inicio del siglo XVII. Hay un intento de reconstruir la vida cotidiana de la época, sin embargo existen detalles interesantes en diversos libros que nos permiten conocer más de cerca la vida de este emperador, uno de los más poderosos de la Tierra, aunque por razones de salud, no fue feliz en sus últimos años.
EN EL LIBRO La mesa del Emperador. Recetario de Carlos V en Yuste, José V. Serradilla da a conocer este aspecto mediante diversos documentos. Así nos enteramos que ese rey de España era un glotón: con la misma sagacidad que planeaba las batallas, establecía estrategias para tener en su mesa pescados, aves, carnes, frutas y conservas de todo el orbe. Con decir, escribe el novelista Pedro Antonio de Alarcón, que comía ostras frescas en el centro de España, cuando en ese país no había entonces caminos carreteros.
AL REVISAR el contexto de época, el autor señala como costumbre de los pudientes servir hasta 25 platos diariamente; no era pues privativo de Carlos V comer con esa abundancia.
SIN EMBARGO la gota a la que tenía tendencia por razones genéticas, le estropeaba el placer de la comida. Debido a una dieta rica en ''carne, caza, embutidos, fiambres, conservas", además de pescados como bacalao, sardinas, arenque y crustáceos, levadura de cerveza y alcohol, que hoy sabemos contraindicada para la enfermedad, el emperador sufrió su primer ataque de gota a los 28 años. Por ello decidió retirarse a Yuste, pues el ácido úrico deformó sus articulaciones.
POR MOMENTOS, gracias a remedios como el ''palo de Indias", planta originaria de América, pudo superar la enfermedad que sin embargo volvió a postrarlo. La configuración de sus mandíbulas le dificultaban la masticación y aumentaba sus malestares estomacales.
EN YUSTE siguió exigiendo sus alimentos favoritos. Entre ellos se contaba el jamón de Extremadura, proveniente de puercos de origen africano criados con bellotas y al aire libre; se dice que solía tener uno de estos jamones a la mano para ''ir picando" durante el día.
DISFRUTABA LAS anchoas y las anguilas que su hija Juana le enviaba en barricas, aunque le produjeran indigestión por la cantidad que ingería. Las almejas y las ostras le llegaban empacadas en nieve; las comía asadas, en escabeche o crudas. Le gustaban las piezas de caza que despedazaba con sus propias manos: lomos y perniles de jabalí, ciervo en cecina o en adobo, y piernas de oso que los correos le llevaban desde Asturias. Comía también perdices, gallinas y salchichas. Como ocurría entre los de alto rango social, se le guisaba con abundantes especias (pimienta, jengibre, clavo) y alcamonías (anís, comino, alcaravea). Entre los postres prefería las suplicaciones (barquillos) servidas en platones de plata llegada de América, como todo lo demás. El melón era su fruta favorita. Tomaba abundante vino alemán del Rhin, y español de Cádiz y Cariñena, entre otros lugares. Hizo fabricar en Madrid, desde 1537, cerveza al estilo de Flandes. Solía comer solo.