MARTES Ť 6 Ť FEBRERO Ť 2001

José Cueli

šMira, morena cómo toreó el niño!

šMira, mira! morena, cómo con el vuelo -azul y amarillo- de la capa, la gracia madrileña de El Juli cantaba quedo, quedito, decires ignorados. De la montera a las zapatillas, llegaba a los aficionados, por el giro quebrado de su cintura, que le aliviaba la emoción, y alumbraba la obscura cueva de la plaza llena. La jugosidad de su juego torero, trocaba el toreo en prodigio. El revuelo de su capote se metamorfoseaba en miles de capites que flotaban en el aire, danzaban y hacían temblar el redondel, las barreras, y hasta el viejo reloj que se detenía.

Aire que brillaba y llevaba el capote de El Juli, loco y quebrado, bajo el milagro del encantamiento, en espirales infinitas que cuajaba geometrías de ritmo exacto. Con sus manos graciosas encelaba la sangre bravía del torillo de Xajay, y se perfumaban los lances surgidos de su improvisar de honda raíz amarga.

Fantasmal vuelo del capote y sus forros, desempeñándose, desde la cintura al redondel, bajo las muñecas sabias del "niño" alucinado de sí mismo, que acompañaban despaciosamente a los encastados bureles, queretanos.

šAy que alegría desparramaba El Juli sonando palmas de sal! Vibraba el caso a su conjuro y el desplante de su remate -con la media verónica, honda, muy honda, que se perdía en la alcantarilla de desagüe del ruedo. šMira, mira, morena cómo toreó el niño! El capotillo flotaba a la deriva de arriba abajo- y al fondo hacía lamer su hocico al bravo torillo al que mecía alegre. Vuelo que hablaba del hechizo de ese culebreo, arrullo de cantares, de un toreo que se adaptó a México y lleva en las entrañas el fantasioso son capotero de esta tierra.

El Juli, bajo el milagro del encatamiento aromaba la plaza de miles de capotes revoloteando siendo uno. El embrujo encantador de su ingenua juventud, lo lanzaba a vagar por el espacio, sin que dejasen de palpitar los pliegues que se agitaban como un vértigo, hacia adelante, hacia atrás, alrededor de la cintura mágica; estrechando círculos que describían en el aire parábolas, enloqueciendo a los toritos que dominados obedecían al mando del maestro, debajo del cual circulaba un fluido sutil que le prestaba ese encatamiento y comunicaba al tendido.

šQué salero tiene el torero que toreó al estilo de acá!, en tarde triunfal de El Zotoluco y fatal del juez, a quien puso delirante El Juli.