MARTES Ť 6 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Regaló dos orejas a El Zotoluco y ordenó vuelta al ruedo para un burro

Clama la México por la destitución de Salvador Ochoa como juez

Ť Dos apéndices y paliza a El Juli Ť Cumplió 55 años la plazota Ť Continúa la reventa

LUMBRERA CHICO

El viento, la llovizna, los malos toros de Xajay y la delirante mentalidad del juez Salvador Ochoa hundieron la decimoséptima corrida de la temporada menos chica 2000- 2001, que celebró también el 55 aniversario de la Monumental Plaza México. A precios 18 por ciento más caros que hace una semana, el coso registro un llenazo hasta el reloj, sazonado con una frenética reventa. La gente salió aterida y con el ánimo por los suelos ante el desamparo absoluto en que se encuentra la fiesta.

Eulalio López, El Zotoluco, salió como el gran triunfador de la tarde-noche, al cortar cuatro orejas, de las cuales dos fueron regaladas por el juez, cuyo desempeño duro y patriotero premió exageradamente al mexicano para humillar a Julián López, El Juli, ordenando la vuelta al ruedo para los despojos del segundo toro de éste, en una decisión que mereció el unánime rechazo de los 40 mil espectadores.

Queda, para la estadística, la despótica actuación de Enrique Ponce, que fue a la plaza nada más para cobrar, y la falta de expresión de Ignacio Garibay, a quien tocaron en suerte un inválido y un manso que, para colmo, estoqueó de la peor manera recibiendo en cada turno un aviso.

Las ganas de El Zotoluco

Con hambre y con valor de novillero tragando leña con voracidad, El Zotoluco se las vio con Buena Suerte, negro zaino de 495 kilos, bravísimo frente al caballo, y Rebrujito, cárdeno de 550, al que mató recibiendo a paso de banderillas. En el primer caso, el de Azcapotzalco consintió al animal con la muleta bien planchada, pero no le encontró la distancia si no hasta la última tanda, cuando enloqueció al gentío en un derroche de temple y emotividad, antes de consumar el volapié y cortar a ley una oreja que fue torpemente duplicada por el absurdo nacionalismo del juez.

Quinto de la tarde, Rebrujito fue tan celoso con el caballo que no se despegó del peto hasta que logró tumbar al piquero y derribar al equino. Sobrado de casta, se comió la muleta de El Zotoluco, pero este supo ligarlo y acompañarlo con la cintura en derechazos largamente vaciados por abajo, sin consolidar la impresión de que había redondeado la faena. Pero como ejecutó con maestría la suerte suprema, el juez incurrió de nuevo en el error de otorgarle las dos orejas. Ya se vería por qué.

El Juli y el chovinismo

En su última actuación de esta temporada y nada menos que en la corrida más importante del año, El Juli sacó sin problemas el entusiasmo y las óptimas facultades de la edad para cuajarle un vistoso quite por chicuelinas holísticas a Palomito, de 555 kilos, al que banderilló sin brillo y muleteó con solvencia, cortándole una oreja a petición popular.

Con Fandango, 545, negro bragado y cómodo de cabeza como todos sus hermanos de hierro, que no destacó por su bravura frente al caballo, ni tuvo clase, ni humillaba al envestir y además era tardo y soso ?en pocas palabras un burro?, El Juli improvisó una interesante escena de zotoluco-toros muleta, rajándose otra vez por la izquierda y suplantando el natural por la tramposa dosantina, pero no obstante consiguió momentos de gran valor plástico, acrecentados por las limitaciones de la res.

De pronto, por culpa del diestro, el matalote lo empitonó apaleándolo sin clemencia. Notablemente dolido, el ex niño se levantó para hundirle el acero en todo lo alto entrando a matar y si fuera preciso a morir, en un gesto de pundonor que bien le valió la oreja concedida por el diombo. Mientras la parte más ingenua de la clientela solicitaba otro apéndice, el juez ordenó la vuelta al ruedo para el cadáver de Fandango, y para no soportar la humillación El Juli se fue a la enfermería, al tiempo que los tendidos clamaban a coro, y con justa razón, por la destitución del payaso representante de la autoridad, quien en efecto debería ser despojado del cargo que ostenta y que nunca ha sabido honrar.

Antes y después de la corrida, Andrés Manuel López Obrador, jefe del Gobierno capitalino, fue blanco de mil y un improperios en los comederos aledaños a la México, debido al aumento del precio de todas las localidades.