Ť La obra narra la historia de los castrati, sacrificio en pro del arte
De España a México, De monstruos y prodigios: puesta sorprendente
Ť Es un proyecto que no cuestiona, sino ofrece elementos para que el espectador forme su opinión
Ť "El proceso creativo más gozoso de mi vida", afirma Claudio Valdés, el director
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Después del enorme éxito obtenido en España, el teatro El Galeón de la ciudad de México presenta la obra De monstruos y prodigios, escrita por Jorge Kuri y dirigida por Claudio Valdés. Esta puesta en escena reúne a un talentoso y polifacético elenco para narrar la historia de los "monstruosos y prodigiosos" castrati.
La obra no cuestiona el sacrificio de los cantantes en función del arte, sino que ofrece elementos ilustrativos para que el espectador se forme su propia opinión; "es una conferencia", según Valdés.
La información que encontramos en este montaje es resultado de muchos años de investigación y, sobre todo, de un desenfrenado apasionamiento por el tema. Su director explica parte de ese proceso.
-¿Cómo nace tu interés por los castrati-
-De la convivencia con Javier Medina (personaje castrati en la obra). Javier es distinto a todos los sopranistas que hay en el mundo. A la edad que se castraba a los niños que después serían castratis, este actor sufrió leucemia, entonces le aplicaron mal un procedimiento contra la enfermedad y lo "castraron". Tiene las características morfológicas de un castrado, como lo es una garganta de niño. Con esas singularidades me empezó a interesar el tema y descubrí que es fascinante.
-¿Cuándo el interés se convierte en proyecto teatral?
-Durante giras que hacíamos a Europa con nuestro grupo de música antigua, Ars Nova, Javier y yo buscábamos información. Después conocí a Jorge Kuri y le propuse el proyecto. Más tarde llegaría una beca del Fonca y la idea adquiriría realidad.
-¿Qué te sedujo de estos cantantes?
-Me interesó contar la historia de los castrati para hacer honor a los grandes artistas de ese siglo. Eran unas grandes estrellas y nadie los conoce, fueron unos seres que entregaron todo su ser al servicio del arte. Y así descubrí excesos de la humanidad a favor de la belleza, la cual considero un don espiritual. A favor de la belleza llegaban a esos extremos originando el único mito real creado por la mano del hombre: los castrati.
-¿Qué tenía esa voz?
-Cuando lees las crónicas te das cuenta que realmente es una voz que no hay manera de reproducirla actualmente. Hay evocaciones, pero ninguna logra sonar como aquéllas.
-¿A qué fuentes se recurrió para realizar la investigación?
-Principalmente tomamos dos libros: La historia de los castrati, de Patrick Barbier, y De monstruos y prodigios, de Ambroise Paré. Juntamos los dos, más otras muchas fuentes y la imaginación de Jorge Kuri.
-Además de una atracción por las voces, en la obra se percibe una fascinación por las biografías de los castrati. Cada historia puede ser contada en horas como de hecho lo hacemos en nuestro programa de radio. Cada anécdota es una delicia y hay mucho desconocimiento al respecto. Un ejemplo es esa cuestión morbosa que a la gente más le interesa: las relaciones de los castrati. Ellos eran los grandes seductores del siglo XVII, las mujeres se les aventaban como hoy a las grandes estrellas. Pero era una pasión transgresora porque al no tener la hormona del crecimiento, eran seres deformes. Era transgresor que por encima de esa monstruosidad uno pasara a otro estadio al escucharlos. Hasta los más racionales, o el mismo Napoleón, que estaba en contra, al oírlos caían a sus pies.
-¿Cómo fue la experiencia de dirigir a un grupo de actores tan heterogéneo?
-Más que tratar de homogeneizar el tipo de actuación nos abocamos a optimizar lo que cada uno daba. Fue el proceso creativo más gozoso que he tenido en mi vida. Es gente que tiene mucho talento, rigor, disciplina y entrega.
Un trabajo encantador y difícil
-¿Y el trabajo con Javier Medina?
-Sin Javier no existe la obra; no tiene sentido. No me interesa poner a una mujer vestida de hombre o a un hombre echando pitidos, tiene que ser Javier. El trabajo con él fue encantador y dificilísimo. Es una persona muy frágil en muchos sentidos y muy fuerte en otros. Fue el que más sufrió el proceso, se enfrentó a cuestiones difíciles de sus procesos personales con una valentía admirable, nunca había actuado, pero tiene un talento inagotable. Con él pasa como con los castrados, la gente cae a sus pies.
-En un par de escenas aparece un caballo, ¿qué significado tiene en la narración?
-Es una metáfora que sólo yo entiendo. Para mí lo único que encuentro actualmente parecido a la voz de un castrado es el caballo. Es un animal que puede ser potente y tierno a la vez, femenino y masculino.
-Como cantante, ¿qué sientes respecto a la castración?
-Estoy partido, y el grupo también lo está, en el sentido de estar a favor o en contra. Por una parte, me pregunto si valió la pena haberlos castrado, pero agarras una partitura de Farinelli y nadie la puede cantar hoy en día, entonces dices: ¿hasta dónde valió la pena el sacrificio y hasta dónde no? Al final me conecto al pobre Moreschi y me da una pena horrible.
-¿Cómo fue la experiencia en España?
-De esta obra me gusta que nunca deja a medias tintas, gusta o enoja. En Cádiz los críticos se dividieron y me encantó que se despertaran distintas reacciones. Lo que comprobé es que al público le fascinó. De ahí surgieron invitaciones para otros países.
-¿Cuáles?
-De momento tenemos confirmado Venezuela (Caracas), Bélgica y Estados Unidos (Miami y Nueva York).
-¿En dónde radica el éxito de esta obra?
-Además de en la capacidad interpretativa, el vestuario, la dirección musical y el entrenamiento de actores, en que De monstruos y prodigios no es una obra de teatro, es un proyecto. Que yo sepa nunca antes se había hecho un proyecto que incluyera una obra, conferencias que realizan los mismos actores, un programa de radio en el que contamos historias de castrati y el performance ¡Al agua sirena! Es mucho trabajo, pero está valiendo la pena.
Funciones: Jueves y viernes, 20:30; sábados, 19:00, y domingos, 18:00 horas, en el teatro El Galeón, atrás del Auditorio.
Culto a la voz celestial
En Francia, y especialmente en Italia, durante los siglos XVII y XVIII, nace la estrella profesional de la ópera. Era el culto a la voz celestial, la devoción por la belleza. Como resultado de este entusiasmo por las exquisiteces vocales y de la ordenanza vaticana que negaba a las mujeres aparecer en un escenario por considerarlo inmoral, surgen los castrati, uno de los delirios artísticos más caprichosos de todos los tiempos.
Esos cantantes de ópera eran niños reclutados generalmente de familias humildes y a los que se les sometía a una castración. El fin de la amputación genital era evitar que la voz infantil se convirtiera en voz adulta. Por medio de este sacrificio se lograba conseguir una voz única, no era de niño, de hombre, ni de mujer, capaz de interpretar composiciones que nadie ha podido entonar. Una voz con la agilidad de una soprano, pero con el poder pulmonar y la fuerza de un tenor.
Tras aquella operación los niños ingresaban al conservatorio y permanecían en él por muchos años. Allí, se preparaban bajo una dura disciplina que buscaba convertirlos en grandes estrellas de la ópera. Algunos lo lograban, como el famoso Farinelli, y pasaban a ser disputados por las cortes europeas y adorados por las mujeres. La mayoría quedaba a mitad del camino, con una vida profesional, sexual y familiar frustrada.
El Siglo de las Luces trae consigo la exaltación de la Razón. La defensa de los castrati es una ofensa a la Razón de los enciclopedistas. En 1793 la Declaración del los Derechos del Hombre declara ilegal la amputación de un miembro con excepción de causa médica. En 1798 el Vaticano revoca la ley que prohíbe a las mujeres subir a los escenarios. En 1914 muere en soledad Alessandro Moreschi, el último castrati.