jueves Ť 8 Ť febrero Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

Dos temas sin conexión

Era mi interés escribir sobre las intenciones de Fox para adecuar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a los tiempos que vive el país. Pero sucesos reprobables han ocurrido en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y no es posible quedarse callado como si nada hubiera ocurrido.

I. A reserva de volver en otro momento sobre el tema de las necesarias reformas a la Constitución, quiero mencionar dos aspectos del discurso de Fox del 5 de febrero, a mi juicio sobresalientes, y hacer un pequeño comentario sobre el significado que el mismo Presidente le atribuye a su propuesta. Comenzaré por el comentario.

El 2 de julio pasado marcó el inicio de un nuevo régimen político por construirse. Es de trascendencia por el hecho de que fue derrotado el partido de ese régimen, convertido ahora en oposición. Pero el presidente Fox ha exagerado: las elecciones federales no marcaron un "nuevo ciclo histórico" comparable al de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Si lo es, todavía faltan tiempo y acciones de gobierno que lo demuestren.

Los aspectos que considero sobresalientes del discurso presidencial son: 1) Que a pesar de su filiación partidaria se haya manifestado en contra de la lógica tecnocrática ("que dejó todo al mercado") y se comprometa con la justicia social, la educación laica y gratuita, el respeto a la diversidad cultural y los derechos sociales además de los individuales, en el marco de un Estado laico. Asimismo, y no menos importante, que proponga que se consagren en la Constitución las autonomías de los pueblos indios y que la democracia no sea vista sólo como elecciones, sino como una combinación de éstas con la democracia participativa y la directa. 2) Que considere que si la sociedad ha cambiado las instituciones deberán adecuarse y que, por lo mismo, se abra un periodo indeterminado de debate nacional y que la nueva Constitución o su reforma integral sea resultado de la correlación de fuerzas sociales y no como lo ha hecho el PRI en las más de 400 reformas que promovió: a espaldas de la población y muchas veces en su contra.

II. Supuestos miembros del Consejo General de Huelga (CGH) de la UNAM vejaron a profesores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de esta institución educativa. Las versiones que he recogido indican que varios profesores fueron privados de su libertad por más de una hora, golpeados e insultados, y que uno de ellos fue desnudado y así mantenido por un largo rato. Fueron identificados algunos de los pseudoestudiantes y si existen pruebas en su contra habrá que actuar conforme a derecho. Pero independientemente de lo formal, hay en estos sucesos un problema de ética y civilidad; de convivencia en suma. ƑUn estudiante (o varios) por el solo hecho de ser estudiante o estar inscrito en una institución educativa (si es el caso) tiene derecho a vejar a otro estudiante o a un profesor impunemente? Si se aceptara ese supuesto derecho, por el único e inadmisible expediente de que se pertenece a una organización contestaria y opositora, tendríamos que aceptar que las formas universitarias de convivencia, basadas tradicionalmente en el debate, la tolerancia y el respeto a la diversidad política, han perdido vigencia y que, por lo mismo, la ley de la selva (intimidación y fuerza) se ha impuesto. Si es el caso, y se permite, nadie está seguro en la universidad y ésta estaría negándose como tal.

La UNAM, como pocas universidades en el país, se ha caracterizado por el respeto a la disidencia y a la pluralidad de ideas. En ella se ha privilegiado el uso de la razón y no la fuerza, aunque no han faltado universitarios, incluso autoridades, que hicieron uso de esta última, provocando también nuestra protesta. En la UNAM no deben caber los abusos de autoridad, pero tampoco los actos vandálicos o vejatorios de quienes se dicen estudiantes. No es lo que queremos los universitarios. Lo que queremos los universitarios, y mis 35 años de docencia me autorizan a decirlo, es posibilidad de impartir nuestras clases, estar en nuestros cubículos cuando sea necesario, caminar sin miedo por los pasillos y jardines, hacer investigación sin censuras y debatir nuestras ideas, nuestras hipótesis o nuestras preferencias políticas en un ambiente de respeto.

En la UNAM, como en otras universidades de México y el mundo, hay luchas internas y la oposición a medidas autoritarias se ha expresado mediante manifestaciones de diversos tipos, pero con ciertos códigos. En toda lucha social auténtica debe prevalecer un código de conducta que no sólo es diferente al de las pandillas o del crimen organizado sino que es su negación. Precisamente por esta razón es que protestamos cuando a un activista político se le trata como delincuente. Si un activista social actuara como delincuente común y se le apresara, no tendría derecho a ser tratado como preso político o de conciencia, sino como ladrón, asesino o violador, según el caso. No entender esta verdad elemental es la razón por la cual quienes se quedaron con el CGH lo desprestigiaron y siguen haciéndolo.