JUEVES Ť 8 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť Tres funciones de esa danza en el Museo del Chopo
Exploración de lo interior y el desbalance, signos del butoh
Ť Hijikata rompió con el canon de lo formalmente bello
ARTURO JIMENEZ
Entre los principales bailarines de danza butoh figura el maestro Takuya Ishide, quien aprendiera el espíritu de ese arte directamente de Tatsumi Hijikata, creador de esa fértil y controvertida escuela dancística a principios de los años sesenta, en Japón, al romper con cánones establecidos como el de lo formalmente bello.
Un innovador, Hijikata dio relevancia al movimiento interior, el desbalance, la discontinuidad y las metáforas. Al alejarse del predominio del cuerpo y explorar el movimiento que surge del mundo interior, el maestro fue criticado y descalificado por la ortodoxia, pero su propuesta salió adelante.
Cruzamiento entre cuerpo y mente
Con Ishide a la cabeza, mañana se desarrollará la primera de tres presentaciones de cuatro bailarines japoneses, en el Museo del Chopo. Las otras dos serán los sábados 10 y 17, también a las 19:30 horas.
Además de Ishide participan dos bailarinas que vienen con él desde Japón y con las que se ha presentado en varias ciudades del mundo, y una más que vive en Tepoztlán desde hace siete años. Ellas son Nike Minotau, Yuri Nagaoka y Katsuko Suzuki.
Este viernes y el primer sábado Ishide bailará la pieza Para un ave herida que no deja de picarme. Según información del Chopo, él presenta una mirada atraída por algo para lo que no hay nada que hacer, no quiere quedarse pero lo hace y en esa confusión expresa la absoluta belleza.
Mientras, Arbol dulce será recreado por Minotau, a quien le interesa expresar el dinamismo que forma el cruzamiento infinito entre la mente y el cuerpo. Con Serpiente blanca, Nagaoka explorará la profundidad de la mente y expresará de manera simultánea lo sagrado y lo vulgar.
El sábado 17, Suzuki escenificará Pétalo de nieve y sus tres compañeros, Los filos que sueñan.
Humor e improvisación
Durante una conferencia de prensa y con la ayuda de la traducción de Takako Oniishi, los cuatro bailarines constataron uno de los rasgos fundamentales de la danza butoh: dar salida a la necesidad de mostrar lo que cada quien aloja en las zonas más profundas de su interior.
Aunque fuera de Japón, comentaron, existen grupos que ya tienen sus coreografías establecidas, con ellos no sucede así. Incluso, agregaron que en su mismo país el estilo que practican es considerado singular.
Con fino sentido del humor, Ishide contó que una vez, mientras bailaba sin música en la calle de alguna ciudad europea, las personas pensaron otra cosa y lo llevaron al hospital. Luego de la charla, los bailarines permitieron observar uno de sus ensayos.
La libertad y la asimetría como premisas se hicieron presentes, pero sobre todo, el acercamiento del espectador a mundos antes no visitados mediante movimientos corporales.
Y en un momento de improvisación, Ishide tomó los zapatos de Carlos Cisneros y los integró a su coreografía. El fotógrafo se había descalzado para que su trabajo no obstaculizara el de los bailarines.
La danza butoh representa una nueva concepción de la danza contemporánea. Es una estética de vanguardia que en los años sesenta nació en un territorio impreciso entre Oriente y Occidente, entre la materia y el alma, entre el mundo del sueño y el ensueño: el butoh o danza de las tinieblas.
(Las funciones en el Chopo se presentan en el contexto de Ichigo Ichie, colectiva de artistas plásticos japoneses y mexicanos que culminará el 18 de marzo.)