viernes Ť 9 Ť febrero Ť 2001
Luis Javier Garrido
El set
El presidente Vicente Fox, que ha abandonado el lujoso hotel estadunidense desde donde despachó en los dos primeros meses de su sexenio, y da a entender que ahora sí va a empezar a gobernar en Los Pinos y a cumplir sus promesas de campaña, no puede ignorar que quienes siguen mandando en el país son las fuerzas del narcosalinismo, y que subsiste la interrogante de qué acuerdos puede tener con éstas.
1. El momento de la definición ha llegado para el nuevo Presidente, que no puede seguirse escudando en la estrategia de sentirse que todavía está en campaña y de que puede continuar entreteniendo a la ciudadanía a través de los medios, como lo hizo durante la campaña electoral, y deberá responder a cuestiones cruciales: desde definirse ante los ilícitos del viejo régimen hasta aceptar que no puede fungir más que como un gobierno "de transición", y por ello la importancia que tiene su actitud ante el zapatismo.
2. La marcha zapatista va a ser, a pesar suyo, la primera gran prueba para el gobierno de Vicente Fox, que tendrá que demostrar a lo largo de más de tres semanas si realmente tiene una voluntad de paz para los pueblos indios, y si va a respetar y a hacer respetar en México las garantías individuales y sociales, como protestó hacerlo.
3. La estrategia de Fox de pretender gobernar a través de los medios, pensando en el país como un set desde donde se puede entretener a los mexicanos y convencerlos de que ya todo cambió, no puede continuar porque la realidad lo contradice todos los días, y ése es el proceso que muy lentamente empieza a darse ahora. Los mexicanos no pueden testimoniar sino un deterioro de la vida social en todos los órdenes, a pesar de lo que dice Fox sobre la democracia que, según él, ya llegó al país y los "tiempos nuevos" que se estarían viviendo.
4. La equivocada caracterización del régimen mexicano que hicieron durante décadas las fuerzas de oposición las llevó a la situación actual, en la que ya no pretenden desmantelar al sistema de partido de Estado y a todo lo que le sustentó históricamente (el narcopoder, las mafias empresariales, los medios masivos de comunicación), ni hacer una reforma constitucional democrática, y han limitado su versión de "la transición política" a destruir los feudos que subsisten del PRI a nivel regional o sectorial.
5. La propuesta de reforma constitucional esbozada por Fox en su discurso del 5 de febrero no hace, por ejemplo, más que presentar un refrito de iniciativas presentadas en el pasado por muchos legisladores, y aunque toma algunos de los temas propuestos en 1996 por la delegación zapatista en la mesa 2 de San Andrés, la suya no se acerca ni de lejos a ser una propuesta democrática que pudiera reconocer plenamente los derechos políticos de los ciudadanos, restablecer el equilibrio de los Poderes o limitar las excesivas atribuciones del Ejecutivo, ni mucho menos a reconocer con plenitud los derechos sociales a la tierra, al trabajo, a la salud, a la educación. No aparecen en ella figuras como la revocación del mandato, la acción popular o la iniciativa popular ni las candidaturas ciudadanas. Y sí hay elementos para suponer, por el contrario, que atrás de estas modificaciones se hallan contrarreformas neoliberales similares a las de los anteriores gobiernos priístas.
6. La incapacidad de la administración foxista para definir políticas diferentes a las de la derecha rampante ha dejado, por el contrario, en estos dos meses el espacio para que los sectores más intransigentes desde dentro y fuera del gobierno tomen la iniciativa y se estén dedicando a generar un clima de intolerancia mucho mayor que en el de los peores momentos de los gobiernos priístas, como se ha visto en estos días. A los actos de violencia suscitados desde el poder se ha sumado el reclamo airado de las principales cadenas de radio y televisión, de algunos sectores del panismo, de voces empresariales y de la jerarquía católica que incitan a reprimir cualquier manifestación de inconformidad en un tono pocas veces antes visto.
7. Vicente Fox puede pensar que tiene el poder, pero se equivoca. Está en el gobierno y los sectores más oscuros y corruptos del país, que sí lo tienen, están actuando con mucha mayor impunidad que en los dos sexenios anteriores.
8. ƑCómo podría explicarse, de no ser así, el papel que están desempeñando las principales cadenas de televisión, que en sus espacios de noticias parecen competir entre sí todos los días para desinformar a la población y trasgrediendo la legislación en la materia se empeñen en exigir una violencia represiva contra todas las expresiones sociales?
9. El caso de la Universidad Nacional es en este sentido muy significativo de lo que está aconteciendo, pues la burocracia priísta que controla a la UNAM, apoyada por un sector del perredismo, parece decidida a seguirla utilizando para fines políticos, no sólo incorporando a sus facultades e institutos como "académicos" a políticos salinistas, sino provocando actos de violencia. El absurdo operativo de confrontación montado por las autoridades universitarias ante el anuncio del paro de un día organizado por el CGH para protestar por la intervención de la PFP hace un año, no tuvo otro objetivo que generarle un problema al gobierno federal.
10. El principio de un sexenio puede ser también su final al marcar también las políticas de los años por venir.