sabado Ť 10 Ť febrero Ť 2001
Arturo Alcalde Justiniani
Huelga hulera a la vista
Para el primer minuto del próximo 13 de febrero se anuncia la suspensión de labores de casi 10 mil trabajadores regidos por el Contrato Ley del Hule. La estrategia empresarial resulta clara: provocar un conflicto negándose a ofrecer algún incremento salarial a sus trabajadores, desplegar una campaña de desprestigio al Contrato Ley del Hule buscando su desaparición, culpar a los trabajadores de todos los males posibles de esta industria y forzar a las autoridades a definirse en favor de sus intereses. La negativa a negociación alguna, sus extrañas solicitudes de amparo, buscando obstaculizar la negociación laboral que corresponde realizar cada dos años, da cuenta de esta actitud sin precedente, de un empresariado envalentonado por la pasada declaración de inexistencia de la huelga de los trabajadores azucareros.
Poco ayuda negar los problemas que acaecen en la industria hulera y llantera nacional, pero conviene aclarar sus verdaderas causas. Tampoco es conveniente desconocer la necesidad de cambios en el contrato ley, sobre todo en la distinción entre la gran industria llantera y la pequeña dedicada a otros productos del hule, en condiciones sensiblemente diferentes. Sin embargo no será posible encontrar soluciones de fondo si se sustituye la concertación basada en la reflexión objetiva y razonada por una estrategia de crisis y confrontación sustentada en retorcidos litigios jurídicos.
La industria del hule se ha visto profundamente afectada, en primer término por una apertura comercial indiscriminada, que en los últimos años ocasionó una importación acelerada que excede un tercio de la producción nacional, principalmente de Estados Unidos, Corea del Sur, Japón y Canadá, situación que ha provocado que el precio en dólares de la producción nacional se redujese, más que el incremento a la productividad. De estos estragos no son culpables los trabajadores, como tampoco lo son de las limitaciones tecnológicas y organizativas de la industria y la baja calidad de los insumos que afecta sensiblemente la productividad global. Resulta fácil inculpar al contrato ley y al monto salarial de todos los males, olvidando que, aun cuando los salarios de los trabajadores huleros son superiores a otras ramas de la industria manufacturera, equivalen a la mitad de los percibidos por los trabajadores estadunidenses. Todos los análisis coinciden en que a escala nacional el salario real de estos trabajadores no ha aumentado en los últimos diez años, sin embargo la productividad laboral se incrementó en el orden de 4 por ciento. No cabe duda de que mejorar la productividad es un reto común de trabajadores, empleadores y gobierno, y ésta implica revisar sistemas de trabajo, mejoras en la capacitación, la modernización tecnológica y la remuneración. Han sido muchos los años en los que se omitieron cambios necesarios, porque los propietarios no sentían necesidad de ello, por las ganancias obtenidas; finalmente, el valor conjunto de los salarios directos e indirectos no excedía de 20 por ciento del costo del producto, aun cuando la remuneración de los directivos es sensiblemente superior a la de los trabajadores. Si ahora se muestra evidente la necesidad de un cambio estructural, conviene poner sobre la mesa de negociación todos los temas, reconociendo la responsabilidad de cada parte, incluyendo la derivada de la propia política económica del gobierno. Más que una provocación empresarial a la huelga, lo que se requiere es un diagnóstico objetivo de la industria, generando, en un ambiente de concertación y transparencia, soluciones estructurales. La experiencia ha demostrado que los trabajadores no se resisten a los cambios si se acredita que con los mismos se garantiza su seguridad personal y familiar. Más que abogados lo que se necesita en esta difícil negociación es hacer intervenir a los verdaderos actores que conocen la industria y saben de sus limitaciones. En lugar de huelgas provocadas se requieren modernizaciones integrales y concertadas.