Ť La esperanza no es de fiar, pero es lo único que tienen los seguidores del Tricolor
Meza peligra más por la indisciplina de sus jugadores que por los resultados
Ť Las malas rachas de la selección son de nacimiento; el mismo Trelles las ha padecido
Ť De los altares de la gente al paredón transitó Miguel Mejía en las copas América
ABRIL DEL RIO Y MIGUEL A. RAMIREZ /Y II
Aunque la esperanza nunca ha sido de fiar para los aficionados, es lo único que tienen cuando de la selección nacional se trata. Y son los cambios de técnico lo que la renuevan; por eso cada vez hay menos paciencia cuando se presenta el primer brote de desconfianza.
Miguel Mejía Barón (al guardarse los cambios en el 94), y Bora Milutinovic y Manuel Lapuente (al no superar a quien debían superar), pueden dar cuenta de ello. Con Enrique Meza, pese a la mala racha, aún es muy temprano para pedirle cuentas, aunque él podría no ser víctima de los resultados del Tricolor.
Puso en la mesa su renuncia, si se demuestra que algunos seleccionados alteraron la disciplina previo al pasado encuentro amistoso ante Argentina en Los Angeles y no se ha dicho la última palabra.
Mejía Barón se fue a los altares de los aficionados, cuando se trajo el subcampeonato de la Copa América 93, celebrada en Ecuador. Ese 4 de julio en Guayaquil se codeó verdaderamente con los grandes.
Inusitado recibimiento
Perdió la final (2-1) contra Argentina; sin embargo, no fue obstáculo para que la gente le hiciera al Tricolor una insólita valla desde el aeropuerto capitalino a Los Pinos.
Un años después empezó su declive al perder la oportunidad de ir más allá en un Mundial. Todos supieron lo que se debía hacer, menos él. No atacó, no realizó los esperados cambios y permitió que Bulgaria se le escapara en los penales. El primero en pasarse al lado de sus enemigos fue el mismo Hugo Sánchez, a quien tanto había protegido.
En 1995 pasó de panzazo la primera ronda de la Copa América, en Uruguay, y al ser eliminado 4-1 en penales por Estados Unidos quedó en el paredón. Aunque, fiel a sus ideas, se aferraba al cargo.
El 2 de agosto de 95 le dieron las gracias los directivos. Y entre las frases que dejó para el recuerdo destaca: "La afición mexicana nunca va a dejar de vivir de ilusiones, porque nunca ha tenido una gran selección. Podría ser más realista cuando sea parte del primer mundo" (La Jornada, 19 de marzo/1994).
El lugar que dejó Mejía Barón lo ocupó Bora Milutinovic, quien ya había dirigido a la selección en el Mundial de México 86. El serbio, hasta ese momento, no sabía lo que era una eliminatoria, pues en la Copa del Mundo de 94 se acomodó para ocupar el banquillo del anfitrión Estados Unidos.
Milutinovic arrancó su nueva aventura en el Tricolor con un triunfo de 2-1 sobre Arabia Saudita, en Los Angeles, el 11 de octubre de 1995, y cerró su preparación previa a la eliminatoria (el 31 de agosto de 96) con un revés de 2-0 en su visita a Francia.
Las eliminatorias normalmente habían sido "pan comido" para la selección (a visita recíproca), pero con Bora se dependió aún más de los juegos en casa. En la primera etapa se superó en los dos duelos a San Vicente (3-0 y 5-1). También derrotaron a Honduras (3-1) y a Jamaica (2-1) en el Azteca, pero cayeron cuando fueron por esas tierras (2-1 con Honduras, y 1-0 con Jamaica).
Además de técnico, Bora tuvo que hacerle de torero para superar las críticas y llegar a la siguiente ronda. En la lucha definitiva para el boleto a Francia 98, la situación empeoró, pues no le ganó a nadie fuera de México. Empató 2-2 con Canadá; 0-0 ante Costa Rica; 2-2 contra Estados Unidos y 0-0 con Jamaica.
La salida de Bora
Su pase lo alcanzó básicamente con el 4-0 sobre Canadá y el 6-0 ante Jamaica, en el coloso de Santa Ursula, porque se le fueron vivos del DF Costa Rica y Estados Unidos, al igualar 3-3 y 0-0, respectivamente.
La selección llegaba a otro Mundial, pero hasta el mismo Bora sabía que no la iba a acompañar. Antes de concluir la eliminatoria, el técnico presumía de estar feliz, tranquilo, porque a esas alturas de su vida ya tenía bien definido hacia dónde iba.
?¿Y a dónde va Bora?, se le inquirió.
?A la chingada. (La Jornada, 8 de noviembre/1997).
Su salida se hizo oficial el 26 de noviembre de 97. Y los dirigentes siguieron demostrando que son de los que tropiezan con la misma piedra, porque eligieron a Manuel Lapuente como el sustituto.
Deportivamente no podía cuestionarse el nombramiento, pero Lapuente tenía una relación con el desprestigiado promotor Carlos Hurtado. Otro Carlos, Hermosillo, se encargó de recordárselo hasta el último momento.
Manolo inició su nueva era con la selección perdiendo 3-1 ante Australia, en la Copa Rey Fahd de 1997. Luego vino un 5-0 sobre Arabia Saudita y un revés de 3-2 ante Brasil en el mismo torneo. Nada halagador, pero vendría lo peor.
En la víspera del Mundial 98 nadie daba un quinto por el Tricolor. Los resultados de los últimos partidos de preparación eran el principal argumento: perdió 1-0 con el Bolonia; derrotó 6-0 a Estonia y 1-0 a Venecia. Igualó 0-0 con el Steaua y Noruega lo apaleó 5-2. Empató 0-0 con Irlanda, pero la alarma sonó con el 4-1 que le recetó el equipo alemán Wolfsburg, pues éste ocupaba el lugar 14 en la Bundesliga.
El triunfo de 2-1 ante Japón y el 0-0 con que cerró contra Arabia Saudita no borraron la descabellada idea de los dirigentes de que necesitaba a un asesor como Luis Fernando Tena o el Tuca Ferreti.
Al concluir la Copa del Mundo, algunos se sintieron satisfechos con el 3-1 sobre Corea del Sur; los empates (2-2) con Bélgica y Holanda, y el 2-1 con el que Alemania los mandó de regreso a casa.
Se pasó la primera ronda al menos, que ya era algo ante la pobre cosecha de la selección nacional en los 11 mundiales en que ha intervenido: 1930, 1950 y 1954, con cero puntos; 1958, un punto; 1962 y 1966, dos puntos; 1970, cinco puntos; 1978, cero puntos; 1986, cinco puntos; 1994, cuatro puntos. En total, 19 juegos perdidos, 8 ganados y 10 empates.
La estancia de Lapuente se interrumpió ahora en la primera etapa eliminatoria rumbo al 2002. Dejó al equipo calificado; sin embargo, no se le perdonó que llegara a perder en su visita a Trinidad y Tobago (1-0).
La expectativa con Meza
Enrique Meza llegó a culminar esa fase inicial. Su debut no sorprendió a nadie con el 7-0 sobre los trinitarios en el Azteca. Luego vino un 0-0 en su visita a Canadá y quedó a la espera del hexagonal final, que repartirá tres boletos para Japón-Corea del Sur.
En tan poco tiempo, Meza ya impuso un récord, pero negativo. La selección acumuló una racha de 4 partidos sin anotar. Aunque los infortunios vienen desde el nacimiento del representativo mexicano.
De diciembre de 1923 a junio de 1928 no conoció el triunfo en 14 juegos que disputó frente a Guatemala, una selección de españoles en México, el Nacional uruguayo, el Asturias, el Real Club España, España, Chile, los holandeses Feyenoord, Utrechsche Voetbal Verningin, Selección Olímpica de Uruguay, los alemanes Colonia y Suelz y el suizo Nordsten.
El mismo Ignacio Trelles sufrió una cadena de siete juegos sin victoria, en 1960: perdió dos veces con el Botafogo y Argentina; empató y cayó ante Brasil, e igualó con Costa Rica.
En 1966, se le apareció otra, pero de ocho juegos. No le pudo ganar a Sheffield United, Tottheham, Suiza, Irlanda del Norte, Italia, Francia, Inglaterra y Uruguay.
Por eso, tal vez Enrique Meza pueda dormir tranquilo con una mala racha. Lo que podría preocuparle en este momento es si la Federación Mexicana de Futbol cumple con su amenaza de demandar al diario La Opinión de Los Angeles y se comprueba la noticia de indisciplina de algunos seleccionados.