DOMINGO Ť 11 Ť FEBRERO Ť 2001
Gerardo Estrada
Imágenes
Las fotografías publicadas en La Jornada el miércoles, en las que un grupo de colegas, profesores, alumnos y amigos desfilan con las manos atrás custodiados por miembros del CGH, hicieron venir a mi memoria imágenes de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, en 1964, cuando ingresé a la misma. En aquella época, los años sesenta, la escuela y sus estudiantes soñábamos con las utopías y de alguna manera pretendíamos hacerlas realidad en el espacio moderno y acogedor de nuestra pequeña escuela, cuya población no rebasaba los mil alumnos. Ahí, en lugar de planillas estudiantiles, todos los estudiantes "jugábamos" a que éramos una pequeña república en donde había partidos políticos que reflejaban la estructura ideológica nacional, y que disputaban la presidencia de la sociedad de alumnos y la representación del consejo estudiantil en un torneo electoral en muchos sentidos ejemplar.
Los partidos estaban perfectamente identificados: el PRE, Partido Revolucionario Estudiantil, que aglutinaba a los estudiantes simpatizantes del PRI nacional; el PAU, Partido Auténtico Universitario, que aglutinaba a los estudiantes que simpatizaban con las ideas de la democracia cristiana, y el PES, Partido Estudiantil Socialista, que representaba a los estudiantes simpatizantes del Partido Comunista y de otras corrientes de izquierda. Había otros pero con menos arraigo. Todos combatían legalmente entre sí por ganar la representación estudiantil en campañas que culminaban en un debate ideológico moderado por alguno de nuestros distinguidos profesores. Aparte de las diferencias en la dimensión del entorno electoral, lo curioso e interesante es que el PRE estudiantil, a diferencia del PRI nacional, participaba en elecciones libres y democráticas perfectamente vigiladas y aceptaba sus derrotas; que el PAU aceptaba discutir abiertamente sus ideas y su calidad minoritaria; que el PES, a diferencia de sus pares nacionales, los partidos de izquierda, no denunciaba a la democracia como un juego burgués y aceptaba participar, y normalmente ganaba las elecciones estudiantiles. Esta imagen, un tanto idílica y seguramente endulzada por la nostalgia, puede que no sea compartida por todos mis compañeros, pero lo importante es que la escuela y sus estudiantes y profesores compartían sus ideales políticos y pretendían, consciente o inconscientemente, mostrar en su actitud política y escolar, lo que todos queríamos fuera una realidad en la vida nacional.
En nuestro "juego" electoral lo que se anhelaba de fondo era mostrar que los mexicanos éramos capaces de tener una vida democrática normal, que no necesitábamos más tutelas y que estábamos preparados para la democracia. La represión del 68 terminó con el juego y dio paso a la realidad. Hoy en cambio, algunos grupos de estudiantes parecen querer imitar los comportamientos más deleznables del poder e infligen vejámenes a distinguidos universitarios dizque a nombre de la democracia y la justicia. En lugar de que, como alguna consigna del 68 proponía, que "alfabetizar a un granadero era hacer patria", hoy los miembros del CGH pretenden imitar los peores estereotipos de la conducta policial. Espero que la mayor parte de los estudiantes de la facultad piensen lo mismo sobre la tolerancia, la pluralidad y la democracia, los valores en que creíamos en los años sesenta y que al igual que muchos egresados de la hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociales continúen enriqueciendo la vida democrática, política, cultural y social de nuestro país desde las más diversas trincheras. Que las imágenes de La Jornada no identifiquen a una comunidad académica que mucho ha contribuido por medio de sus egresados a configurar la vida democrática que hoy vivimos.