LUNES Ť 12 Ť FEBRERO Ť 2001
Adolfo Gilly / Imanol Ordorika
UNAM: los métodos atroces
En la madrugada del 6 de febrero, un grupo de unos treinta funcionarios y profesores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, contrarios al paro declarado para ese día, fueron rodeados en las instalaciones de la facultad por un centenar de estudiantes. Los funcionarios y profesores no se resistieron. Fueron apresados y golpeados, obligados a quitarse los pantalones y a permanecer sentados en el piso, insultados y amarrados con cuerdas. Horas después fueron sacados de la facultad en fila de prisioneros.
Uno de los que encabezaron esta acción, Argel Pineda, del Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella, declaró al día siguiente al periódico Crónica que así se había logrado "la pérdida de temor a la autoridad: hace un siglo se fusilaba a las personas y hace poco no se hacía, pero no por falta de ganas sino por temor". Con este tipo de acciones, agregó, "estamos sentando un precedente para la forma de actuar entre otros compañeros. Nuestros métodos de acción deben modificarse. Por eso decidimos aplicarles la misma receta que los habitantes hidalguenses". (Se refiere a los estudiantes y pobladores de El Mexe, que respondieron a una incursión policial desarmando a los policías, desvistiéndolos y expulsándolos del lugar.)
Debemos, pues, entender que los hechos en la FCPS intentan ser un "precedente", de un modelo a seguir, de un "método de acción" para guiar "la forma de actuar" del movimiento estudiantil. Esta declaración no se pierde, como otras, en tergiversaciones y divagaciones. Plantea una cuestión fundamental: si son estos los métodos del movimiento estudiantil, y si deben ser un ejemplo a seguir en el futuro.
No. Nunca, en ninguna circunstancia es lícito tratar a un ser humano como este grupo de estudiantes trató a aquellos funcionarios y profesores. No sólo aquí, donde la atrocidad se cometió contra miembros de la misma comunidad. Tampoco en El Mexe. Podemos comprender la ira de los pobladores frente a los policías invasores. Era justo desarmarlos y expulsarlos de El Mexe. Pero no vejarlos, pasearlos desnudos y humillarlos.
Quien humilla a otro, cualquiera sea el pretexto, se humilla a sí mismo y a su propia condición humana. Mucho más grave es cuando esto sucede en la UNAM.
Estos métodos atroces aíslan y destruyen al propio movimiento. No son nuevos. Los usaron en los años 70 los "enfermos" en varias universidades del país. Los usaron en la UNAM individuos como Mario Falcón y Miguel Castro Bustos contra el rector Pablo González Casanova. Esos métodos suelen reaparecer en épocas de repliegue, porque en momentos de auge el movimiento estudiantil tiene la fuerza para hacerlos a un lado.
Cuando estalló la huelga de 1999, queremos recordarlo, la consideramos legítima y la apoyamos. Estuvimos contra el alza de cuotas que, a pesar de todas sus vicisitudes, la huelga estudiantil derrotó. Estuvimos contra el plebiscito y anunciamos que detrás de éste venía el garrote. Condenamos la entrada de la PFP en la UNAM y la violencia policial contra los estudiantes. Exigimos entonces, junto con cientos de miles, la libertad inmediata de todos los presos y el retiro de los cargos.
La huelga se pudo haber resuelto antes de su estallido. Pero bajo las instrucciones del gobierno federal, nunca las autoridades quisieron en verdad dialogar con el CGH. Buscaron alargar el conflicto. Trataron de acorralar y desesperar más y más a los estudiantes. En este clima se fue deteriorando la vida interna del movimiento.
Hemos heredado el deterioro. Es la segunda vez en pocos días que en la lucha política en este país se reivindica en voz alta el fusilamiento del adversario: lo hizo el gobernador de Querétaro, lo hace ahora este estudiante en nombre del grupo al cual dirige. Aguas Blancas, Acteal, El Bosque, El Charco, los paramilitares institucionalizados en Chiapas, la ocupación de la UNAM por la PFP, son algunos de los antecedentes inmediatos que a esta situación nos han conducido.
El sexenio de Ernesto Zedillo multiplicó la pobreza, la intolerancia, la violencia en la sociedad mexicana. Esta violencia en la UNAM no es un caso aislado. La encarna una minoría, pero afecta a toda los universitarios. Es grave que haya quien trate de exculparla.
Los responsables de estos hechos serán enviados ante el Tribunal Universitario. Un mínimo deber de coherencia los obliga a defender sus métodos frente a ese tribunal. Deben, de lo contrario, repudiarlos.
La resolución de un Tribunal y el repudio de los universitarios a estos métodos no son suficientes para superar la situación que vive la universidad. Tampoco es aceptable, bajo ninguna condición, legitimar la violencia de autoridades que consideran válido el uso de la PFP en la UNAM. Es preciso ir más allá de estas visiones que condenan a la universidad a la violencia. La inteligencia, la organización y la actitud severa y racional en cada aula y en cada escuela permitirán construir el debate y las relaciones de respeto a las ideas propias y ajenas para la impostergable trasformación de la universidad.