LUNES Ť 12 Ť FEBRERO Ť 2001
El teatro cultural en México, a telón abierto
CARLOS PAUL Y ANGEL VARGAS /I
Los años ochenta marcaron "el comienzo de una debacle moral" del teatro de arte en México.
Y si bien creadores y funcionarios mantienen opiniones matizadas acerca de la situación actual de este ámbito, la mayoría coincide en que la salud futura del arte escénico depende de resolver, entre otros problemas, la falta de continuidad de proyectos y la recuperación de públicos.
Como sucede en gran parte del mundo, en nuestro país el Estado ha sido pieza determinante para la subsistencia y la dinámica del teatro, aunque se trata de un apoyo ambiguo: en algunos casos funciona como impulso; en otros, como limitante.
Un ejemplo válido para ambas situaciones, dicen los creadores, es cuando una obra mantiene temporada independientemente de su poco o nulo impacto entre el público, o cuando la escenificación, a pesar de su éxito, debe salir porque cumplió con su número determinado de funciones y otro grupo está en espera de ocupar el teatro.
Las declaraciones sobre la obligación de las autoridades culturales para el desarrollo del ámbito teatral son una constante entre la comunidad. Sin embargo, hay también quienes cuestionan el "paternalismo oficial", al considerar que privilegia a ciertos grupos o personas, además de provocar, no en pocas ocasiones, el anquilosamiento en cuanto a propuestas estéticas.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes son las instituciones oficiales encargadas de fomentar el teatro en México.
La primera, mediante la Dirección de Teatro y Danza, el Centro Universitario de Teatro (CUT) y la Facultad de Filosofía y Letras.
La segunda, por medio del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y su Coordinación Nacional de Teatro, la Escuela Nacional de Arte Teatral y el Centro Cultural Helénico.
Entre los grupos independientes, destacan el Foro Teatro Contemporáneo, de Ludwig Marg ules; la escuela en San Cayetano, estado de México, de Luis de Tavira, y la Casa del Teatro, así como algunos creadores a nivel personal, como Héctor Mendoza y Jesusa Rodríguez.
Mario Espinosa, titular de la Coordinación Nacional de Teatro en la pasada gestión, opina que los programas institucionales son insuficientes para resolver las dificultades que enfrentan las artes escénicas mexicanas.
"No obstante los programas (oficiales) que tratan de estimularlas, uno de los problemas radica en la continuidad de los proyectos teatrales, lo que tiene que ver con dos vertientes: una, las condiciones de financiamiento y, otra, cómo se imagina la gente de teatro a sí misma."
Explica el creador escénico: "Lo que más predomina son grupos no formales de directores, escritores, actores y escenógrafos que funcionan para un solo montaje y que una vez terminado se desintegran. Esta forma de trabajó resulta natural para la gente de teatro; no se concibe de otra manera".
Sobre la imperativa necesidad de mantener proyectos, el dramaturgo y director Luis Mario Moncada considera que se trata de una circunstancia compleja y difícil de revertir.
"En México -señala-, casi siempre lo que seguimos son propuestas únicas, y entonces todos estamos circulando, desde directores, actores y autores. Esto tiene una parte muy rica, que es el que todos trabajamos con todos; en ese sentido, el oficio se va enriqueciendo, pero al mismo tiempo tiene una gran limitante, que es si alguien tiene una propuesta estética determinada no la puede desarrollar ni tiene continuidad."
Director y docente, Rodolfo Obregón enfatiza: "A pesar de las buenas intenciones de la política cultural (hacia el teatro) y sus buenos proyectos, no se toma en cuenta la realidad" de las personas que intervienen en el proceso escénico.
"El problema es, por ejemplo, que algunos jóvenes creadores van a tocar la puerta del INBA, luego la de la UNAM o la del Helénico, en el orden que se quiera, y se encuentran siempre con que esos espacios están ocupados por la misma gente: directores, actores y hasta dramaturgos. Están viciadas las relaciones con la comunidad. No se permite espacio para nuevas propuestas."
Agrega que esa situación no es muy distinta a la dinámica de la política cultural respecto a la designación de puestos directivos, los cuales son rotados entre grupos reducidos y distintos, en una especie de juego de sillas.
Convencido de que "el desmoronamiento" del teatro universitario en la década de los ochenta propició "la debacle moral" del teatro de arte en México, su "dispersión e indefinición", Obregón critica la transformación radical que sufrió la Compañía Nacional de Teatro (CNT).
De tener "un perfil perfectamente definido", con un elenco y un repertorio identificables por el público, pasó a ser en la actualidad sólo "un membrete", visión en la que coincide con José Ramón Enríquez, director del CUT, quien asevera:
"La CNT es un membrete. No es una entidad estable que tenga un repertorio. Eso fue en un momento dado. Ahora, se llama a un director y éste llama a un reparto, para montar una obra dentro de la agrupación. Podríamos llamarle de otra forma, pero no Compañía Nacional de Teatro".
Un lustro de montajes
Entre 1996 y 2000, la Coordinación Nacional de Teatro del INBA ofreció, como producciones propias, 20 obras de estreno y 16 reposiciones; en la modalidad de coproducciones para adultos, 116, y, para el público infantil, 146.
De febrero de 1995 a diciembre de 2000 se llevaron a escena 277 obras, con un total de 16 mil 698 funciones, a las cuales asistieron 3 millones 834 mil 510 espectadores. El promedio por función en ese periodo fue de 230 asistentes, mientras que el porcentaje de ocupación de las cuatro salas de la Unidad Artística y Cultural del Bosque por función fue de 43.5 por ciento.
En el renglón de montajes internacionales se escenificaron 23 obras, de marzo de 1995 a diciembre de 2000, ofreciendo 60 funciones, a las que asistieron 23 mil 228 espectadores.
En los espacios teatrales del Centro Cultural Helénico se escenificaron, de 1995 a 2000, 283 obras, las cuales sumaron 4 mil 737 funciones y en conjunto recibieron a 296 mil 149 espectadores. Esta última cifra incluye la asistencia que tuvieron 31 actividades extraescénicas, como presentaciones de libros, discos, talleres y seminarios, entre otras.
En los últimos cuatro años, la UNAM produjo 75 obras, con un total de mil 929 funciones y 125 mil 217 asistentes.