Lunes en la Ciencia, 12 de febrero del 2001 

 
 
divulgaciondivulgacion La importancia de un enfoque multidisciplinario en la difusión de los conocimientos
Aprendizaje y divulgación para científicos
Héctor Reyes Bonilla

El objetivo fundamental de la divulgación científica es dar a conocer de una forma fácil y accesible los avances en alguna de las ramas de la ciencia. La idea rectora es que los no especialistas puedan informarse y tengan una idea clara de la importancia de los adelantos científicos y tecnológicos, y de las consecuencias del uso, desuso o mal uso de esos conocimientos en la vida diaria. Así, el público estará en posibilidades reales de tener una opinión fundamentada sobre tales aspectos.

Todo lo anterior está muy bien, pero parte de una premisa básica: que los miembros de las universidades y centros de investigación, quienes normalmente toman el papel de instructores, deben tener un adecuado conocimiento, no sólo de su particular campo de trabajo, sino de la situación científica en general, o al menos del "estado del arte" en las disciplinas más relacionadas a la propia. Digamos, por ejemplo, que un botánico especializado en taxonomía de helechos debería saber lo suficiente sobre la cladística; que un agrónomo trabajando con cultivos transgénicos debía tener bases firmes en genética y teoría evolutiva; o que una bióloga dedicada a la conservación tendría que manejar los fundamentos de la teoría de biogeografía de islas. Desafortunadamente, muchas veces esto no ocurre. Un porcentaje alto de los científicos profesionales en México (¿y el mundo?) llega a mostrar un grave desconocimiento de la situación actual en ámbitos distintos a aquellos en los que desarrollan su investigación.

 A primera vista, fuera del "qué dirán", ¿cuál podría ser la necesidad de mantenerse al menos lejanamente actualizado de los adelantos en otros campos, considerando que en muchas ocasiones es difícil poder estar al día en el propio? Se me ocurren al menos cuatro buenas razones para ello.

divulgacion-11) Inevitablemente, en revisiones de tesis, artículos científicos o durante la evaluación de proyectos, los investigadores tendrán contacto con otras áreas del conocimiento. El aislamiento académico entonces se convierte en un problema, tanto para el revisor que muchas veces no tiene opinión alguna sobre un tema que le es totalmente ajeno (o en los peores casos, cuando se aventura a hacer comentarios muchas veces inútiles o fuera de lugar, con el afán de decir al menos algo), como para el alumno, para quien el asesor se vuelve un lastre en su comité, o para el colega que queda indignado por las pésimas evaluaciones a su trabajo o sus proyectos de investigación, perpetradas por algunos de sus pares. Otro problema del "analfabetismo científico" (por llamarlo de una forma), es que si el investigador sólo conoce su tema, y recuerda otros aspectos de la ciencia a partir de lo que aprendió 10, 15 o 20 años atrás, es obvio que al tratar de interpretar datos que están fuera de la esfera de su competencia directa, seguramente caerá en imprecisiones. Lo curioso es que muchas veces se resistirá a aceptar opiniones nuevas (y menos de estudiantes, ¡qué horror!), al estar honestamente convencido de sus conocimientos (aun cuando ya han dejado de estar actualizados).

2) El conocimiento científico ha dejado de estar fragmentado. Actualmente es difícil poder realizar una investigación de buen nivel sin llevar a cabo trabajo interdisciplinario, y para ello se requiere que todas las partes comprendan a sus colaboradores y entren a en un proceso de retroalimentación de ideas. Sin embargo, el analfabeta científico tiende a evitar activamente esta dinámica y prácticamente huye de los colegas de otras especialidades. Quizá antes era posible vivir con esta política, pero actualmente no es recomendable.

3) Por motivos prácticos, el investigador que no está enterado más que de lo suyo, llega a tener el mismo nivel de desinformación que cualquier otra persona de esta sociedad y, por ende, está igual de expuesto a sufrir engaños y manipulaciones de parte de los medios o las modas (por ejemplo, conozco personalmente a un investigador en bioquímica, nivel II del SNI, que apoya a rajatabla los dictados de la Gran Fraternidad Universal, a un doctor en geología que patrocina pláticas antievolucionistas afirmando que "los expertos ya han desechado la teoría de Darwin", y a una guapa conservacionista que vive y muere por la aromaterapia). Es triste que muchas veces los científicos demos por hecho que somos inmunes a las "malas influencias" debido a nuestra preparación profesional, y tengamos la tendencia a externar nuestra opinión "válida y autorizada", a pesar de hacerlo muchas veces sin conocimiento de causa, y sobre temas donde nuestras ideas no son más valiosas que las de cualquier otro ciudadano.

4) Finalmente, y como decía mi mamá, la educación se mama. Como buenos primates, todos aprendemos por imitación, y cuando un estudiante pasa un tiempo sustancial trabajando bajo la égida de un científico cerrado a un único objeto de trabajo, esta pésima costumbre puede anidar, y a la larga multiplicarse con los futuros pupilos de su asesorado. Así, sufrimos el peligro potencial de tener una cohorte de "académicos" cuya presencia le hará la vida un poco más difícil a los demás.

Quiero concluir este ensayo con el exhorto a los colegas científicos para que hagamos el esfuerzo de diversificar las lecturas y de mantenernos familiarizados, al menos un poco, con la situación general de nuestra propia disciplina y de las más allegadas. Pero compañeros, no hagamos esto sólo por necesidad profesional; el abrir los ojos al universo ayuda a mantener viva nuestra curiosidad y capacidad de asombro (bien muerta y enterrada en muchos "expertos"), y además es el mejor seguro contra el anquilosamiento cerebral, tan de todos temido.

El autor es estudiante doctoral en la Universidad de Miami y asistente de investigación en el Laboratorio de Arrecifes Coralinos

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