martes Ť 13 Ť febrero Ť 2001

Marco Rascón

El miedo a ser minoría

La crisis ideológica de la izquierda plantea necesariamente las vías para ser mayoría en un mundo de economía liberada en su forma, pero concentradora de riqueza y excluyente de fondo. Si el mundo gira hacia la derecha, según determinan las leyes de la física, esto mismo rige la oferta y la demanda sobre todos los valores del hombre; pensar en sentido contrario es contradicción, creatividad, descubrimiento y búsqueda incesante de la justicia humana. Y en este mismo sentido, en el terreno de la política concreta se plantea para los partidos y las diezmadas formaciones democratizantes una disyuntiva: mimetización al pensamiento conservador para subsistir o buscar una identidad propia, confrontativa, aunque lleve, en un primer momento, a la condición de minoría política.

En el caso de que se opte por la mimetización con las formas de la derecha, el desconcierto y desaliento que sobrevendrán son evidentes y lejos de contribuir a la resistencia o a un desarrollo político propio abrirá un camino perverso hacia la propia liquidación, porque se hace política de derecha a nombre de la izquierda.

En esta estrategia, el pragmatismo, las posiciones burocráticas, los presupuestos, las reformas por consenso, pero sin contenido, llenan y justifican la pobreza teórica y por lo general se centran en reclamar lealtades sobre un principio de fe, casi religioso, que promete el cielo como premio una vez que se ha renunciado a creer en la propia fuerza.

Esta lógica exige dejar de creer en lo propio, en la práctica hacedora de historia y ha creado el culto al poder a toda costa, destruyendo la vida interna de los partidos progresistas, el activismo sincero y generoso, la solidaridad. Por el poder y la fe política se justifican todas las alianzas y se establece el fariseísmo: el reparto del cielo y el infierno a los creyentes y los críticos. Se domina a través del miedo a ser minoría y, por tanto, todo principio, toda memoria, es despreciada.

La segunda opción es, obviamente, la más difícil, pues la parcialidad y la defensa de principios se ha interpretado como definición de sectarismo y autoconsumo de ideas. "Abrirse" es sinónimo de renuncia a lo propio.

La condición para ser aceptado es quemar en hoguera pública todo lo que se hizo y en lo que se creyó, pues la única posibilidad de transformación no es el cambio de la correlación de hegemonías y la lucha de clases, sino el poder que dan los votos y éstos hay que conseguirlos incluso engañando. ƑEs posible romper con esta lógica y crear un puente entre la memoria de lucha y las condiciones concretas actuales? ƑDebe el pensamiento de izquierda aspirar a ser vanguardia o debe asumirse como una parte más del modelo "tolerante", de las "nuevas democracias"?

Estrictamente, la crisis ideológica ha destruido la práctica correspondiente y, por tanto, toda reconstrucción política necesita de una recomposición ideológica depurada, coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Esta reubicación ideológica debe partir del hecho de que el mundo está ya en revolución permanente, que la dinámica de los conceptos está marcada por la velocidad de los cambios y el enorme volumen de información expuesta, y entonces la tarea es encontrar lo esencial.

Hoy lo ideológico está en los medios de comunicación, convertidos en un fin en sí mismo, pues ellos son los que hacen la historia y no los protagonistas.

Lo ideológico está en todo y las ideas libertarias, como el marxismo, los derechos de los pueblos, la conciencia proletaria, están fragmentadas y truncas, anarquizadas para poder vivir y ser aceptados socialmente.

El miedo a ser minoría es una renuncia tácita a buscar ser mayoría. La izquierda política pareciera haberse frenado ante este miedo a perder posiciones, ya que considera que si bien fueron ganadas con gran esfuerzo, para sostenerse hay que renunciar a su origen. El miedo a ser minoría ha desfigurado expectativas de cambio, se ha convertido en una cultura política, aparentemente racional, que ha ido socavando la identidad propia y la fuerza conceptual de un cambio verdaderamente distinto, humanista, basado en la lucha de los intereses reales. El miedo a ser minoría aceptó que la lucha de clases había dejado de existir y que ya no había relaciones imperiales y de pueblos sometidos. Este miedo aceptó también el concepto de que la globalización era una "nueva relación, más equitativa".

Reconstruir ideas y conceptos no es tarea aislada, sino un proceso que hay que comenzar. Intentarlo simplemente y convocar entre todas las mujeres y hombres progresistas a repensar alternativas es, por ahora, un acto minoritario que chocará con el mundo no sólo de los globalifílicos, sino con quienes consideran que lo mejor es la coexistencia y el entrismo. En ese sentido, Marx debe ser redescubierto y propuesto como "el hombre del milenio", pues es el constructor del método que llevaría a la humanidad a liberarse y a ser justa, precisamente porque aceptó el reto de ser minoría.

[email protected]