MIERCOLES Ť 14 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Aún ocupa tres posiciones que el EZLN pide desocupar para allanar el diálogo

En La Garrucha no hay visos de que se retire el Ejército

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

La Garrucha, Chis., 13 de febrero. Una muchacha intenta ocultarse, inútilmente, tras un árbol, a pocos metros de la valla de cinta cortante que separa el campamento militar del camino y los campos de cultivo de la comunidad contigua. Su rostro bonito, que no parece indígena, lleva más maquillaje del necesario para verse bien, pero su juventud la salva de parecer mera pieza de repostería bajo el calor de la selva a mediodía.

Al otro lado de la alambrada, varios soldados en guardia vigilan el camino y toman nota de los vehículos y las personas que transitan. Retén visual, podría decirse. La Garrucha es una de las tres posiciones militares que faltan de retirar, para que el gobierno cumpla una de las señales mínimas que pidió el EZLN para dialogar. Y como los otras dos, Río Euseba y Guadalupe Tepeyac, varios letreritos amarillos de reciente aparición advierten: "Peligro. Alta tensión".

Los soldados, con casco y armados, nerviosos, se niegan a hablar con la prensa. ƑSerá por la alambrada electrificada, o por ellos lo de "alta tensión"?

"No parecen que vayan a irse", había dicho un campesino tzeltal unos cien metros atrás, señalando hacia la base de operaciones del Ejército federal. La comunidad, donde se localiza uno de los Aguascalientes zapatistas, cambió recientemente su nombre. Ahora es el pueblo Francisco Gómez, cabecera del municipio autónomo del mismo nombre. Sólo el cuartel se sigue llamando La Garrucha.

En otros campamentos militares de la región, como La Soledad, o la base militar de San Quintín, las prostitutas no hacen nada para disimular su presencia. Pero tanto aquí como en La Sultana y Patihuitz, las bases militares más próximas, la actividad castrense sigue con "normalidad" (suponiendo "normal" su presencia en las comunidades indígenas).

A escasos diez días de que la caravana del EZLN inicie su viaje al Congreso de la Unión, las tres posiciones que faltan para allanar el diálogo son precisamente las que se ubican en las cañadas de la selva Lacandona, donde la militarización sigue intacta.

En la gran base de operaciones ubicada en ambas orillas del río Euseba, a escasos kilómetros de La Realidad, las piezas de artillería pesada están cubiertas por plásticos y lonas, y la actividad de la tropa es mucha. A pocos metros del puente, florece un tianguis dirigido exclusivamente a los soldados, únicos clientes posibles en ese punto de la selva. También ahí se mantiene una estrecha vigilancia en el camino. También ahí los soldados evitan hablar con la prensa.

En el Euseba llaman la atención las construcciones del cuartel. Se trata de una urbanización en medio de la nada, una elocuente cara de la guerra. Tierras ejidales ocupadas por la fuerza, igual que en La Garrucha, pero con una vocación de permanencia que incluye oficinas, casas habitación, arsenales, un supermercado.

Guadalupe Tepeyac ha recuperado visibilidad últimamente. Tampoco ahí hay indicios de que se vayan a retirar las bases militares, pero la presencia intermitente de una oficina del coordinador del diálogo por parte del gobierno, Luis H. Alvarez, volvió a mostrar el triste paisaje del pueblo abandonado y destruido. Según indígenas del vecino Anexo El Carmen, la razón de que permanezca el Ejército federal es para "cuidar" el hospital.

"Dicen que si regresan los zapatistas van a ocupar el hospital", comenta un campesino. El personal de la clínica-hospital (que por cierto muestra una acentuada hostilidad contra este enviado), defiende la utilidad de sus servicios en medio de esta otra nada selvática. Cerca de un centenar de trabajadores y médicos atienden a los pacientes que llegan de los pueblos circundantes, de la frontera, y dicen que incluso de Guatemala. Como sea, la afluencia de usuarios parece escasa.

Si el Ejército federal se mantiene en Guadalupe Tepeyac para "cuidar" el hospital, y así impedir el retorno de los pobladores, eso es como hacer un hoyo para tapar otro.

En las cañadas de la selva se localizan los tres hoyos de la "distención" foxista para Chiapas: La Garrucha, Río Euseba y Guadalupe Tepeyac. Como en las brechas de tierra que conducen a dichas localidades, son precisamente los hoyos los que dificultan el tránsito. La sola oficina rodante de Luis H. Alvarez tardó 30 horas en llegar, debido a que el remolque tuvo enorme dificultad para superar las curvas y anfractuosidades del camino. La lentitud y sus metáforas. Y luego que no le echen la culpa al "tiempo indígena".