JUEVES Ť 15 Ť FEBRERO Ť 2001

Luis Wybo

Se tolera el racismo de los cazamigrantes

Nuestra prensa ha dado difusión al pasatiempo de unos granjeros -que heredaron de aventureros anglosajones tierras otrora sonorenses, y hoy del estado de Arizona, contiguas a la actual frontera de nuestro país- que consiste en una especie de tiro al blanco contra migrantes indocumentados latinoamericanos que atraviesan sus áridos terrenos para llegar a las fuentes de trabajo en el vecino país.

Estos no atípicos vaqueros del oeste, dos hermanos, han organizado, con propaganda escrita, a grupos de simpatizantes que como ellos quieran divertirse en cazar brownies (prietillos) con armas de fuego, e inclusive entregarlos a las autoridades de aquel país. Estos hechos nos han enardecido no sólo como mexicanos o por estar "de moda" los derechos humanos, sino porque encierran otro gravísimo elemento, el racismo. ƑY qué hemos hecho al respecto, aparte de protestar?

En el mundo existe ahora una gran conciencia de lo que significa la violación de los derechos de las personas. Preguntémonos, pues, Ƒqué mayor violación puede existir a esos derechos que el atentado contra la vida, como el que cometen esos granjeros? ƑY qué mayor agravante puede haber para ello que su repugnante racismo? Desde luego que como pueblo seguiremos defendiendo nuestro derecho a sobrevivir, expresado en la incontenible migración de indocumentados, pero la cacería humana organizada requiere de otra atención.

Quizá hemos olvidado ya que hace unos 25 años, estos mismos dos vaqueros, todavía teenagers como les dicen por allá a los jóvenes menores de 20 años, ayudaban a su papá en menesteres semejantes a los de ahora, por lo visto bien aprendidos, de cazamigrantes con escopeta. El caso más sonado de aquel entonces fue el de tres jóvenes sonorenses de tez oscura que, al igual que los indocumentados de ahora, osaron cruzar los terrenos de estos granjeros y fueron baleados con postas por el papá y los dos hijos.

Aquella vez también nos enardecimos y nuestra cancillería comisionó de inmediato a un representante del gobierno federal para que coadyuvara con las autoridades locales del vecino país en el esclarecimiento del caso. Mientras en el hospital extraían las postas de todo el cuerpo a los tres paisanos, retenidos como testigos a petición de la parte mexicana, el entonces procurador de Arizona, quien posteriormente fuera gobernador y últimamente miembro del gabinete federal, se dejó venir de la capital del estado a la frontera para, en unión del representante oficial mexicano, esperar la sentencia de la corte del condado ante la cual comparecían el granjero y sus hijos.

Alertado por vía consular que el papá granjero era un conocido miembro o simpatizante del clan racista Ku Klux, nuestro representante logró motivar que las instancias del Departamento de Justicia estadunidense, que persiguen de oficio actos racistas, se movilizaran también a la frontera. Sólo una transacción fuera de corte, por la que el granjero se obligó a pagar una sustanciosa indemnización a nuestros paisanos agredidos, evitó a aquél enfrentar peores consecuencias. Por lo pronto, la acción mexicana le hizo retraer sus agresiones racistas por algunos años, hasta que, como vemos, los hijos, bien imbuidos de la misma mentalidad, crecieron.

En el caso de las varias recientes agresiones racistas que mexicanos y otros latinoamericanos hemos sufrido por ser mestizos a manos de los dos granjeros cazamigrantes y sus asociados, y seguramente temerosos de mortificar a nuestro poderoso socio comercial con el que nos "teleceamos", nos hemos limitado a enviar a nuestra canciller para expresar nuestra indignación a la gobernadora del estado donde se están perpetrando estas acciones racistas. Las instancias federales, que en el país vecino sancionan estos actos, no parecen haber sido molestadas.

La más abyecta motivación para violar los derechos de las personas es sin duda el racismo, como complejo de superioridad del que lo padece, manifestado agresivamente contra otro ser humano, con el agravante de la ventaja, por regla general. El vecino país del norte, con gran conciencia de su no tan lejano pasado, tiene bien institucionalizados los mecanismos de combate al racismo, como vimos, de inmediata reacción. Lamentablemente, parecería que no hemos recurrido a todos los instrumentos que tenemos al alcance para maximizar en casos como éstos, tanto nuestra protección consular, como nuestra negociación política en materia de migración y de derechos humanos con el propio país vecino.