jueves Ť 15 Ť febrero Ť 2001
Octavio Rodríguez Araujo
ƑSeré conservador?
Estoy muy cerca de los 60 años y ya he tenido la oportunidad de ver el principio del siglo XXI. A esta edad uno tiende a ser conservador, pese a que nos creemos progresistas, de izquierda, y en ocasiones radicales (favor de no confundir radicales con extremistas). Nuestro conservadurismo es como el de nuestros padres cuando de repente vieron a sus hijas con minifalda o a sus hijos con pelo largo: lo aceptaron, pero les costó tanto trabajo como consentir que vivieran con su pareja sin estar casados o que se fueran de fin de semana a Avándaro sin pedir permiso o como si fueran al cine en el programa vespertino.
Nuestro conservadurismo no tiene nada que ver con el de nuestros padres, pero de alguna manera se parece: no nos gustan mucho los estilos punk ni los aretes en diversas partes del cuerpo o el consumo de drogas. Estamos más familiarizados con el alcohol, aunque también haga daño. Y este conservadurismo quizá nos alcanza en el ámbito político, razón por la cual nos cuesta trabajo entender (y a veces aceptar) que la izquierda sea hoy tan diferente de la que conocimos siendo jóvenes.
En mi artículo de mediados de diciembre del año pasado ("ƑQué es la izquierda?") escribí que "durante varias décadas la izquierda era una corriente que luchaba por el socialismo. Hoy la izquierda es la que protesta, la que se opone a la globalización económica y al neoliberalismo y la que nos habla de humanización del capitalismo y de la construcción ciudadana del mundo (que por mucho tiempo, desde los tiempos de Marx, han sido conceptos de la derecha)". Me referí a la reunión de París de principios de diciembre de 2000 y, queriendo o no, me guié por una suerte de conservadurismo político al criticar a la mayoría de los participantes por no manifestarse en contra del capitalismo en su dimensión totalizante ni considerar a las clases sociales como referencia de organización y lucha. ƑEstaré equivocado en mi conservadurismo, que por cierto, debo decir, no es ni ha sido dogmático?
Ahora, en la reunión de Porto Alegre, donde estuvieron algunos de los participantes de París, se percibió un lenguaje semejante, pero para mi gusto menos impreciso que el de Niza, el mismo París, Praga o Seattle. Se volvió a hablar de sociedad civil, de pluralidad, de identidades sociales no clasistas y de ciudadanos. Pero en este Foro Social Mundial (y sí fue mundial: 117 países representados) se agregaron algunos elementos y, aunque algún ponente fue abucheado al recordar que pese a que se hablara de sociedad civil ésta seguía dividida en clases sociales (Ƒhabrán desaparecido?), no dejó de señalarse la necesidad de pasar de una posición antineoliberal (que ha sido caballito de batalla de varios movimientos en los últimos cinco años) a una propuesta alternativa anticapitalista. Por lo mismo, una pregunta que estuvo en el ambiente del foro fue cómo definir con rigor un programa de lucha con una composición social y política heterogénea formada por campesinos, indígenas, obreros, jóvenes urbanos, feministas militantes, homosexuales y lesbianas, marxistas ortodoxos de diversos tonos, guerrilleros y ex guerrilleros, anarquistas del todo o nada y antiintelectuales (obviamente), gradualistas de diversas ideologías, nacionalistas e internacionalistas, políticos en el poder, empresarios de ideas sociales, cristianos progresistas, revolucionarios y, por supuesto (porque también está de moda), los antipartido junto con representantes de partidos políticos de varios países y, desde luego, del PT de Brasil.
A quienes todavía no asimilamos como de izquierda a los partidarios de la insolencia rebelde y del caos como protesta ni a los "antis" sin más, se nos puede tachar de conservadores, y no es casual que la mayoría seamos adultos mayores de 50 años. Quizá seamos conservadores, pero Ƒcómo organizar un contrapoder cuando se apela a la autogestión social sin programa y espontánea como si de verdad los intereses de todos fueran los mismos? Una cosa es que se pospusieran las diferencias en el Foro Social y otra que no las hubiera. En la práctica dominaron, más por "montón" que por razones y argumentos, los "antis", los representantes-no-representantes de movimientos sociales globalifóbicos, los antiintelectuales y los antipartido. Y ésta debe haber sido una de las razones por las que no pudieran obtenerse conclusiones ni propuestas alternativas que suscribieran todos, pese a que ésta era la intención del foro y no una reunión anti-Davos a secas.
Quizá también por mi conservadurismo veo con preocupación que desde el Encuentro Intercontinental en contra del Neoliberalismo (Chiapas, 1996) hasta hoy, no se hayan logrado perfilar alternativas sino sólo protestas, aunque éstas vayan en crecimiento.