SAN CRISTOBAL: LA SOBERANIA, A PRUEBA
El presidente Vicente Fox recibirá mañana,
en su rancho de San Cristóbal, al nuevo mandatario estadunidense,
George W. Bush. El encuentro se presenta en circunstancias novedosas, no
sólo por el hecho de que ambos países cuentan con gobiernos
nuevos, sino porque en los dos ha habido recientemente sendas alternancias
en el poder y éstas conllevan cambios significativos en la política
exterior de las dos naciones.
En esa medida, la reunión de los mandatarios tendrá
necesariamente un carácter exploratorio, y es posible que ambos
se concentren más en delinear los términos generales en que
habrá de desarrollarse en los próximos años la relación
bilateral que en buscar acuerdos específicos o soluciones a los
múltiples conflictos que se presentan en esa relación. Así,
el encuentro de San Cristóbal será, para los dos presidentes,
la primera prueba importante de sus respectivas políticas exteriores.
Lo anterior no implica, ciertamente, que la reunión
carezca de agenda: puede darse por descontado que Fox y Bush hablarán
de asuntos energéticos y comerciales, de los problemas migratorios
y de los constantes desencuentros en el ámbito de la lucha contra
el narcotráfico. En todos esos temas, el mandatario mexicano enfrenta
el desafío de buscar vínculos tersos y fluidos con el país
vecino, pero sin ceder terreno en materia de soberanía nacional.
Es claro que Bush, proveniente de una familia de empresarios
petroleros, pretenderá impulsar, como casi todos sus antecesores,
una mayor subordinación y dependencia de nuestro país hacia
Estados Unidos en materia energética, y eso implica, en primer término,
presionar --así sea para no variar la tradición presidencial
estadunidense-- a su homólogo mexicano para privatizar Pemex. Asimismo,
se sabe que el actual ocupante de la Casa Blanca tiene en mente convertir
a nuestro país en abastecedor de energía eléctrica
y gas natural. Ambos propósitos pasan por el establecimiento de
una "política energética común" que no resultaría
provechosa para México y que, en el terreno del mercado petrolero
internacional, podría incluso provocar desequilibrios nocivos para
las naciones productoras, como la nuestra.
En materia de migración existe la expectativa de
que las nuevas autoridades estadunidenses propongan una reedición
del Programa Bracero y establezcan, en acuerdo con el Capitolio y los gobiernos
estatales, una cuota de migrantes mexicanos "legales". Es un arma de dos
filos: ciertamente, una medida semejante beneficiaría a las decenas
o centenas de miles de trabajadores mexicanos "legalizados", pero daría
al país vecino un argumento para perseguir, con saña y crueldad
aun mayores a las actuales, al resto de connacionales que cruzan la frontera
en busca de trabajo, y que suman millones. Asimismo, es probable que Bush
busque vincular el tema energético con el migratorio e imponer un
esquema de trueque: más permisos de trabajo a migrantes mexicanos
a cambio de concesiones en petróleo, gas natural y electricidad.
Para México, semejante propuesta de transacción sería
inaceptable porque tanto la defensa de la soberanía petrolera --y
energética, en general-- como la protección de los derechos
humanos, laborales y sociales de nuestros ciudadanos, son obligaciones
incondicionales del Estado, y no asuntos sujetos al regateo de una transacción
comercial, así sea al más alto nivel.
En el ámbito del combate al narcotráfico
es poco probable que en el encuentro de San Cristóbal logre superarse
alguno de los puntos conflictivos más exasperantes. Ni la afrentosa
certificación estadunidense al desempeño de otros países
en la materia, ni la proverbial incapacidad de la nación vecina
para atender sus problemas internos en el tema de las drogas ?adicción
masiva, corrupción, existencia de mafias, lavado de dinero? van
a solucionarse en un encuentro bilateral; cabe esperar, en todo caso, que
el presidente Fox exponga a su homólogo que no es con la mera represión
policial de los cárteles de las naciones productoras y de tránsito
como va a resolverse este grave conflicto social de nuestro tiempo, y que
para ello se requiere, por el contrario, de acciones concertadas en el
respeto a las soberanías y de una visión del mundo más
amplia --social, educativa, médica, familiar, política--
que el estrecho enfoque policiaco-militar desde el que Washington percibe
el problema.
En todo caso, también en el punto de la lucha contra
las drogas será necesaria, por parte del presidente Fox, una defensa
firme de la soberanía. |