VIERNES Ť 16 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Admiten posible riesgo de radiactividad; sacarán al submarino del mar en el verano

Fallo en torpedos, la verdad del hundimiento del Kursk

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 15 de febrero. A seis meses de la tragedia que conmocionó a Rusia, el hundimiento del submarino nuclear Kursk con 108 tripulantes en el Mar de Barrenas, la verdad sobre lo ocurrido empieza a abrirse paso en la versión oficial, al tiempo que las mismas autoridades siguen aferradas a otra mentira, de posibles consecuencias muy graves.

La verdad, cada vez más admitida, es que el hundimiento se debió a un fallo en los torpedos de nueva generación que el Kursk tenía que lanzar experimentalmente y la mentira, que la operación para reflotar la nave obedece al deseo de establecer las causas del siniestro y rescatar los cuerpos de los marinos, si es que aún queda alguno.

Todo parece indicar que otra cosa es lo que realmente preocupa al gobierno ruso: en qué estado se encuentran los reactores nucleares del Kursk, que habrían resistido dos potentes explosiones y el choque brutal contra el fondo marino, y hasta qué punto se mantiene el riesgo de que su deterioro derive en un segundo Chernobyl.

Para averiguarlo, Rusia está dispuesta a pagar la mitad del costo de la operación para izar a la superficie el submarino, prevista para el próximo verano.

Lo anterior, de suyo preocupante, se desprende de las declaraciones que formuló este jueves el diputado Valeri Doroguin, que es vicealmirante y jefe de la representación parlamentaria en la comisión gubernamental que investiga las causas del siniestro.

Es la primera vez que un miembro de dicha comisión admite el riesgo de radiactividad, aunque sea por el hecho mismo de que no se conoce el estado de los reactores ni se sabe su comportamiento de permanecer mucho más tiempo en el fondo del mar. Hasta hoy, invariablemente, todo portavoz oficial ruso aseguraba que no existía ningún peligro radiactivo.

Doroguin lo dijo sin ambages: rescatar los cuerpos de los marinos es un propósito muy noble, pero nadie gastaría en ello 75 millones de dólares, el presupuesto estimado de la operación para reflotar el Kursk.

"Importa más excluir cualquier riesgo de catástrofe ecológica y, por ello, voy a urgir a mis colegas de la Duma a que autoricen una primera asignación de 25 millones de dólares de inmediato", subrayó el diputado.

Con lujo de detalles técnicos, Doroguin afirmó que el Kursk se fue a pique a consecuencia de un fallo en uno de sus propios torpedos, el cual provocó un estallido inicial equivalente a 100 kilogramos de TNT y, la posterior, reacción en cadena en la sala de torpedos, con una segunda explosión diez veces más potente que hundió el sumergible.

Las revelaciones de Doroguin corroboran y amplían lo expresado por el viceprimer ministro Ilia Klebanov, presidente de dicha comisión investigadora, quien por primera vez, hace dos días, aceptó que es "absolutamente claro" que "desde el comienzo, un torpedo fue la causa directa o indirecta del accidente", pero dejó abierta la posibilidad de que dicha explosión se haya debido a un impacto exterior o a algún fallo interno.

Desde la óptica del Kremlin, si bien no se cuenta con ninguna prueba que la demuestre, no hay razón para archivar la hipótesis del "impacto exterior", eufemismo menos comprometedor que la anterior aseveración categórica de que se produjo un choque con un submarino de la OTAN, sobre todo después de que el sumergible estadounidense Greeneville hundió, el pasado sábado, a un pesquero japonés.

Sin embargo, los expertos saben que hay una diferencia sustancial: el Kursk era el submarino más grande que tenía la flota rusa y, de haber chocado con un sumergible extranjero, éste también se habría hundido.

De hecho, en caso de una colisión, sólo el crucero nuclear ruso Piotr Veliki, presente en la zona de maniobras a mediados de agosto pasado, mucho más grande que el submarino siniestrado, podría haber mandado a pique al Kursk con todo y sus 18 mil toneladas de metal.

Quizás, por ello, Doroguin, mucho más explícito que Klebanov y, a la vez, sin descartar del todo la que finalmente es una conveniente hipótesis oficial, se adelantó a negar que el Piotr Veliki haya hundido al Kursk, al asegurar que se encontraba a 200 kilómetros del lugar de la tragedia y que sus misiles no tenían dicho alcance.

Con la confirmación del fallo en los torpedos y el desmentido de la participación del crucero en la tragedia, Doroguin tuvo que reconocer que la comisión gubernamental estudió en detalle dicha hipótesis, algo que antes se negaba rotundamente y que muchos siguen creyendo como posible causa, al menos más veraz que la absurda versión de un choque con una mina de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, ya descartada por omisión.

La hipótesis que responsabiliza al Piotr Veliki, dicho sea de paso, es el eje de una novela del escritor Dmitri Cherkasov que tenía que haber llegado a librerías esta semana y cuyo tiraje completo desapareció en la imprenta, según denunció el autor, por "instrucciones superiores", detrás de las cuales adivina la mano del ministro de Información y Prensa, Mijail Lesin, uno de los personajes de la trama fácilmente identificables.