SABADO Ť 17 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť La policía bloqueó manifestaciones de UCD y protestas por muerte de ilegales en EU

Frente a plantíos foxistas, Bush dijo odiar el brócoli

Ť Muchos funcionarios mexicanos llegaron con su familia para retratarse con los mandatarios

ROSA ELVIRA VARGAS, JUAN MANUEL VENEGAS Y MARTIN DIEGO ENVIADOS Y CORRESPONSAL

San Cristobal, Gto., 16 de febrero. Desde el momento en que se vio a Vicente Fox y a George W. Bush luciendo traje y corbata, mientras sus comitivas y equipos de seguridad aparecerían muy smart casual, como dicen los ingleses, se sabía que aquello tendría de todo, menos protocolo. Y que, por lo mismo, el Presidente anfitrión podría, sin rubor alguno, colocar a su hijo menor, Rodrigo, en la comitiva, y Bush soltar una flatulencia que, por obvia, apenas lo sonrojó el tiempo suficiente para culpar de la misma a su secretario privado.

Y también por ello, porque estrenarse en la presidencia de Estados Unidos concede márgenes de sinceridad que, ya se vio, luego se estrechan, Bush pudo decir sin tapujos que, igual que a su padre, no le gusta el brócoli; es más, que odia ese vegetal, y que en su condición de jefe de la Casa Blanca puede decir que no volverá a comerlo.

Claro, todo esto ocurría a unos metros de los extensos sembradíos del verde tubérculo que cultiva la familia Fox en su rancho, el cual finalmente sirvió para que la cumbre Marlboro fuera más que un encuentro de vaqueros, una sucesión interminable de fotos familiares, un constante acercamiento a las multitudes leonesas invitadas para la ocasión. Y claro, también hubo tiempo para trabajar la agenda común.

El Servicio Secreto, como club de niños exploradores

Porque Vicente Fox y su homólogo George W. Bush demostraron hoy que la "prosperidad compartida" a la que aspiran llevar a México y Estados Unidos pasa por cambiar todo referente de secrecía, alejamiento o desdén hacia quienes los rodean. Y por eso, el servicio secreto hoy parecía más bien un club de niños exploradores, y los elementos del Estado Mayor Presidencial lucían rostros sonrientes, buenas maneras...

Y fue así porque ambos presidentes tienen muy claro que salvo en aquello que es de incumbencia estrictamente privada -y de lo cual darían detalles más tarde a la prensa- todo lo que ellos hagan debe ser público y notorio.

Otro signo que desde el principio hizo evidente que las cosas marcharían de otra manera fue la proximidad del montaje escenográfico. Mientras en otras visitas de este tipo incluso algunos usaban binoculares para conocer al visitante, esta vez la recepción se realizó a escasos cinco metros de la prensa.

Bush descendió del Air Force One con una puntualidad que no tendría para el momento de su partida.

Pero como en México se acostumbra inexplicablemente que llegar a este tipo de actos con mucha antelación es signo de quién sabe qué, un erguido cadete del Heroico Colegio Militar, que portaba el banderín de su plantel, cayó cuan largo es, debido a que -luego se supo- desde las 5 de la mañana, él y sus compañeros llegaron a la terminal aérea, y para entonces llevaba casi cinco horas enfundado en un grueso uniforme de lana negra. Además, no habían desayunado.

La comitiva mexicana integrada por Santiago Creel, Jorge G. Castañeda, Adolfo Aguilar Zinser, Eduardo Sojo, Juan José Bremer, Enrique Berruga y la vocera Martha Sahagún había llegado también muy temprano, y mataron la espera en la charla con los políticos locales que, como sería el tono, se hicieron acompañar por su familia y, cómo no, también pidieron la foto. El primero, el gobernador Juan Carlos Romero Hicks.

Fox llegó apenas 15 minutos antes, perfectamente trajeado, saludó a los prese fox-bush-san-cristobal1 ntes. En cuanto la nave presidencial estadunidense se detuvo y asomó Bush, el mandatario enfiló sus pasos para encontrarlo, en un gesto que vaticinaba un sonoro abrazo, y no quedó más que en leves palmaditas del texano.

Presentación de comitivas, himnos nacionales, saludo a los escolares que agitaban banderitas de las dos naciones y punto, al rancho.

Por el camino, los alrededor de 30 kilómetros que separan del rancho de los Fox, espaciados grupos de guanajuatenses salieron a saludar, mientras el recorrido era filmado por las cámaras de todas las cadenas televisivas del país, convocadas esta vez por el gobierno federal para dar cobertura conjunta e ininterrumpida a este encuentro de ocho horas, las menos de las cuales fueron para el diálogo privado.

En San Cristóbal no se podía ni caminar. Entre el despliegue televisivo y radiofónico, y el gentío que vino desde León y San Francisco del Rincón, apenas dejaban espacio para que circularan las camionetas de la comitiva. Las transmisiones en vivo en este lugar habían iniciado casi al mismo tiempo que Bush abordaba šen Washington! el avión, por lo que en esos enlaces hubo tiempo para desmenuzar, prácticamente, la historia del pueblo -por enésima vez- y, por supuesto, la de la familia Fox.

Llegaron a tanto, que "intrépidas" cámaras llegaron hasta la parroquia de San Cristóbal y transmitieron como su gran "exclusiva" la imagen de la urna que guarda las cenizas mortuorias del señor José Fox, padre del Presidente, fallecido hace unos seis años. Si eso no era suficiente para llenar los espacios informativos de radio y televisión, bueno, pues entonces también estaba la silla donada a la iglesia por el propio Vicente.

En tanto, el encargado de la oficina presidencial para Asuntos Migratorios, Juan Hernández -no incluido en la comitiva oficial- se apersonó para -y por supuesto lo obtuvo- hacerse retratar con los pobladores de San Cristóbal. Este mismo personaje, empleado de Los Pinos, nombrado por Fox, fue el primero en "lanzarse" a la caza de su jefe y de Bush -por supuesto para retratarse- cuando ambos llegaron a la casa de doña Mercedes.

Ya para entonces, la canción favorita del Presidente: El hijo desobediente se esuchaba por todo el poblado. La gente, bien provista de banderitas, llamaba familiarmente a los personajes: šJorge, Jorge!, šVicente, Vicente! Ellos, y siempre con la "benevolencia" de los otrora temidos agentes del Servicio Secreto, se acercaban complacientes y saludaban, se volvían a tomar fotos...

Ya en la casa grande de los Fox, el mandatario estadunidense saludó a la señora Mercedes, le obsequió un portarretratos y una chalina, que Martha Sahagún, presta, le colocó sobre la espalda. Algo dijo Bush al oído a la madre del Presidente mexicano, le deseó buena salud y posó para las cámaras con todos los hermanos, cuñadas, hijos, sobrinos y primos de la familia y, por fin, enfilaron hacia la casa de Vicente.

En el lugar, y de nuevo antes de entrar en materia, Fox y Bush entraron a la casa. Breve escala sólo para acatar la orden del anfitrión: "šfuera corbatas!". Regresaron entonces a saludar a unas jovencitas vestidas con los trajes regionales del país convocadas entre las escuelas privadas de León. Incorporados a la recepción estaban ya los otros hijos del mandatario: Ana Cristina y Vicente, quienes los acompañaron a la caballería para que el jefe del Ejecutivo le presumiera a El Rey', que es un alazán tresalbo rayado, "un garañón, animal fiel y buen caballo".

Siempre seguidos fielmente por las cámaras de televisión y fotográficas, caminaron después por la orilla del estanque rumbo al salón donde, por fin, empezarían a trabajar. En el ínter, Fox mostró los obsequios que tenía a su invitado: una silla de montar, dos pares de botas y dos cinturones de piel, uno de ellos con la hebilla de plata con el apellido Bush (o sea, igualita a la que él usa).

A varios kilómetros de tan conmovedoras muestras de afecto, tres grupo de manifestantes luchaban denodadamente por hacerse notar. En el mismo San Cristóbal, gente venida de la comunidad de Duarte, en León, solicitaba mediante pancartas "que paren los asesinatos de paisanos en la frontera". Otros, gritaban: šen el campo de Guanajuato nos morimos de hambre!

Más lejos, por la Central de Abastos, en el camino que conduce de León al rancho San Cristóbal, veinte vehículos chocolates, de la UCD, bloquearon durante algunos minutos la arteria, solicitando un pronunciamiento claro sobre la regularización de los autos de procedencia extranjera. Casi a la misma hora, en Salamanca, se reportaba la detención del líder estatal de esta agrupación, Francisco Escobar Osornio, porque, dijo el gobierno del estado, "atropelló a un agente de tránsito''. Más tarde salió libre.

No serían, empero, las únicas muestras de inconformidad que se organizaron, pero a las que los retenes policiacos impidieron llegar a San Cristóbal. En los municipios de Valle de Santiago e Irapuato, diversos grupos incluso tuvieron "roces" con los uniformados.

Pasaba ya el mediodía cuando al jardín de la casa de Fox salieron los responsables de Relaciones Exteriores de ambos países: Powell y Castañeda. Leyeron un comunicado conjunto y en seguida reaparecieron los mandatarios para una conferencia de prensa que ellos mismos condujeron y que, inevitablemente, rompió la agenda binacional para ocuparse del bombardeo sobre Irak, dispuesto por el propio Bush, en su primera operación de este tipo desde que llegó a la Casa Blanca.

El bombardeo a Irak acaparó la atención

Evidentemente, el estadunidense sabía lo que debía responder, y de ahí no se movió, no obstante que hubo alguien que, susceptible, en este punto inquirió a Fox: "Ƒquisiera preguntarle si no considera usted un desaire o un gesto inadecuado el hecho de que en esta primera visita del presidente de Estados Unidos, un asunto como el bombardeo reciente a Irak acapare toda la atención y reduzca el nivel de este encuentro de trabajo en Guanajuato?".

Mientras Bush sonreía al escuchar la traducción de la pregunta, Fox respondió: "no hay por qué relacionar un acto con el otro...". Algunas interrogantes más y los presidentes se retiraron para almorzar.

Se les volvería a ver hasta que, pasadas las 17:30, llegaron al aeropuerto. Para entonces, de nuevo, desde hacía mucho rato las comitivas presidenciales aguardaban y hacían pequeños grupos para comentar los incidentes del día. A Castañeda, por ejemplo, le gustó el sombrero panamá que lucía desde su llegada Pete Romero, el encargado de la Casa Blanca para América Latina. Se lo probó y luego lo obtuvo como regalo.

Antes de que el avión presidencia estadunidense despegara Fox fue invitado a recorrerlo. Vaya que se impresionó con el Jumbo S-17 -con un gemelo también en la pista, pues así viaja el jefe de la Casa Blanca-, pues al regresar así lo expresó con señas, mientras mostraba los chocolatitos que le habían obsequiado, y que luego él regaló a los niños que hacían valla con las banderitas.

Apenas iniciado el despegue, Fox ya declaraba: "creo que el mayor punto de acuerdo que tenemos (con Bush) es que se acabó el rollo, se acabaron las palabras, se acabaron las promesas. Ahora vamos a los hechos".

Y de la cumbre Marlboro sólo referencias tangenciales. No hubo recorrido a caballo, y de esa cancelación, los eternos buscadores de exclusivas para el "enlace" también tejieron decenas de versiones.